Con el Nilo como cuna
Un intenso crucero fluvial de Asu¨¢n a Luxor
Fueron los griegos los primeros en emprender largos viajes para ver una de las siete maravillas del mundo antiguo: las pir¨¢mides de Giza, en El Cairo. Herederos de esa curiosidad, millones de personas contin¨²an peregrinando a Egipto, un territorio que abruma a los viajeros.
Una de las mejores formas de enfrentarse a tal cantidad de monumentos en una primera visita es a bordo de uno de esos enormes barcos-hotel que surcan el Nilo. El r¨ªo m¨¢s largo del mundo, 6.671 kil¨®metros desde su nacimiento en Tanzania hasta desembocar en Egipto, es tambi¨¦n uno de los m¨¢s transitados por el turismo durante los 210 kil¨®metros que separan Asu¨¢n de Luxor. Un recorrido que dura entre tres y cuatro d¨ªas, seg¨²n se remonte o se baje el Nilo, permite hacerse una idea del esplendor que alcanz¨® el antiguo Egipto desde 2700 antes de Cristo hasta que Cleopatra VII claudic¨® ante los romanos en el a?o 30 antes de Cristo.
Las embarcaciones para los turistas son verdaderos hoteles flotantes de entre 100 y 150 camarotes. Por un lado, los traslados son placenteros y permiten disfrutar de los contrastes del paisaje del r¨ªo. Por otro, el viajero que no tenga esp¨ªritu gregario se encontrar¨¢ con m¨¢s de una encerrona tipo fiesta de disfraces del capit¨¢n.
1 Asu¨¢n
El diario de un viajero apresurado podr¨ªa comenzar en Asu¨¢n, la ciudad m¨¢s al sur del pa¨ªs. Sus 250.000 habitantes -frente a los 17 millones de El Cairo-, la isla Elefantina, que separa el r¨ªo en dos canales, y el templo de Fil¨¦ son parte de sus tesoros. Algunos tienen la suerte de aterrizar al mediod¨ªa, de forma que la intendencia (traslado a la motonave, cambio de dinero y aprovisionamiento de agua mineral) puede hacerse todav¨ªa con luz. La terraza del hotel Old Catarat invita a contemplar la puesta de sol sobre la isla Elefantina. Un paseo en calesa por la Cornisa del Nilo y el zoco es la mejor forma de introducirse en la ciudad. Los abalorios brillantes, colgantes plateados y flecos que se mecen al comp¨¢s del paso del caballo constituyen motivo de orgullo de los cocheros, que parecen competir en vistosidad.
Las embarcaciones para los turistas son verdaderos hoteles flotantes: entre 100 y 150 camarotes, casi todos tan amplios como la habitaci¨®n de un hotel, y su discoteca y piscina correspondientes. En Egipto nadie se baja de las cinco estrellas (categor¨ªa que en Espa?a equivaldr¨ªa a una o dos menos), as¨ª que la diferencia est¨¢ en los apellidos: superior, lujo, superlujo. El barco es un arma de doble filo. Por un lado, los traslados son placenteros y permiten disfrutar de los contrastes del paisaje del r¨ªo, desde la frondosidad de las orillas hasta la suavidad de las dunas. Por otro, el viajero que no tenga esp¨ªritu gregario se encontrar¨¢ con m¨¢s de una encerrona tipo fiesta de disfraces del capit¨¢n.
2 Ab¨² Simbel
Pero sin que el barco se haya movido a¨²n del muelle, la segunda jornada comienza antes de que salga el sol, Am¨®n Ra, padre de todos los dioses para los antiguos egipcios. Que nadie se extra?e si el gu¨ªa toca diana floreada a las tres de la madrugada. Hay que volver al aeropuerto y volar hasta Ab¨² Simbel, un conjunto monumental a las orillas del lago Nasser. El malhumor fruto de la falta de sue?o desaparece cuando, tras caminar unos 200 metros, el viajero rodea una colina y se da de bruces con el colosal templo de Ab¨² Simbel, vigilado por cuatro dioses sedentes, los colosos de Rams¨¦s II, promotor de la construcci¨®n en 1290 antes de Cristo. El fara¨®n no quiso que su esposa preferida, Nefertari, fuera menos, y a pocos metros levant¨® en su honor el templo de Hathor. A la admiraci¨®n por los arquitectos y artesanos del gran Rams¨¦s II hay que sumar la que se siente al saber que ambos templos fueron desmontados, fragmentados en 1.036 bloques y recompuestos en una cercana colina artificial. La empresa se realiz¨® entre 1963 y 1966, y dos a?os m¨¢s tarde, los templos se reabrieron al p¨²blico. El cambio de ubicaci¨®n fue necesario para evitar que los cubrieran las aguas del Nasser, uno de los embalses m¨¢s grandes del mundo, con m¨¢s de 5.000 kil¨®metros cuadrados, creado para controlar las crecidas del r¨ªo.
3 Kom Ombo
De vuelta a Asu¨¢n, el barco zarpa rumbo a Silsila, una peque?a localidad famosa por el conjunto de Kom Ombo, un doble templo dedicado a Horus (el dios con cabeza de halc¨®n) y a Sobek (el dios cocodrilo). Seg¨²n los egipt¨®logos, el edificio se construy¨® para calmar las iras del malvado Sobek, pero como no despert¨® muchas simpat¨ªas entre los fieles, los sacerdotes decidieron consagrarlo a otra deidad con mejor prensa. Por cierto, Sobek se ha quedado solo en el Nilo, ya que sus cong¨¦neres, los cocodrilos de verdad, desaparecieron hace d¨¦cadas. Entre las deidades representadas en los bellos y refinados bajorrelieves destaca la de Cleopatra VII, tan atractiva esculpida en la piedra como lo est¨¢ Elizabeth Taylor en la pantalla.
4 Luxor
El crucero, que no suele cuidar la parte gastron¨®mica, pone rumbo a Luxor, la antigua Tebas, un lugar en el que da la sensaci¨®n de que los monumentos se reproducen por arte de magia. Dicen los gu¨ªas que el 30% de los monumentos del mundo est¨¢ en Tebas. Exagerados o no, lo cierto es que la ciudad es un gozo para los sentidos. Las dos orillas de la antigua Tebas, una dedicada a la vida y otra a la muerte, son para el turismo lo que la Meca para los musulmanes. Egipto todav¨ªa lucha por borrar la huella que dej¨® la masacre del templo de Hatshepsut en 1997. Prueba de ello son los cientos de polic¨ªas y arcos detectores de metales con los que el visitante se topa. En la orilla oriental, adem¨¢s de las ineludibles visitas a los templos de Luxor y Karnak, destaca el peque?o museo de Luxor, un anticipo del inabarcable Museo Egipcio de El Cairo. S¨®lo la delicada belleza de la estatua de Amenhotep III, una de las 24 esculturas que se hallaron casi intactas en 1989 enterradas en el patio del templo de Luxor, justifica la visita.
La parte occidental, la dedicada a la muerte, est¨¢ vigilada por los colosos de Memn¨®n. Lo que celosamente escond¨ªa el Valle de los Reyes en los riscos des¨¦rticos en los que los faraones excavaron sus tumbas est¨¢ ahora en museos de todo el mundo. La tumba de Tutankam¨®n -famosa porque se encontr¨® intacta en 1922-, las de Seti I (la mejor del valle) o Rams¨¦s II merecen una visita.
En el Valle de las Reinas destaca la tumba de Nefertari, reci¨¦n restaurada, a la que han puesto un precio de entrada disuasorio (100 libras) para evitar el deterioro. Los cruceros suelen detenerse dos d¨ªas en Luxor, tiempo para un primer encuentro, antes de embarcar hacia el lugar en el que no existe el silencio: El Cairo.
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