La transici¨®n en Abril (Martorell)
Veinticinco a?os despu¨¦s de firmada la Constituci¨®n es otro buen momento -por la distancia hist¨®rica- para hacer balance de los m¨¦todos y contenidos de la transici¨®n desde una dictadura a una democracia. M¨¢xime cuando ha aparecido gente que pretende revisar, en su propio beneficio, lo acontecido en esos a?os. "Los testigos ajustan cuentas con su pasado sin importarles mucho -o tal vez ya han idealizado pro domo sua aquel tiempo- la estricta veracidad de los hechos", ha escrito Alfonso Guerra.
Hay b¨¢sicamente dos versiones sobre la transici¨®n espa?ola. Para unos fue un proceso ejemplar, perfecto, mod¨¦lico; esta posici¨®n se ha olvidado de las dificultades de aquella coyuntura. Para otros fue un pacto de traici¨®n, en el que unos y otros dejaron aparte los principios. En medio se sit¨²an los que buscaron el consenso para sacar a Espa?a de la maldici¨®n hist¨®rica de la violencia y la ausencia de las normas del Estado de Derecho. Entre estos ¨²ltimos hay una figura desgraciadamente desaparecida, que con el tiempo se agranda, y que deber¨ªa tener un papel estelar en el recuerdo de aquellos d¨ªas que ahora se est¨¢n conmemorando: el que fue vicepresidente de Gobierno con Adolfo Su¨¢rez, Fernando Abril Martorell (FAM).
He conocido el manuscrito de la estupenda biograf¨ªa pol¨ªtica de FAM (La transici¨®n en Abril), escrita por quien fue su colaborador en aquel despacho de la madrile?a Castellana n¨²mero 3 (que antes ocuparon, entre otros, el conde de Romanones, el presidente de la II Rep¨²blica don Manuel Aza?a, y el almirante Carrero Blanco), Antonio Lamelas. En el pr¨®logo a esa biograf¨ªa, al que pertenecen las citadas palabras de Guerra, otro de los colaboradores de Abril, Jos¨¦ Luis Leal, dice: "Fernando Abril dej¨® una huella profunda, no siempre reconocida... Fue un gran protagonista de los Pactos de la Moncloa y particip¨®, de manera decisiva, en la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n de 1978". Lo atestiguan tambi¨¦n los periodistas Sol Gallego-D¨ªz y Bonifacio de la Cuadra, que en su art¨ªculo "Historia de un consenso" del suplemento de EL PA?S del pasado s¨¢bado, titulado La Constituci¨®n del XXI, escriben: "Abril, un gran negociador, era firme partidario de una Constituci¨®n de consenso... Abril, que manten¨ªa una buena relaci¨®n personal con el vicesecretario del PSOE, Alfonso Guerra, dio un giro espectacular a la negociaci¨®n".
Nacido en 1936, el a?o que comenz¨® la guerra civil, la biograf¨ªa de Abril siempre estuvo marcada por ese hecho. De ah¨ª su obsesi¨®n por el consenso: "Apareci¨® la tentaci¨®n de establecer una Carta Magna sectariamente inclinada a un s¨®lo sector de la sociedad, al sector m¨¢s conservador. Fue Fernando Abril, su entendimiento, su comprensi¨®n quien tuvo la m¨¢s pronta visi¨®n de no malgastar la ocasi¨®n que la historia nos brindaba y supo hacer bandera del consenso, por encima de las sesgadas bander¨ªas".
Ministro de Agricultura, vicepresidente pol¨ªtico y econ¨®mico de UCD, senador real y diputado, presidente de Uni¨®n Naval de Levante, vicepresidente del Banco Central, Fernando Abril dedic¨® su vida pol¨ªtica a solucionar tres grandes cuestiones por encima de las dem¨¢s, sostiene Lamelas: que Espa?a tuviera una Constituci¨®n acordada y no impuesta, la integraci¨®n en Europa y el control de la inflaci¨®n, con el que estaba verdaderamente obsesionado.
La transici¨®n espa?ola tuvo unos rasgos que le dan su idiosincrasia: la ausencia de un plan preconcebido, la improvisaci¨®n: primero fue la praxis y luego la teor¨ªa. Sus protagonistas fueron individuos y no partidos pol¨ªticos (Su¨¢rez, Carrillo, Felipe Gonz¨¢lez, Abril...). Ese protagonismo tampoco fue de los intelectuales o de los pol¨ªticos experimentados, sino de quienes aplicaron m¨¢s voluntarismo que conocimiento. No la hizo el pueblo sino que fue obra de actores (otros no aparecieron), aunque el plat¨® se llamara Espa?a.
Para instrumentarla fue necesario una gran pedagogia y capacidad de convencimiento. Ahora que hay una gran parte de la sociedad espa?ola que s¨®lo sabe de aquellos d¨ªas a trav¨¦s de los libros de historia y de los medios de comunicaci¨®n, es justo sobresalir la personalidad de FAM.
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