Tan fiel como el mal aliento
El anta?o sagrado tr¨¢nsito entre a?os viene a quedar en poco m¨¢s que un periodo de vacaciones muy comidas que otear¨¢ el azar de calendario a la espera de Fallas y de la alegre Semana Santa
Estacionales
No es por ponerse culto a estas alturas, pero siempre me han intrigado los versos de Mallarm¨¦ Oh, estaciones; oh, castillos, ?qu¨¦ alma no tiene defectos? O bien sugiere que los defectos son asunto estrictamente humano, o insin¨²a que el repertorio de los defectos humanos contamina incluso a aquello que carecer¨ªa de ellos. Lo cierto es que la estacionalidad religiosa de base cristiana, y su ordal¨ªa de buenos prop¨®sitos, se ha visto convertida en un calendario de jolgorios laicos donde la celebraci¨®n se celebra a s¨ª misma, sin m¨¢s adherencia de elementos extra?os que la religiosidad remota que le sirve de pretexto. Es ejemplar que ocurra de ese modo, pero tal vez va siendo hora de ser m¨¢s resueltos todav¨ªa y liquidar de una vez por todas la opaca, apocada nomenclatura del pretexto.
Camps va de compras
Cualquier mala copia del mediocre Andy Warhol se vende bien, acaso porque son indistinguibles los originales de las copias, dada la extrema facilidad de su reproducci¨®n asistida. Pero una cosa es constatar esa accesibilidad de chamarilero y otra muy distinta caer en la trampa que propone. Kosme de Bara?ano parece resuelto a tragar con lo que sea a fin de conservar su lugar de privilegio, porque de otro modo no se entiende que el presidente Camps y el consejero Gonz¨¢lez Pons vayan de compras para los fondos del IVAM, ni mucho menos que la adquisici¨®n consista en una docena de cuadritos de un tal Antonio de Felipe que imita sin gracia ni talento una mezcolanza de aluvi¨®n que hemos visto miles de veces de la mano de otros tantos artistas igualmente entregados al frenes¨ª de la copia de los procedimientos de ¨¦xito. Gran liquidaci¨®n, fin de temporada.
A tontas y a locas
Es posible que el inicio de la deriva de logorrea jaracandosa de Fernando Savater comenzara hace algunos a?os en un art¨ªculo, tan divertido como todos los suyos, o sea que maldita la gracia, que se llamaba El otro Rambo, en el que comparaba al lerdo que interpretaba en el cine Sylvester Stallone con el Ch¨¦ Guevara. Ni m¨¢s ni menos. Tan l¨²cida interpretaci¨®n alimentaba la sospecha de que era el autor quien se tomaba por el nuevo Rambo, y el tiempo -que nada perdona y poco olvida, sobre todo a quienes en tanto le ofenden- no ha desmentido esa penosa impresi¨®n. Hace unos d¨ªas, en uno de los actos de la necesaria plataforma Basta Ya, a Savater se le escap¨® una de esas perlas que tanto lo retratan. "Aprendamos a coser los agujeros del presente con las agujas de oro del sastrecillo valiente". Qu¨¦ bien escribe este hombre. Y qu¨¦ claro. As¨ª que el h¨¦roe no se cre¨ªa Rambo en su tarea, sino que -m¨¢s acorde con su estatura- se conforma con ser arrojado protagonista de un bonito cuento infantil. Que aprenda, que aprenda.
De perfumes inodoros
La publicidad televisiva de coches, y las abusivas im¨¢genes a ellos asociadas, tiene la ventaja de que los coches se mueven, as¨ª que la hip¨¦rbole del mensaje no excluye del todo una cierta veracidad. Cosa distinta es que no se vea en la tele ni un solo anuncio de motos, salvo las de juguete, con el prestigio que tienen en los espacios de deportes. M¨¢s misterioso es el caso de los perfumes, alarde de la cursiler¨ªa poetizante, cuya publicidad siempre padecer¨¢ el estigma de que el medio es neutral en lo que respecta a los olores. No es as¨ª raro que el est¨ªmulo se desplace hacia el prestigio -tradicional o de adquisici¨®n reciente- de las marcas, vinculadas por lo general al laborioso quehacer de los modistos. Sorprende esa gloriosa indiscriminaci¨®n de la parrilla program¨¢tica, capaz de simultanear las tragedias de sobaco y tentetieso con esa poes¨ªa fingida de cuerpos perfumados mientras las casas cansadas ya del d¨ªa anochecen apestando a hervido y huevos fritos.
Criaturas usadas
Cada var¨®n crecido y algo adulterado conserva en su interior la imagen, cuando no idea, del ni?o que no fue y que muchos a?os despu¨¦s, ante el pelot¨®n de los adultos, trata de recuperar como malamente puede. Leopoldo Mar¨ªa Panero, m¨¢s afortunado en su papel de loco profesional que en el de poeta, copi¨® al cl¨¢sico al decir que s¨®lo se vive de ni?o y que despu¨¦s se sobrevive. Que se lo pregunten al ni?o, y tambi¨¦n al adulto de diversa edad y condici¨®n. El misterio no es ese. Tanto en revistas de amplia circulaci¨®n restringida como en p¨¢ginas de internet, abundan las im¨¢genes atroces de una pornograf¨ªa infantil en la que jam¨¢s aparecen mujeres, tan s¨®lo, y a veces, ni?as en su forzado papel de v¨ªctimas. El porn¨®grafo suele ser var¨®n, porque ning¨²n hombre con un dedo de frente superar¨¢ jam¨¢s la envidia imaginaria del pene de los otros. Y lo peor es que acaba por introducirlo donde sea.
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