120 agentes desalojan a 90 inmigrantes de una nave de Vallecas
El f¨¦rreo dispositivo de vigilancia termin¨® con el derribo de una antigua granja porcina
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Un abrumador dispositivo policial, formado por m¨¢s de 120 agentes, desaloj¨® en menos de una hora una antigua granja porcina del distrito de Villa de Vallecas que estaba ocupada por unos 90 inmigrantes rumanos. As¨ª lo orden¨® la titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 13 de Madrid. Los Servicios Sociales del Ayuntamiento se hicieron cargo de las mujeres y los ni?os, que fueron trasladados a un cercano campamento de la Cruz Roja situado en las proximidades de Valdeming¨®mez. Despu¨¦s, dos excavadoras se encargaron de derribar las naves abandonadas.
Unos minutos antes de las 10.00 surgieron en la finca La Loma, en el camino del Pardo, junto a la carretera de Valdeming¨®mez, una treintena de coches patrulla de la Polic¨ªa Municipal. Iban acompa?ados por las autoridades judiciales que ordenaron el desalojo de la antigua granja porcina y de agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa de la comisar¨ªa de Villa de Vallecas y de la Brigada de Extranjer¨ªa y Documentaci¨®n, junto con tres ambulancias del Samur-Protecci¨®n Civil.
Una hora antes, una decena de polic¨ªas locales hab¨ªan formado un cord¨®n de seguridad. ?ste lo completaron unos ocho agentes municipales a caballo y en moto que rodearon el per¨ªmetro de la granja para evitar que cualquiera de sus moradores huyera campo a trav¨¦s. La operaci¨®n se desarroll¨® sin ning¨²n contratiempo y no fue necesario el uso de la fuerza. A esto contribuy¨® que en las naves abandonadas s¨®lo estaban madres con sus hijos y alg¨²n var¨®n que estaba en paro.
Seg¨²n la polic¨ªa, el dispositivo fue tan amplio porque esperaban que en la antigua granja hubiera unas 90 familias, lo que supon¨ªa que los agentes tendr¨ªan que hacer frente a unas 200 personas.Los agentes entraron a las 10.00 e hicieron que salieran los inmigrantes de sus chabolas.
La suciedad y la miseria eran la t¨®nica dominante del paup¨¦rrimo escenario. Los ni?os, mal vestidos, miraban con caras de tristeza y fr¨ªo a los polic¨ªas y a los agentes sociales, mientras los funcionarios de Extranjer¨ªa se limitaban a comprobar la documentaci¨®n de los inmigrantes.
Algunos peque?os no dejaron de llorar. A su alrededor quedaban las chabolas construidas con viejos tableros cochambrosos, donde las peque?as estancias eran compartidas por familias de seis y siete personas, en su mayor¨ªas ni?os de corta edad. En escasos nueve metros cuadrados se hacinaban las cocinas, los colchones y las escas¨ªsimas pertenencias de estos inmigrantes. El fr¨ªo se colaba por las rendijas, mientras en el barrizal del exterior se ve¨ªan zapatillas rotas o peluches destrozados por el paso del tiempo.
El panorama dentro de las antiguas naves era a¨²n m¨¢s desolador si cabe: las abandonadas cochiqueras eran un c¨²mulo putrefacto de basuras, donde se mezclaban todo tipo de harapos, latas por doquier y miseria en forma de pobreza. El cielo plomizo lo hac¨ªa a¨²n m¨¢s deprimente.
Los inmigrantes se tomaron el desalojo con mucha tranquilidad, como si ya estuvieran acostumbrados a estas operaciones policiales. Recogieron con paciencia sus escasas pertenencias y las sacaron fuera de las chabolas, mientras algunos polic¨ªas con mascarillas puestas en la boca les vigilaban atentamente. Viejas televisiones en color, bolsas repletas de ropa y algunos alimentos junto con mantas y edredones formaron sus equipajes. Seg¨²n abandonaban sus chamizos, perros polic¨ªas adiestrados rastrearon el poblado en busca de estupefacientes o que se escondieran posibles moradores del poblado. La b¨²squeda fue negativa.
La mayor¨ªa de los expulsados eran inmigrantes rumanos procedentes del poblado chabolista de El Salobral (Villaverde), que fueron desalojados el a?o pasado. De all¨ª fueron trasladados al poblado de prefabricados que tiene Cruz Roja y la Asociaci¨®n Comisi¨®n Cat¨®lica de Emigraci¨®n cerca de Valdeming¨®mez. "Nos echaron del poblado porque tiene unas normas muy r¨ªgidas. Mi marido empez¨® a beber y eso no dejan. Despu¨¦s le repatriaron a Rumania. Ahora me he quedado sola con mi hijo", se?al¨® Giorge Daniela, una mujer de 33 a?os, mientras amamantaba a su hijo de tres meses. ?ste se encontraba embozado en una manta. "Los gitanos vivimos muy mal en Rumania. No tenemos ni para comer. Ahora s¨¦ que mi hijo, de s¨®lo cinco a?os, y mi marido estar¨¢n muertos de hambre y en la calle sin poder calentarse", a?adi¨®. Daniela vive gracias a que se dedica a mendigar por la calle. Consigue una media de 10 euros al d¨ªa con los que tiene que sobrevivir.
Marido deportado
Un caso similar lo vivi¨® Alina Tomerllu, de tan s¨®lo 17 a?os. Sostiene en sus brazos a Cristina, una ni?a de dos meses que permanece somnolienta y de la que s¨®lo se ven los diminutos ojos asomar de entre una gran manta rosa. "Estoy sola con mi madre. No podemos comer m¨¢s que patatas o sopas. Mi marido se dedicaba a cuidar obras con otros gitanos, pero fue detenido y la polic¨ªa lo deport¨®. Ahora est¨¢ con mis otros dos hijos en Rumania", dice esta joven, que se cas¨® a los 14 a?os. Y esta serie de desgracias no le han borrado una amplia sonrisa de la boca. Sabe que ahora le toca peregrinar a un nuevo campamento y lo acepta. "Quiero algo seguro para que la peque?a pase el invierno", concluy¨®.
Vasile, un inmigrante de 28 a?os, ha pasado muchas penurias en los cinco a?os que lleva en Espa?a. Comenz¨® trabajando en el campo en el municipio murciano de ?guilas. Luego se vino a Madrid, donde le dieron alg¨²n empleo eventual de alba?il en diversas obras de la regi¨®n. Cobraba unos 20 euros al d¨ªa, con los que manten¨ªa a sus dos hijos de siete y nueve a?os. Adem¨¢s ese peque?o sueldo le permit¨ªa vivir de alquiler con otros compatriotas en un piso de Legan¨¦s. Pero el trabajo se acab¨® de repente y su jefe no pudo darles m¨¢s trabajo. "Ha venido una mala ¨¦poca y no vemos c¨®mo vamos a salir de esto. Ojal¨¢ que nuestro jefe nos pueda dar trabajo pronto", explic¨® Vasile, quien asegur¨® que tiene "todos los papeles en regla". "Antes mis hijos iban al colegio todos los d¨ªas, pero como hemos tenido que dejar Legan¨¦s, han dejado la escuela", a?adi¨®.
La polic¨ªa detuvo a uno de los inmigrantes acusado por el juzgado n¨²mero 13 de usurpaci¨®n de la propiedad privada, en este caso la granja porcina que se encontraba abandonada desde los a?os sesenta. Otros nueve compatriotas fueron trasladados a la comisar¨ªa de Villa de Vallecas por carecer de permisos de residencia. All¨ª se les iniciaron los expedientes de expulsi¨®n. Despu¨¦s fueron puestos en libertad.
Dos excavadoras comenzaron a derribar las naves, antes incluso de que la polic¨ªa abandonara el lugar, mientras varios camiones municipales trasladaban los enseres de algunos inmigrantes a los nuevos poblados donde han sido realojados.
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