Habr¨¢ una Constituci¨®n europea (a pesar de Aznar)
Despu¨¦s del hundimiento de la Conferencia Intergubernamental (CIG), y aunque todos se esfuercen en hacer de la necesidad virtud, asegurando que m¨¢s vale un no-acuerdo que un mal acuerdo, un grave interrogante se abre sobre el futuro del proyecto europeo. All¨ª donde la Convenci¨®n constituyente tuvo ¨¦xito, la CIG ha sido un desastre que confirma la ineficacia del procedimiento, agravada por la Presidencia italiana.
El fracaso de Bruselas es una responsabilidad colectiva de todos los jefes de Estado y de Gobierno. Los Parlamentos y la opini¨®n p¨²blica de cada pa¨ªs deber¨¢n juzgar severamente la del suyo. Pero desde la legitimidad que a los socialistas nos da el apoyo que hemos prestado al nuestro -aun cuando exigi¨¦ndole que no vetara la Constituci¨®n- tenemos que atribuir a la posici¨®n adoptada por el se?or Aznar una gran parte de la responsabilidad en lo ocurrido. Aznar ha sido un decidido contribuyente neto al fracaso de la Cumbre de Bruselas. Este es el gran fracaso, el mayor fracaso de Aznar y su Gobierno, Rajoy incluido.
Nunca Espa?a hab¨ªa llegado tan sola y aislada como a la cumbre de Bruselas
Nunca Espa?a hab¨ªa llegado a una CIG tan sola y aislada, con la amenaza del veto como ¨²nico recurso, abandonada en buena medida por el amigo brit¨¢nico, y con el Gobierno polaco, jaleado por su extrema derecha, como fundamental aliado.
Desde la opci¨®n por Bush en la guerra de Irak y la "carta de los ocho", Aznar ha ido instalando a su Gobierno en la incomunicaci¨®n con los pa¨ªses y las instituciones motores de Europa, haciendo perder a Espa?a la posici¨®n central en la formaci¨®n de mayor¨ªas europe¨ªstas para avanzar que hab¨ªamos construido con buenos resultados desde el ingreso en las Comunidades Europeas el 1 de enero de 1986.
El Gobierno espa?ol ha dejado pasar cinco meses sin buscar aliados de peso, y sin pedir nunca -incomprensiblemente- que a Espa?a se le restituyeran los catorce esca?os en el Parlamento Europeo, que Aznar perdi¨® en Niza.
La pretensi¨®n del presidente del Gobierno -expuesta en el debate de ayer en el Congreso- de que la Convenci¨®n ten¨ªa un mandato para cambiar Niza salvo en la parte institucional es sencillamente absurda e imposible. Es olvidar que la Convenci¨®n abord¨® un verdadero proceso constituyente para democratizar de ra¨ªz la estructura jur¨ªdico-pol¨ªtica de Europa. Es olvidar que en la Convenci¨®n -por ampl¨ªsimo consenso- hemos hecho una Constituci¨®n que lo cambia todo, tambi¨¦n el reparto del poder. Esta Constituci¨®n es de una naturaleza diferente a lo que hasta ahora ha sido una l¨®gica intergubernamental en la Uni¨®n. La doble mayor¨ªa -Estados y poblaci¨®n- fijada en el proyecto de Constituci¨®n est¨¢ en relaci¨®n con la base de cualquier democracia: los ciudadanos. Por el contrario, el ininteligible reparto de votos en el Consejo de Ministros que se acord¨® en Niza, de naturaleza intergubernamental, pensado para facilitar minor¨ªas de bloqueo, no puede ser la base para una Constituci¨®n del siglo XXI.
Y aqu¨ª es en realidad donde reside el problema fundamental, que tiene que ver con la diferente visi¨®n pol¨ªtica de fondo sobre la Uni¨®n que unos y otros quieren. El Gobierno de Aznar, desde el primer momento, se vio arrastrado a la Convenci¨®n y no fue sinceramente favorable a la idea de una Constituci¨®n, que implica un salto pol¨ªtico cualitativo en la idea de Europa. De este modo, Aznar ha da?ado profundamente los intereses de Espa?a.
Efectivamente, el peso de un pa¨ªs en Europa no puede medirse s¨®lo por su capacidad de construir minor¨ªas de bloqueo, con respecto a las cuales se ha tergiversado lo indecible al comparar el sistema establecido en Niza y el propuesto por la Convenci¨®n. Por ejemplo, la "vieja Europa" de Rumsfeld o, en sentido contrario, el grupo de pa¨ªses con tradici¨®n de neutralidad pod¨ªan formar una minor¨ªa de bloqueo con el sistema de Niza, pero no con el de la Convenci¨®n.
Ello muestra que hacen falta reglas m¨¢s democr¨¢ticas y sencillas para la toma de decisiones, como ha hecho la Convenci¨®n.
Tras el fracaso de la cumbre de Bruselas, se impone preguntarse: ?y ahora qu¨¦?
Es necesario que la Presidencia irlandesa convoque lo antes posible a la CIG para cerrar un acuerdo sobre la definici¨®n de la mayor¨ªa cualificada en la l¨®gica del proyecto de Constituci¨®n europea, para que ¨¦sta pueda ser evaluada por los ciudadanos en las elecciones europeas de junio de 2004 y, en los pa¨ªses donde as¨ª se hubiera previsto (como Espa?a), votarla en refer¨¦ndum.
Ser¨ªa positivo que volviera a reunirse la Convenci¨®n, para lanzar un mensaje de firmeza a los Gobiernos y de confianza a la opini¨®n p¨²blica europea en el sentido de que la Constituci¨®n es irreversible.
La movilizaci¨®n de la ciudadan¨ªa europe¨ªsta, de las instituciones, de los partidos, de los sindicatos, de las ONG, ser¨¢ imprescindible para enfrentarse a quienes, como Aznar, han trabajado para dividir Europa, someterla a la estrategia norteamericana, impedirle avanzar pol¨ªticamente, reduci¨¦ndola a una mera zona de libre cambio. Lo que perdieron estos euroesc¨¦pticos en la Convenci¨®n lo han querido recuperar en la CIG a trav¨¦s de la posici¨®n de Aznar. No puede extra?ar, por eso, que durante el debate celebrado el pasado martes por el Parlamento Europeo sobre la fallida Cumbre de Bruselas quienes ¨²nicamente felicitaran de manera calurosa a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar fueran precisamente los eurodiputados m¨¢s antieuropeos, por haber contribuido de forma decisiva a bloquear la Constituci¨®n.
El PSOE, como hizo en la Convenci¨®n y durante la CIG, va a apostar con fuerza para que la Constituci¨®n europea entre en vigor cuanto antes. Porque es la mejor forma de defender los intereses nacionales, que son los europeos. Para ello, los socialistas debemos situar a la Constituci¨®n europea en los primeros lugares de nuestra oferta electoral, tanto en las elecciones generales como en las europeas.
El PSOE es el partido de la Constituci¨®n europea; el PP ha demostrado ser el de la divisi¨®n de la UE.
Josep Borrell, Carlos Carnero y Diego L¨®pez Garrido son diputados socialistas al Congreso y al Parlamento Europeo y miembros de la Convenci¨®n.
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