Justicia vencedora
Hace unos d¨ªas sal¨ªa de la carcel Egon Krenz, quien ocupara ef¨ªmeramente la jefatura del Estado y la Secretar¨ªa General del Partido Socialista Unificado en la antigua RDA. Krenz hab¨ªa sustitu¨ªdo a Erich Honecker, el viejo jerarca comunista hasta entonces indiscutible y, a las tres semanas de su llegada al poder, dio la orden de abrir el muro de Berl¨ªn. Las im¨¢genes de aquellos miles de alemanes de ambos lados abraz¨¢ndose y subiendose sobre la pared que los hab¨ªa mantenido separados durante d¨¢cadas, dieron la vuelta al mundo. Era, sin duda, el fin de una ¨¦poca. Pero a?os despu¨¦s Krenz ser¨ªa juzgado y condenado a penas de c¨¢rcel por ser corresponsable -en su calidad de miembro del politbur¨®- de la muerte de las varias decenas de alemanes que, a lo largo de varios a?os, hab¨ªan intentado traspasar el muro. El hombre que dio la orden de abrirlo era condenado, parad¨®jicamente, por colaborar a mantenerlo cerrado en los a?os anteriores. Conocida la sentencia, Krenz se autoproclam¨® v¨ªctima de la "justicia vencedora".
Si nos atenemos a los hechos, la historia ha hecho pocas veces justicia en relaci¨®n con los cr¨ªmenes pol¨ªticos cometidos por toda clase de dictaduras, o con las violaciones de derechos humanos realizadas por gobiernos formalmente admitidos como democr¨¢ticos. Algunos dictadores murieron en la cama, como el general Franco. Otros terminaron sus vidas en exilios m¨¢s o menos dorados, como el recientemente fallecido Amin Dad¨¢, tras sembrar el terror en Uganda. Los hay quienes, como el general Pinochet, consigieron eludir la acci¨®n de la justicia mediante triqui?uelas legales y simulaciones, tras haber mandado asesinar a miles de personas. A algunos, como Gadafi, parece servirles una buena negociaci¨®n sobre las reservas petrol¨ªferas de su pa¨ªs y una buena indemnizaci¨®n a las v¨ªctimas del atentado contra el avi¨®n de la Pan Am, para volver a ocupar un lugar respetable bajo el sol. Otros, en fin, se convirtieron en "dem¨®cratas de toda la vida" cuando vieron que el chollo se terminaba.
En realidad, nunca ha habido justicia vencedora, por la sencilla raz¨®n de que nunca han vencido las v¨ªctimas. En el mejor de los casos, a algunas se les ha reconocido su historia, pisoteada y tergiversada por quienes les persigieron y asesinaron. A veces se han llegado a crear "comisiones de la verdad", en un intento de rescatar la memoria colectiva ocultada por los tiranos, pero sin que ello representara peligro de juicio para ¨¦stos.
Las v¨ªctimas, llegada la hora de los cambios, pocas veces han ocupado el lugar que la historia deber¨ªa haberles reservado. Y es que la justicia, casi siempre, pas¨® de largo por all¨ª. Reconozcamos que la justicia es oportunista, porque oportunistas son casi siempre los poderes que deben administrarla. Algunos, como Krenz, han pagado con algunos a?os de c¨¢rcel. Otros, con bastantes m¨¢s cargos a sus espaldas, se siguen marchando de rositas.
Es probable que en los pr¨®ximos meses asistamos a todo un circo medi¨¢tico para juzgar a Sadam Hussein, cuyo ritmo ser¨¢ cuidadosamente administrado seg¨²n el calendario electoral en EE UU, y cuya condena no se dictar¨¢ por los cr¨ªmenes que cometi¨® sino por no haber sabido marcharse a tiempo. La operaci¨®n Justicia Infinita en Afganist¨¢n sirvi¨® como reclamo publicitario, pero no ha conseguido hacer justicia en aqu¨¦l pa¨ªs ni, muchos menos, el imposible de resarcir a las v¨ªctimas de los atentados contra las torres gemelas de Nueva York. Ahora, en Irak, el autoproclamado ganador Bush se apresta a darnos una nueva lecci¨®n de justicia vencedora. Mientras tanto, los familiares de los cientos de personas a las que envi¨® a la silla el¨¦ctrica mientras era gobernador de Texas, seguir¨¢n recordando en silencio su particular forma de hacer justicia: por cada ejecuci¨®n, un pu?ado m¨¢s de votos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.