Separa2
Que levante el dedo aquel ciudadano que no haya sido sorprendido en su buena fe -adem¨¢s de en su casto sue?o o en medio de la amigable charla o comida- por la intempestiva llamada telef¨®nica de captaci¨®n comercial al uso, aquella que comienza con el enf¨¢tico Don o Do?a y contin¨²a con la dubitaci¨®n ante el nombre y el apellido, signo inequ¨ªvoco de la falta de relaci¨®n entre llamadores y llamados o de algo peor, como es la falta de la capacidad para leer correctamente del molesto cuestionador.
Por lo general, justo es decirlo, el informe comercial de los no invitados contertulios termina en el momento en que de forma educada pero a la vez de firme se invita a dejar la cuesti¨®n, o se manifiesta la falta de inter¨¦s en la oferta que nos proponen. Un "disculpe" o "gracias por habernos atendido" zanja el asunto sin mayores complicaciones, pero en otros casos la insistencia raya en la falta de educaci¨®n o se escora de forma peligrosa hacia los abismos del C¨®digo Penal.
Por ejemplo, ahora parece que Uni2 -empresa dedicada a las comunicaciones telef¨®nicas y adyacentes- ha debido dar orden de que la insistencia en la oferta del producto debe superar con mucho lo pertinente y si se contesta con un "no me interesa, gracias", al instante, el sufrido dormil¨®n, o comensal, o cegado visionador de DVD, recibe una nueva llamada que le insiste en tono recriminatorio: "?Pero es que usted no quiere ahorrarse yo que s¨¦ cuanto dinero?". Pues no, y se cuelga. Y al instante otra llamada.
No quiero seguir; parezco tonto, lo s¨¦ bien, pero no quiero que nadie me perdone la vida o me haga rico por la v¨ªa del ahorro en las comunicaciones, y menos sin haber solicitado tanta merced.
Produce estupor ante estos hechos tanto la falta de criterio comercial por parte de los planificadores del fest¨ªn de llamadas como la inexistencia de legislaci¨®n que impida la molestia de atender a quien no ha sido convocado. El campo de la publicidad est¨¢ hecho una selva y necesario ser¨ªa que alguien pusiese coto a tanto desm¨¢n y agresi¨®n a los sentidos, incluido el com¨²n.
No es de recibo que los contribuyentes deban molestarse en se?alar a aquellos que disponen de los datos personales, las se?as y direcciones, que no desean ser molestados con las ofertas que tienen a bien realizar los comerciantes, sino que, muy al contrario, deber¨ªa solicitarse, quiz¨¢s por escrito y por triplicado, que s¨ª, que nuestro deseo es que nos interrumpan, que ocupen nuestro tel¨¦fono, nuestro fax y nuestro e-mail, y que nos inunden a consejos de compra venta, porque esto, para algunos, es la salsa de la vida.
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