Un camino a explorar
Esquerra Republicana de (ERC) es un partido catalanista realmente complicado. Lo aceptable en ¨¦l es su condici¨®n de partido de izquierdas, autor de una campa?a electoral, seg¨²n las voces que llegan de Catalu?a, audaz e imaginativa. Lo m¨¢s dif¨ªcil de conllevar en ERC es su renuncia a una larga tradici¨®n catalanista interesada en encontrar un proyecto pol¨ªtico capaz de armonizar el proceso de modernizaci¨®n y regeneraci¨®n de Espa?a con la construcci¨®n nacional catalana. Y junto a ello, habr¨ªa que apuntar su inserci¨®n en una corriente pol¨ªtica que se manifest¨® en el poco positivo tiempo de la "Catalu?a populista" de los a?os treinta. Lo cierto es que los antecedentes pol¨ªticos de la Esquerra en la II Rep¨²blica no son traquilizadores. Baste recordar al respecto el juicio, sin duda desbordado, del ex presidente don Niceto Alcal¨¢-Zamora en 1936: "La Esquerra, contando con personalidades destacadas y algunas de ellas eminentes, en conjunto es [el partido pol¨ªtico] que tiene, o hasta ahora ha tenido, menor sentido de la realidad y de la prudencia, entre todos los de Espa?a y, hasta donde yo conozco, entre todos los del mundo".
La cuesti¨®n es si el PSC puede formar gobierno en alianza con el partido catalanista radical
Es con este partido con el que proyecta aliarse el PSC. Un partido socialista que en la primera parte de su campa?a electoral ofreci¨®, a trav¨¦s de Pasqual Maragall, los perfiles de una pol¨ªtica catalanista con el objetivo, seguramente, de ampliar sus bases naturales de voto con el apoyo de sectores nacionalistas o filonacionalistas. El c¨¢lculo socialista ha fracasado y han sido los genuinos partidos nacionalistas los que se han beneficiado de ese acento de la direcci¨®n socialista en elementos del viejo discurso catalanista. El caso es que parte del voto de izquierdas ha ido a una opci¨®n nacionalista que ha demostrado capacidad de enganchar en sus redes a un sector del electorado que, viendo como fatal el escenario nacionalista que se abre ante ¨¦l, ha optado por aquella fuerza pol¨ªtica que le ofrece mayores posibilidades de absorci¨®n. La propia personalidad de Carod-Rovira, hijo de emigrante aragon¨¦s, y su acento en un nacionalismo de preferente signo c¨ªvico-pol¨ªtico explican buena parte de la subida de ERC.
La cuesti¨®n que se abre ahora es la de si el PSC puede formar gobierno en Catalu?a en alianza con el partido catalanista radical. Las razones en contra son de peso. No se trata de gobernar un ayuntamiento, sino la Generalitat; la campa?a ha dejado solemnizado el pacto a favor de la reforma del Estatuto por el candidato socialista; el plan Ibarretxe se cierne sobre el escenario catal¨¢n con indisimulada "vis" atractiva. No son de menos peso las razones a favor del pacto entre el PSC y ERC. Se trata de la oportunidad de ofrecer una alternativa de izquierdas a un gobierno de derechas enquistado en las instituciones catalanas. Desde el punto de vista del inter¨¦s general de Espa?a, las posibilidades de un conflicto institucional con un Gobierno Maragall-Carod no pueden ocultar las posibilidades de un mayor enfrentamiento a cargo de un Gobierno Mas-Carod. En este contexto, la pretensi¨®n del PP de que el PSC ofrezca su apoyo a CiU para formar gobierno parece una petici¨®n excesiva, incluso quedando fuera del mismo los socialistas.
Vistos los resultados electorales, desde luego que merec¨ªa la pena el riesgo de la victoria del Maragall reformador del Estatuto e impulsor de nuevas realidades regionales. El caso es que esa victoria no se ha conseguido y es con los mimbres disponibles con los que habr¨¢ de formarse el futuro Gobierno de Catalu?a. Una posible salida es la de confiar en el sentido com¨²n de Pasqual Maragall. Un sentido com¨²n que acaso convendr¨ªa reforzar con la autoridad de un PSOE que se sabe depositario de la confianza de un amplio sector del electorado catal¨¢n. Un Pasqual Maragall con ideas claras, leal a la Constituci¨®n y al pacto nacional que implica el texto de 1978, podr¨ªa imponer su liderazgo a una ERC que, al fin y al cabo, no puede ir m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n de socio minoritario. El car¨¢cter particular del nacionalismo catal¨¢n esgrimido por Carod en la campa?a podr¨ªa, en hip¨®tesis, hacerle receptivo a una idea de lealtades compartidas en el marco de un funcionamiento pluralista de la vida espa?ola y europea. El hecho europeo ser¨¢ siempre un argumento a favor de Maragall a la hora de frenar los entusiasmos nacionalistas de ERC. Europa no da abrigo a Estados libre-asociados. Y la sociedad catalana, como la vasca, no pueden plantearse, ni como hip¨®tesis, una marginaci¨®n de la UE.
El resultado final es que, en ausencia de un dif¨ªcil acuerdo CiU-PSC, el pacto entre el PSC y ERC podr¨ªa ser un camino merecedor de ser explorado. No va a ser un camino de rosas. Pero la alternativa CiU-ERC puede resultar peor. Mientras tanto, parece llegada la hora de que el PSC se plantee su renovaci¨®n. De que se supere la extra?a coalici¨®n que en ocasiones aparenta el socialismo catal¨¢n entre el voto del PSOE y una ¨¦lite catalanista. Es necesario un PSC confiado plenamente en los valores constitucionales, en el pacto nacional de 1978 y en la defensa de unas lealtades compartidas en el marco del pluralismo cultural y pol¨ªtico. Quiz¨¢s el PSC sea ya lo que se reclama. Lo que es necesario entonces es acomodar su discurso pol¨ªtico y sus mensajes electorales, incluida la imagen de sus l¨ªderes, a la demanda que proyecta la sociedad catalana.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado de la UNED.
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