Putin y su nueva mayor¨ªa
La euforia de Vlad¨ªmir Putin y los suyos no ha durado mucho: 48 horas despu¨¦s de su victoria en las elecciones legislativas del 7 de diciembre, un atentado terrorista en el coraz¨®n mismo de Mosc¨², frente al Hotel Nacional, provoc¨® seis muertos y quince heridos. Ya la v¨ªspera del escrutinio otro atentado en Yesentuk¨ª provoc¨® 44 v¨ªctimas y m¨¢s de cien heridos. Para completar esta lista negra, el pasado jueves 11, en Jazaviurt, en la frontera entre Chechenia y Daguest¨¢n, en la casa del jefe de polic¨ªa encargado de la lucha contra el secuestro, se descubri¨® por azar un "cad¨¢ver viviente", un chico de 14 a?os que s¨®lo pesa 15 kilos despu¨¦s de haber estado retenido durante tres a?os en una c¨¢mara oscura.
Este descubrimiento no solamente arroja una cruda luz sobre el nivel de corrupci¨®n de Rusia, sino tambi¨¦n sobre "la industria de los secuestros" que prospera en Chechenia. M¨¢s de 220 personas, de todos los sexos y edades, han sido retenidas como rehenes y se ha pedido un mill¨®n de d¨®lares por cada una para liberarles, conform¨¢ndose normalmente con 20.000. Durante los tres a?os de independencia, entre 1996 y 1999, la peque?a rep¨²blica cauc¨¢sica ya ten¨ªa la reputaci¨®n de ser la capital de los secuestros. Vlad¨ªmir Putin, antes incluso de ser elegido presidente de Rusia, desencaden¨® una nueva guerra de Chechenia para restablecer el orden. Casi cinco a?os m¨¢s tarde, los resultados de las elecciones legislativas parecen darle la raz¨®n: un 75% de los chechenos han votado -frente al 50% nada m¨¢s en la asamblea de Rusia- y han otorgado el 81% de los votos al candidato de Rusia Unida, frente al 36% en el resto del pa¨ªs. Pero para creer en una victoria semejante, habr¨ªa que ser completamente est¨²pido, y no es el caso de Vlad¨ªmir Putin.
Rusia no ofrece a sus ciudadanos un sueldo que les permita vivir. Seg¨²n los c¨¢lculos oficiales, el m¨ªnimo necesario para vivir se sit¨²a en 2.260 rublos, pero los salarios de los profesores, enfermeras, polic¨ªas y otros budgetniki no superan los 1.500 rublos. Esto explica la extraordinaria corrupci¨®n que no escandaliza a nadie: todo se compra, desde el t¨ªtulo universitario a la cama de hospital, sin olvidar los sobornos a los polic¨ªas, funcionarios de aduanas y otros servidores del Estado. La delincuencia pura y dura tambi¨¦n va muy bien, y este pa¨ªs ocupa el segundo lugar, despu¨¦s de Colombia (consumida por la guerra civil), en n¨²mero de muertos por cada cien mil habitantes. En las regiones problem¨¢ticas, como Chechenia, esto se traduce en un florecimiento de secuestros a cuyos autores no se sabe d¨®nde buscar. ?Es la polic¨ªa local, como en Jazaviurt o los jadirovtsy, la milicia del presidente prorruso, Akhmed Kadyrov, o los independentistas extremistas o gente sencilla que sobrevive?
Unas semanas antes de las elecciones a la Duma, Izviestia public¨® en portada los resultados de un sondeo sensacional de la Academia de Ciencias y de la Fundaci¨®n socialista alemana Friedrich Ebert. El resultado era que el 50% de los rusos consideran que pertenecen a la clase media, a pesar de no ganar m¨¢s que 3.600 rublos al mes, es decir, 120 d¨®lares o 100 euros. Esto desaf¨ªa la imaginaci¨®n, porque con un sueldo semejante es pr¨¢cticamente imposible vivir en Mosc¨² -una de las ciudades m¨¢s caras del mundo- ni siquiera en un agujero perdido de provincias. Evidentemente, esta clase media obtiene sus ingresos de la econom¨ªa "gris" -o negra-, como se llama aqu¨ª al sistema de relaciones paralelas marcadas por la corrupci¨®n o semilegalidad. Eso se confirma por la oleada de viajes al extranjero que no afecta solamente a los grandes ricos que llenan los hoteles de cinco estrellas o compran villas en la Costa Azul. La "clase media" rusa participa en ellos masivamente en Turqu¨ªa, Egipto y m¨¢s a menudo en Francia, Italia e incluso las islas Canarias. Estos turistas han gastado en el extranjero 480 millones de d¨®lares, seg¨²n las estad¨ªsticas oficiales, que no indican el n¨²mero de consumidores.
Pa¨ªs del Norte, Rusia siempre ha tenido un problema con la violencia debida al vodka. Las mujeres han sido a menudo v¨ªctimas de la violencia conyugal. Pero en la actualidad la situaci¨®n ha empeorado hasta el punto de que Rusia se ha puesto a la cabeza en el n¨²mero de accidentes de tr¨¢fico. En Mosc¨² y en las otras grandes ciudades impresionan los monstruosos atascos, debidos a la marea de veh¨ªculos extranjeros. ?Qui¨¦n puede permitirse semejante lujo en un pa¨ªs donde, seg¨²n su presidente, 40 millones de ciudadanos viven por debajo del umbral de pobreza y que la oposici¨®n calcula en m¨¢s de 60 millones? Al igual que para la clase media con 100 euros al mes, la respuesta para nosotros sigue siendo la misma: "Se apa?an". Oficialmente, el 10% de la poblaci¨®n acapara el 36% de los ingresos nacionales, pero en un pa¨ªs de 145 millones de habitantes, ese 10% es, a pesar de todo, casi un mill¨®n y medio de personas.
Un importante diputado de la Duma me confes¨® que su sueldo de 600 d¨®lares al mes no le bastaba para vivir. Entonces, ?c¨®mo se las arregla una bailarina en Rostov del Don que s¨®lo cobra 1.500 rublos o 2.500 cuando llega a solista? ?Es que el sistema de los tchelnoki, hombres que van y vienen, sigue existiendo? "S¨ª", respondi¨® el citado diputado, pero ya no es la mafia quien maneja los hilos: "Hoy los grandes mafiosos se han convertido en hombres de negocios". As¨ª es como un sistema destinado a abastecer de urgencia el mercado se ha convertido en permanente y se tiembla ante la idea de que el ingreso de antiguos sat¨¦lites del Este en la Uni¨®n Europea, y la aplicaci¨®n de los acuerdos de Schengen, obstaculice este comercio individual que escapa a los impuestos.
El reciente censo ha revelado que de aproximadamente 40.000 familias rusas, 25.000 son urbanas y 15.000 rurales. La miseria de esta poblaci¨®n rural supera la capacidad de entendimiento. No hay carretera para acceder al 70% de los pueblos. Los campesinos no mueren de hambre, porque tienen bastante tierra para plantar patatas, pepinos, tomates y otros productos de primera necesidad. Pero siguen viviendo en los koljoz y los sovjoz [cooperativas agr¨ªcolas estatales] —llamados de otro modo— y la reciente y muy controvertida ley sobre la venta de tierras ni siquiera les concierne: nadie tiene dinero para comprarlas. ?C¨®mo podr¨ªan hacer la competencia a la producci¨®n occidental que domina indiscutida en los supermercados de sus ciudades? Rusia importa cada a?o 4.500 millones de d¨®lares en productos alimentarios. El problema no es saber si la mantequilla de Vologoda es o no mejor que la mantequilla danesa o si los yogures rusos son mejores que los Danone. Sencillamente no hay, excepto en algunos mercados de los koljoz. Cada vez m¨¢s tierras se dejan sin cultivar.
?C¨®mo salir de este desastre? La victoria electoral del 7 de diciembre ha hecho de Putin un verdadero presidente. Ya no es el heredero designado por su predecesor, Bor¨ªs Yeltsin. Y lo que es m¨¢s, los antiguos yeltsinianos de primera l¨ªnea, autores de las reformas "democr¨¢ticas" y de las privatizaciones salvajes, salen destrozados de este escrutinio: ya no tienen grupo parlamentario, puesto que no han alcanzado el 5% de los sufragios. En el otro extremo, el Partido Comunista pierde m¨¢s de la mitad de sus diputados, pero aunque protesta mucho por las trabas a su campa?a electoral, no parece capaz de aprender la lecci¨®n: su l¨ªder, Guenadi Ziug¨¢nov, quiere presentarse por tercera vez a las presidenciales de marzo esperando tener ¨¦xito en el tercer intento, como Salvador Allende.
La nueva mayor¨ªa de Putin est¨¢ compuesta por ministros y gobernadores que no tienen ninguna intenci¨®n de sentarse en la Duma. Interrogado por la BBC, un ilustre desconocido, convertido en diputado del partido del poder, explica: "No hemos hecho promesas, porque somos los hombres de lo concreto". Dicho de otra forma, diputados como ¨¦l har¨¢n concretamente lo que se les pida. El modesto Putin ya no puede encontrar excusas para su falta de ideas; ya no ser¨¢ culpa de su plet¨®rico Gobierno, ni debido a la influencia oculta de Bor¨ªs Yeltsin. Est¨¢ ah¨ª para ocho a?os y ya es hora de que d¨¦ prueba de sus aptitudes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.