La culpa y sus voces
Hay un tren. As¨ª que tambi¨¦n hay un viaje. Un regreso. ?ngela, la protagonista de El perd¨®n de los pecados, vuelve al lugar de su infancia: Barranca, la madriguera de la que huy¨®. Para su vuelta ha necesitado o¨ªr una voz nombr¨¢ndole la muerte. Antes, son¨® el tel¨¦fono en su casa de Madrid. Su madre y su hermana han fallecido.
De ese viaje de regreso se servir¨¢ Antonio Fontana (M¨¢laga, 1964) para reconstruir una memoria hecha con voces desaparecidas. "Cuida de Tecla", escuch¨® ?ngela de ni?a en la despedida del padre. De esa manera les dijo adi¨®s para siempre. Y huy¨®. Tecla es la hermana, una deficiente mental, a la que se sinti¨® encadenada por la imagen de un futuro previsible de dependencia. Una herencia que ?ngela no quiso admitir y que tambi¨¦n la llev¨® lejos de Barranca. Barranca, sus calles, las voces de su infancia, le har¨¢ renovar su culpa. Se sentir¨¢ culpable tambi¨¦n de no haber sido feliz, pues su vida se resume en cuatro l¨ªneas que recogen d¨¦cadas cansinas de maestra en Madrid.
EL PERD?N DE LOS PECADOS
Antonio Fontana
Acantilado. Barcelona, 2003
154 p¨¢ginas. 8,55 euros
S¨ª, la novela parece ya le¨ªda, tanto se ha escrito sobre ese viaje interior que reconstruye al personaje y sus porqu¨¦s. Un regreso que se utiliza para ajustar cuentas y contarse la verdad. Pero en ese traqueteo del tren que se aproxima al lugar de origen, en ese vag¨®n vac¨ªo con la figura de ?ngela, maestra jubilada leyendo sobre un lugar llamado Manderley, en ese modo de contar su soledad opaca y oscura, hay destellos que iluminan al viaje y a su protagonista, esa mujer gris desclasada para los afectos. Fontana se mueve bien en los lugares cerrados, el tren, la casa, el cementerio. Y luego est¨¢ el lugar m¨¢s cerrado: el propio pensamiento.
Todo esto para recrear un mundo peque?o, un teatro donde se representa con solvencia el inmenso drama de las vidas anodinas, donde las tensiones rutinarias tienen fuerza dram¨¢tica. El abrazo del padre es un vuelo hacia arriba para caer desde lo m¨¢s alto. Y tambi¨¦n en lo m¨¢s alto de la escalera est¨¢ la liberaci¨®n, la desaparici¨®n del otro al alcance de la mano. Ha sido cerca del desv¨¢n que el autor se crece, y Fontana nos acerca a la duda y la futura culpa.
S¨ª, la novela parece le¨ªda pero el lector ha seguido el viaje con esa maestra jubilada que vuelve al lugar de su ni?ez, que viaja al invierno de su fr¨ªo interior con intenci¨®n de redimirse. Parece improbable porque ?ngela es una mujer con culpa y sin arrepentimiento, as¨ª que no sabe de qu¨¦ modo expiar su pecado. Adem¨¢s, la infancia es un lugar de encuentro donde no es posible hacer balance. Ya somos otros. Fontana lo resolver¨¢ enfrent¨¢ndola tranquilamente a la gente de Barranca que har¨¢ del reproche una forma de rencor. Digo tambi¨¦n que me sobra Manderley, sirve s¨®lo una vez, cuando leo y pienso que Rebeca es un libro que ?ngela cogi¨® al azar. Vaya destino. Ya saben, El perd¨®n de los pecados es un libro sobre el pecado y la redenci¨®n. Y ser¨¢ la memoria con sus voces la que nos contar¨¢ la historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.