Inmediato
EL POETA envidia al pintor la inmediatez. Es lo que comienza opinando un poeta, Yves Bonnefoy, que es adem¨¢s un gran ensayista sobre temas art¨ªsticos, en un escrito titulado 'Pintura, poes¨ªa: v¨¦rtigo, paz', inserto en el libro La nube roja. Dise?o, color y luz (S¨ªntesis), recopilaci¨®n de art¨ªculos sobre la obra y la personalidad de grandes maestros de todas las ¨¦pocas, como, entre otros, Giovanni Bellini, Mantegna, Elsheimer, Poussin, Ti¨¦polo, Mondrian, Morandi, Hopper, De Chirico, Giacometti o Cartier-Bresson. Ante el hecho f¨ªsico de pintar, "tal como pintan algunos, incluso hoy, apoy¨¢ndose en el color que, en cuanto lo aplicamos sobre el lienzo, se alza por encima del sentido y disipa nuestros recuerdos, tan s¨®lo es manifestarse a s¨ª mismo", cabe incluso pensar, seg¨²n Bonnefoy, que "es algo inmediato, y que el velo ha sido rasgado". Pero el velo de la ilusi¨®n no se rasga tan f¨¢cilmente, como lo corrobora la coexistencia de la literatura y las artes, ambas marcadas por sus respectivas insuficiencias y, por consiguiente, atrapadas en la mutua fascinaci¨®n por lo que sienten como ventaja en el otro.
La manera tradicional de resolver esta interdependencia qued¨® signada apelando a la f¨®rmula cl¨¢sica de la "ut pictura poesis", que congregaba ambas en una misma identidad, puesto que la pintura era "poes¨ªa muda" y la poes¨ªa, "pintura hablada". Claro que entonces no se hab¨ªa producido esa escisi¨®n contempor¨¢nea de un arte "puro", "aut¨®nomo" o, si se quiere, "desliteraturizado", en cuyo ensimismamiento formal se crey¨® arribar a ese estado original de inmediatez de las primeras sensaciones, a esa intensa emoci¨®n animal que a¨²n no estaba corrompida por las mediaciones del discurso hablado. No obstante, como tambi¨¦n nos recuerda Bonnefoy, las artes pl¨¢sticas no dejan de tener su larga historia, constituida por convenciones y rupturas, como as¨ª le ha ocurrido al lenguaje po¨¦tico, que tambi¨¦n es arrastrado por la ardiente pugna de devolver, cada vez, el enterrado sentido original de la lengua, el misterioso exceso de cada t¨¦rmino, la b¨¢rbara m¨²sica inarticulada de cada sonido.
Pensemos, as¨ª, pues, en poetas y pintores, como los apasionados y tr¨¢gicos buscadores de la inmediatez, haciendo feroces sangr¨ªas con los significados, mientras ellos mismos, por fuerza, se desangran. La hipot¨¦tica envidia que los poetas pueden acaso sentir hoy ante la pintura, se pregunta Bonnefoy, quiz¨¢ se deba a que ¨¦sta sea "algo m¨¢s f¨ªsico y, por consiguiente, menos orgulloso, menos loco". ?Pregunta important¨ªsima! "Pues el mundo podr¨ªa desembocar, de manera absurda, en la incomprensi¨®n del valor que tiene, debido s¨®lo a la b¨²squeda de lo aut¨¦ntico, el olor cercano de la hierba h¨²meda, una hormiga que corretea por la p¨¢gina, un grito de lechuza ante la puerta, llenando, de pronto, un signo a¨²n sellado con su luz". Lo inmediato.
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