Cuesti¨®n de desconfianza
Las causas del fracaso, m¨¢s que los efectos, son lo m¨¢s preocupante del Consejo Europeo de Bruselas. En cuanto a efectos -?o son causas?-, los m¨¢s antieuropeos de la Administraci¨®n de Bush podr¨¢n estar satisfechos. El a?o empez¨® con la carta de los ocho patrocinada por Aznar dividiendo a Europa sobre la inminente, porque ya estaba decidida, invasi¨®n de Irak. Y termina con otro aliado favorito, Polonia, impidiendo (con Aznar en menor medida) lo que hubiera sido el feliz nacimiento de la primera Constituci¨®n (o al menos as¨ª se llamar¨¢) para Europa. El Consejo Europeo lleg¨® precedido de un intento m¨¢s de sembrar la ciza?a entre los europeos, con la exclusi¨®n de los d¨ªscolos Francia y Alemania, entre otros, de los contratos para la reconstrucci¨®n de Irak.
Desde un punto de vista pr¨¢ctico, que no pol¨ªtico, el hecho de que la Constituci¨®n europea llegue ahora o en 2005 importa poco. Hasta 2009 el sistema institucional se iba a regir, en cualquier caso, por el Tratado de Niza. Pero va a resultar dif¨ªcil culminar la Constituci¨®n en este clima enrarecido. Aunque lo sorprendente es que se haya llegado hasta aqu¨ª sin una crisis de importancia en los ¨²ltimos a?os. La causa profunda de lo ocurrido hay que buscarla en la desconfianza que se ha acumulado durante a?os y ahora ha rebosado: entre instituciones; entre viejos y nuevos; entre grandes y peque?os; entre incondicionales proamericanos y europe¨ªstas en materia de seguridad; o entre Espa?a, que lleva a?os present¨¢ndose como el socio fiable del Sur, y la, por ello, dolida Italia.
En ninguna ampliaci¨®n anterior se desconfi¨® tanto de los nuevos socios. Si los tratados de Amsterdam y de Niza ya tomaban precauciones frente a la ampliaci¨®n, las previsiones de la non nata Constituci¨®n y los tratados de adhesi¨®n firmados las refuerzan en el terreno econ¨®mico y en el del respeto a las normas democr¨¢ticas. La desconfianza en esta necesaria pero mal preparada ampliaci¨®n y la existencia de una asfixiante hiperpotencia solitaria ha llevado a algunos pa¨ªses fundadores a intentar amarrar bien la UE, en la Constituci¨®n o, ahora, en los "grupos pioneros" que pretende lanzar Chirac. ?ste cree haber discernido una "cierta diferencia de cultura" entre los pa¨ªses que tienen una larga experiencia en Europa y los otros. Pero Francia tambi¨¦n ha ido a lo suyo en todo este ejercicio constituyente. Y al impedir de malos modos el castigo por su incumplimiento del Pacto de Estabilidad ha creado un malestar que tambi¨¦n ha contaminado la cumbre de Bruselas, tan desastrosamente llevada por la presidencia italiana.
Para Espa?a, esta crisis puede tener costes externos e internos. De momento, al mantenerse Niza, Aznar ha preservado el "peso de Espa?a" en t¨¦rminos institucionales, pero no necesariamente su influencia ni sus alianzas. Ser el mejor aliado de EE UU no le convierte necesariamente en el mejor socio europeo. Chirac y Schr?der, aunque su amor no sea realmente tan profundo, van de la mano. Junto al fracaso constituyente y los nuevos niveles de desconfianza, tambi¨¦n ha sido significativo de este Consejo Europeo que viniera precedido por un desayuno tripartito sin precedentes entre Chirac, Schr?der y Blair. ?se es el eje, con Blair intentando un papel de componedor entre el Potomac y el Rin, que Espa?a tambi¨¦n hubiera podido representar. Es de esperar, pero no es seguro, que este pa¨ªs no tenga que elegir entre tener que ba?arse en un r¨ªo o en el otro.
Aunque no sea la ¨²nica raz¨®n y Aznar haya dejado v¨ªas de salida abiertas, es la primera vez desde el ingreso en 1986 que la inminencia de unas elecciones generales en Espa?a ha hecho imposible una decisi¨®n europea de trascendencia como la Constituci¨®n. Adem¨¢s, nuestra integraci¨®n en Europa y los avances en la integraci¨®n europea han sido un factor de estabilizaci¨®n interna. La confianza en Europa facilita la confianza interna en esta Espa?a plural, y la Constituci¨®n la reforzaba. Si la bicicleta europea se para, no s¨®lo se puede caer Europa, sino tropezarse Espa?a.
aortega@elpais.es
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