La novela del alzamiento zapatista
El presidente Carlos Salinas de Gortari apenas hab¨ªa terminado de brindar por el A?o Nuevo de 1994 -y por la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte, uno de los principales objetivos de su Gobierno- cuando recibi¨® la urgente llamada del titular de la Defensa Nacional: al parecer, un grupo de rebeldes acababa de tomar por las armas la ciudad San Crist¨®bal de las Casas y otras localidades de Chiapas. Con la excepci¨®n de algunos miembros de los cuerpos de inteligencia -a los que nadie escuch¨®-, la aparici¨®n del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN) tom¨® por sorpresa a toda la clase pol¨ªtica. En contra de las primeras opiniones de los analistas, los alzados se parec¨ªan muy poco a los guerrilleros latinoamericanos de las d¨¦cadas anteriores: su composici¨®n era mayoritariamente ind¨ªgena y sus demandas, si bien todav¨ªa un tanto vagas, ya comenzaban a dibujar una apuesta por la democracia que los alejaba por completo de otras organizaciones de corte marxista. Para colmo, su jefe, el subcomandante Marcos, tampoco parec¨ªa un revolucionario com¨²n: pese a su militancia juvenil en el Frente de Liberaci¨®n Nacional, un grupo clandestino surgido en los a?os setenta, su conducta y su estilo escapaban a todas las clasificaciones previas.
Luego de doce d¨ªas de combates en los cuales perdieron la vida cientos de personas, Salinas cedi¨® a la presi¨®n internacional y orden¨® un alto unilateral al fuego. Una vez cerrada la etapa violenta del conflicto, la rebeli¨®n zapatista prosigui¨® la guerra por otros medios, trastocando para siempre la vida pol¨ªtica de M¨¦xico y convirti¨¦ndose en un referente obligado de las postrimer¨ªas del siglo XX. Gracias a un comunicado memorable, "?De qu¨¦ nos van a perdonar?", en donde se burlaba de la torpe benevolencia del Gobierno hacia los ind¨ªgenas, Marcos se asegur¨® el respaldo de intelectuales, pol¨ªticos y ciudadanos comunes de todas las tendencias pol¨ªticas.
Desde entonces, el subcomandante ha perge?ado cientos de p¨¢ginas -algunas, las mejores, dotadas de un agudo sentido del humor; otras plagadas, en cambio, por sentimentalismo f¨¢cil y rampl¨®n-, y cientos de intelectuales y artistas en todo el mundo han tratado de responderle por medio de textos que van desde la m¨¢s burda hagiograf¨ªa hasta la descalificaci¨®n m¨¢s torpe y hueca. No pod¨ªa ser de otro modo: desde el principio el subcomandante se asumi¨® como una figura dispuesta a despertar toda clase de pasiones. No es casual que, en un exceso de entusiasmo, un analista llegase a decir que Marcos era el mejor escritor latinoamericano vivo: una afirmaci¨®n que s¨®lo puede entenderse si se entiende que la mayor creaci¨®n literaria del subcomandante no reside en sus textos, sino en su puesta en escena del alzamiento zapatista y en la creaci¨®n de su propio personaje.
Sin duda, buena parte de la fascinaci¨®n que provoca Marcos radica en su voluntad de transformar la realidad a trav¨¦s de las palabras. Dotado de una poderosa imaginaci¨®n -la imaginaci¨®n de los locos, los profetas y los novelistas-, el subcomandante se dio a la tarea de construir en su mente un mundo paralelo al nuestro y luego se aprest¨® a realizarlo. Tras casi una d¨¦cada de trabajo previo en las comunidades ind¨ªgenas de Chiapas, Marcos venci¨® un sinf¨ªn de obst¨¢culos y por fin se impuso a sus rivales hasta convertirse en el l¨ªder natural del EZLN. Frente a quienes se obstinaban en buscar otras salidas, Marcos apostaba por la guerra: las armas no le otorgar¨ªan la victoria, pero s¨ª le proporcionar¨ªan la relevancia necesaria para que el resto de la sociedad prestase atenci¨®n a sus invenciones.
Si se examinan con cuidado los cientos de p¨¢ginas escritas por el subcomandante, resulta evidente que su ardor guerrero tiene un origen marcadamente literario. Basta leer cualquiera de sus comunicados para darse cuenta de que la desbordada prosa del subcomandante, llena de efusiones l¨ªricas, humor¨ªsticas y sentimentales, no es una simple baladronada para confundir al enemigo, sino una cuidada estrategia de combate. Respaldado por los medios, poco a poco el subcomandante decant¨® su estilo hasta transformarlo en la marca de f¨¢brica del zapatismo. Al analizar sus im¨¢genes, met¨¢foras y recursos estil¨ªsticos, uno puede comprobar que Marcos es due?o de un universo literario congruente en el cual es posible identificar, en proporciones variables, esbozos de jerga revolucionaria, un remedo de la sintaxis ind¨ªgena, un humor ¨¤ la Carlos Monsiv¨¢is y un hero¨ªsmo proveniente de la novela decimon¨®nica. Sin embargo, ello no quiere decir que Marcos carezca de objetivos pol¨ªticos, sino que su lucha contra la injusticia y la discriminaci¨®n y a favor de los derechos ind¨ªgenas se basa en gran medida en sus habilidades ret¨®ricas.
Al articular una revoluci¨®n profundamente literaria, Marcos no s¨®lo se encarg¨® de renovar el lenguaje de la izquierda, sino que le concedi¨® la facultad de "hacer cosas con palabras", para utilizar la expresi¨®n de John Austin. En efecto, las palabras del subcomandante produjeron efectos comprobables: sin duda, su voz -esa voz que se pretend¨ªa reflejo de la voz de los ind¨ªgenas- contribuy¨® a la democratizaci¨®n del pa¨ªs y a la toma de conciencia de la marginaci¨®n sufrida por los ind¨ªgenas. Por desgracia, los defectos y errores del subcomandante tambi¨¦n se deben a su afici¨®n por las palabras: aunque su humor a veces le ha servido como ant¨ªdoto contra la megaloman¨ªa, su lenguaje tambi¨¦n posee una vena autoritaria: fascinado con su propio estilo, Marcos no ha vacilado a la hora de sacrificar vidas humanas y principios con tal de cumplir su sue?o. A la larga, esta falta de flexibilidad -de disposici¨®n para alcanzar acuerdos pr¨¢cticos- ha terminado por da?ar gravemente su causa.
A diez a?os de distancia, el balance sobre la actuaci¨®n del EZLN y del subcomandante presenta numerosos claroscuros. Nadie puede negar que, pese a los resquemores iniciales, los zapatistas constituyeron uno de los grandes acicates del cambio democr¨¢tico en M¨¦xico ni que, gracias a ellos, las comunidades ind¨ªgenas han adquirido una visibilidad insospechada que ha permitido reforzar su autonom¨ªa. En nuestros d¨ªas, su lucha contin¨²a siendo un s¨ªmbolo del combate contra las desigualdades y la injusticia amparadas por el modelo neoliberal. No obstante, tambi¨¦n es necesario reconocer que el dogmatismo del subcomandante ha impedido una verdadera mejora en las condiciones de vida de las comunidades a las que dice defender.
A ¨²ltimas fechas, Marcos parece haber perdido parte de la imaginaci¨®n y el humor que lo caracterizaron en otros momentos. Acaso demasiado fatigado o simplemente incapaz de renovarse, permanece estancado en una especie de limbo. En momentos como ¨¦ste, cuando en M¨¦xico la democracia se ha consolidado pero al mismo tiempo ha perdido su encanto, cuando los sectores m¨¢s retr¨®grados del PRI se aprestan a resucitar -alentados por, of all people, Carlos Salinas de Gortari- y cuando tras el 11 de septiembre Estados Unidos est¨¢ empe?ado en ejercer un control unilateral sobre el resto del mundo, la voz de Marcos -su verdadera voz- se echa profundamente de menos.
Convertido en una figura de peso de la sociedad civil -con o sin pasamonta?as- y reinventando su estilo para adaptarlo a las nuevas circunstancias, Marcos podr¨ªa volver a convertirse en esa figura que le hace falta a M¨¦xico y al mundo en una ¨¦poca como ¨¦sta: uno de los l¨ªderes carism¨¢ticos e inteligentes que requiere el movimiento antiglobalizaci¨®n, sobre todo despu¨¦s del dr¨¢stico cambio experimentado por el mundo a partir del 11 de septiembre de 2001. Por desgracia, el subcomandante ha decidido guardar silencio o extraviarse en disputas que no le corresponden, como su torpe devaneo con ETA. Oculto en la selva, Marcos se parece cada vez m¨¢s a ese Rafael Guill¨¦n que en alg¨²n momento decidi¨® dejar de ser: un militante de izquierda como tantos, dominado por los exabruptos y los caprichos de la ideolog¨ªa. Justo cuando el mundo se somete al poder¨ªo estadounidense, y cuando campea un absoluto desprecio hacia los habitantes de los pa¨ªses m¨¢s pobres -las condiciones de vida de millones de personas en ?frica representan para la Tierra una infamia mucho mayor que la de Chiapas para M¨¦xico-, hace falta alguien que cumpla, a escala global, el mismo desaf¨ªo planteado por Marcos en Chiapas hace diez a?os.
A lo largo de estos a?os, el subcomandante ha demostrado su capacidad para remontar toda suerte de adversidades y tal vez ahora, cuando se cumplan diez a?os de la toma de San Crist¨®bal, haya llegado el momento de que renueve su camino. O quiz¨¢s no sea as¨ª y el tiempo del subcomandante simplemente haya concluido: en tal caso, esperemos que Rafael Guill¨¦n le conceda a Marcos la digna sepultura que merece, a fin de que sean otros quienes prosigan su aventura: la guerra sin cuartel que a¨²n queda por librar contra quienes se benefician a diario de la desigualdad, la marginaci¨®n y la pobreza en todo el mundo.
Jorge Volpi es escritor mexicano.
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