La belleza del repliegue
Frente al desplegarse de la juventud, que, a veces, como en nuestra ¨¦poca, cobra el valor imperativo de una norma universal, hay en el artista maduro, obstinado y consciente, la elecci¨®n singular del repliegue, el regreso al fuero ¨ªntimo que ha marcado su propio destino, ya insoslayable. Lo hace adem¨¢s con la determinaci¨®n de quien ya no teme verse por ello arrinconado, quiz¨¢ lejos de la estruendosa actualidad, pero, en todo caso, en su personal e intransferible rinc¨®n de luz. Este aparente "fracaso" en relaci¨®n con lo que sucesivamente se debe hacer es, sin embargo, una conquista, gracias a cuyos duros avatares el arte cobra profundidad y deja de identificarse simplemente con la moda. ?sta es la historia de Juan Carlos Savater (San Sebasti¨¢n, 1953), pintor que lleva d¨¦cadas de brega singular, a trav¨¦s de la cual se ha enfrentado con todo tipo de quimeras, incluida la de verse internacionalmente reconocido en su correspondiente etapa de novedad emergente, ante la cual, no obstante, no se quiso plegar, porque, ahora lo vemos, lo suyo es el repliegue.
JUAN CARLOS SAVATER
Galer¨ªa Trama
Alonso Mart¨ªnez, 3. Madrid
Hasta el 11 de enero de 2004
Los frutos de este repliegue est¨¢n a la vista en su deslumbrante exposici¨®n, en la que exhibe una veintena de cuadros, ¨®leos sobre madera, pr¨¢cticamente en su totalidad fechados en 2003. Aflora en esta obra ¨²ltima de Savater, como apreciar¨¢ de inmediato quien haya seguido su trayectoria, los trazos aterciopelados, los cambiantes juegos de luces, el encendido cromatismo y la sumaria evocaci¨®n a¨¦rea de rec¨®nditas figuras como de paisajes retirados, donde la inmensidad se atisba como algo, a la vez, inaccesible y pr¨®ximo; en resumen: todo ese mundo pintado, de perfil grave y suntuoso, que alumbr¨® hacia la segunda mitad de la pasada d¨¦cada de 1980. Pero el sentido de este repliegue sobre s¨ª mismo no es en absoluto una vuelta atr¨¢s, sino, en todo caso, al detr¨¢s que anima toda b¨²squeda creadora, que es un ejercicio de adentrarse en la memoria vivificante, un ahondar en s¨ª y por s¨ª. De esta manera, lo que se nos ofrece a la contemplaci¨®n, nos resulta simult¨¢neamente familiar y sorprendente, como cargado de una nueva fuerza y generador de emociones insospechadas. Es el replegarse en la intensidad. As¨ª hay que explicarse la maravillosa conmoci¨®n que producen algunos cuadros de esta exposici¨®n, como, cito de memoria, los titulados Hora transparente II, Invierno eremita, Luna, Semillas, Celeste II o el escalofriante y turbador Mar del norte, con su prodigiosa nota de carm¨ªn. En realidad, no s¨¦ c¨®mo se puede explicar la misteriosa energ¨ªa espiritual de esta obra reciente de Juan Carlos Savater, pero estoy convencido de que dimana de la belleza ¨²nica del repliegue, tanteando las sombras que se dejaron detr¨¢s, pero que ahora avivan la mejor aurora.
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