El torbellino perif¨¦rico
La Espa?a como agon¨ªa de los noventayochistas de naftalina se convierte en la Espa?a como monserga en manos de quienes no votaron la Constituci¨®n y se aferran ahora a ella con un frenes¨ª de postrimer¨ªas
Se acab¨®
En efecto. La monserga de una Espa?a que echa mano de los Reyes Cat¨®licos para consumar de una tacada la expulsi¨®n de los jud¨ªos y la erradicaci¨®n del moro granadino y constituirse como la Iglesia manda para emprender la gran aventura evangelizadora de las Am¨¦ricas Occidentales toca a su fin, en la medida en que el recurso al enemigo exterior como fermento de uni¨®n interna para laminar las diferencias (los asesores de Franco fueron aut¨¦nticos virgueros en el manejo de esa miseria emocional), est¨¢ m¨¢s que liquidado. La durante tanto tiempo larvada diferencia interior aflora en la t¨ªmida, confusa todav¨ªa, teor¨ªa del nacionalismo asim¨¦trico. No importa. Todo movimiento emancipatorio pasa por su fase confusa de exageraci¨®n, pero acaba por decir la suya si lo que dice es relevante. Lo es. Y lo que pasa en Catalu?a lo es y lo ser¨¢ todav¨ªa m¨¢s. El terreno de juego ser¨¢ otro, y parece oportuno sugerir aqu¨ª el desd¨¦n por la mismidad neofalangista para subirnos al tren de la seriedad.
El prestigio de la muerte
Hasta Unamuno era lacaniano sin saberlo cuando dec¨ªa que la muerte no le importaba gran cosa, ya que estando vivo la muerte no ocupaba su lugar, y en caso contrario ¨¦l ya no estar¨ªa presente. Esos sofismas de neur¨®tico apuntan al enigma de que ning¨²n vivo tiene experiencia de la muerte, ya que es lo ¨²nico que el interesado no puede contar. Pero s¨ª escenificarla. Estar dispuesto a derramar hasta la ¨²ltima gota de sangre en defensa de la Patria es todav¨ªa un dictum de cierto predicamento ret¨®rico en la m¨ªtica de estirpe militar, pero tambi¨¦n entre sus oponentes paramilitares. Cualquier creencia aspira a ser definitiva si la clase de tropa de sus seguidores no tiene reparo en exponerse a la muerte para ponerla a salvo de sus enemigos. La sangre derramada es un recurso de estirpe rom¨¢ntica, atento en todo a una inmediatez de la conducta que ignora la complejidad de las mediaciones sociales.
Trato de favor
A la vista del maltrato con que Estados Unidos somete a sus prisioneros afganos en Guant¨¢namo y de su comportamiento como ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, no se entiende as¨ª como as¨ª que George Bush asegure que el juicio a Sadam Husein se har¨¢ bajo supervisi¨®n internacional, salvo que estemos ante uno de esos acuerdos impl¨ªcitos entre iguales en el que Sadam ser¨ªa reconocido todav¨ªa como el ex jefe del Estado al que llev¨® a la ruina. A poco que sean ciertas la mitad de las acusaciones contra el dictador de Bagdad, el trato que se le dispensa (visita m¨¦dica -y televisada- inicial incluida) contrasta con la legi¨®n de fam¨¦licos detenidos por el gobierno estadounidense en mazmorras inhumanas, a los que no se les reconoce ning¨²n derecho individual ni legal. Se diga lo que se diga, la ley nunca ha sido igual para todos.
La funci¨®n explicativa
En lo que Valencia s¨ª es pionera (detalle en el que todav¨ªa no han ca¨ªdo Zaplana ni Camps) es en el esplendor explicativo de algunos de sus altos cargos. No creo que haya ejemplo tan estimulante en ninguna otra comunidad de nuestra comunitaria Espa?a. En cuanto un articulista escribe algo sobre la Bienal o el Consorcio de Museos, o sobre Vivienda y Territorio (tanto monta, monta tanto, Consuelo como Blasco), le viene encima una estupenda respuesta, urdida por alg¨²n experto mitad en hip¨¦rboles mitad en charlataner¨ªa de feriante y a sueldo de la Administraci¨®n, un negro que tratar¨¢ sobre todo de demostrar que el abajo firmante al que alquila su inteligencia es mucho m¨¢s culto y est¨¢ m¨¢s impuesto en lo que sea que el pobre articulista que lo mencion¨®. Como si lo que estuviera en juego fuera el saber de cada cual y no el aprovechamiento de la ignorancia ajena para prosperar en los negocios.
Todo se mueve
Que Catalu?a no es, por fortuna, Madrid, no s¨®lo lo muestra la pervivencia pol¨ªtica de un tipo tan eficaz y divertido como Pasqual Maragall, que ya lo querr¨ªa yo por aqu¨ª. Tambi¨¦n est¨¢ el hecho, sin duda de mayor relevancia, de que all¨ª no ha sido siquiera pensable la compra de diputados para evitar que la izquierda se alce con el gobierno de la Generalitat. A horas de ahora, imagine el lector cu¨¢l ser¨ªa la situaci¨®n si las devastadoras argucias que siguieron a las elecciones en la Asamblea de Madrid no hubieran arrebatado la presidencia a los socialistas. Tendr¨ªamos ahora un pep¨¦ de periferia ante unas elecciones generales. Y el pobre Zaplana, con esa expresi¨®n de perplejidad que ponen los chinos en situaciones de mucho compromiso, permiti¨¦ndose dar consejitos zorrunos a los socialistas. ?Qu¨¦ espera Joan Ignasi Pla para hacerse algo m¨¢s que lo foto con los dirigentes de nuestro norte particular, Ebro mediante?
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