Hans K¨¹ng no es te¨®logo cat¨®lico
As¨ª de simple. Y para que nadie se deje enga?ar. Hans K¨¹ng no es, por definici¨®n, te¨®logo cat¨®lico. Un te¨®logo cat¨®lico es aquel que gozando, al igual que los cultivadores de otras ciencias, de la leg¨ªtima libertad cient¨ªfica, investiga sobre el contenido de la Revelaci¨®n -escritura y tradici¨®n- para penetrarlo y ense?arlo, haci¨¦ndolo m¨¢s asequible al pueblo fiel; dentro de los l¨ªmites marcados por la fidelidad al magisterio de la Iglesia, a quien compete en exclusiva el deber de custodiar el dep¨®sito de la fe -doctrina y costumbres- recibido de los ap¨®stoles. Y es evidente que Hans K¨¹ng, cuya formaci¨®n te¨®rica no se discute, ha rebasado los l¨ªmites, ense?ando opiniones suyas que contradicen, en el dogma y en la moral, la doctrina de la Iglesia, obligando a la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe a declarar que no puede ser considerado como te¨®logo cat¨®lico y que no puede ejercer como tal el oficio de ense?ar.
"Hizo bien el cardenal Carles al prohibir que hablara en un templo en Barcelona"
Para entender esto, que tanto ha "escandalizado" a los que apoyan al profesor K¨¹ng, no es necesario ser un experto en eclesiolog¨ªa; basta con tener sentido com¨²n. Todo el mundo reconoce que para jugar como futbolista profesional es necesario aceptar y cumplir las instrucciones del entrenador o del capit¨¢n del equipo. K¨¹ng achaca lo que le sucede al papa Juan Pablo II, a quien califica de retr¨®grado autoritario, acus¨¢ndole de "cerrar las ventanas de la Iglesia" y de oponerse al di¨¢logo, causando grandes males a la Iglesia. Y culpa tambi¨¦n al que llama "gran inquisidor", el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Pero el desacuerdo de K¨¹ng con el Magisterio viene de mucho antes de que Juan Pablo II accediera al solio pontificio y de que Ratzinger fuera nombrado prefecto para la Doctrina de la Fe. Veamos.
Hans K¨¹ng naci¨® en Suiza en 1928. En 1951 se licenci¨® en filosof¨ªa por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En 1954 fue ordenado sacerdote. En 1957, tras intimar con el te¨®logo protestante Karl Barth, se doctora en teolog¨ªa por la Sorbona de Par¨ªs, con una tesis sobre la Justificaci¨®n que, bajo el pontificado de Juan XXIII, ya suscita reservas sobre su ortodoxia. En 1962, Juan XXIII le nombra consultor del Concilio Vaticano II (1962- 1965) y se dedica a dar conferencias, en diversos lugares, sobre la esencia del Concilio, pero la Catholic University of America de Washington ya le proh¨ªbe que imparta clases en sus aulas. En 1963, en pleno Concilio Vaticano II, se incoa un proceso contra su libro Estructura de la Iglesia, y en 1965 es amonestado a causa de un informe negativo sobre el Concilio, en el que hoy tan insistentemente dice apoyarse.
Tras numerosos incidentes, a consecuencia de diversos libros que sigue publicando, en especial La Iglesia e ?Infalible?, una pregunta, en 1975 la Sagrada Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, de la que era prefecto el cardenal Francisco Seper, publica una Declaraci¨®n en la que puede verse que el tratamiento que la Congregaci¨®n ha dado al problema no tiene nada que ver con la acusaci¨®n de r¨¦gimen inquisitorial que K¨¹ng y sus corifeos propinan a la Curia vaticana. En efecto, despu¨¦s de someter a examen las dos obras citadas, en cartas de 6 de mayo y 12 de julio de 1971, la Congregaci¨®n hizo saber al autor las dificultades que encontr¨® en las mismas, invit¨¢ndole a que expusiera por escrito en qu¨¦ modo sus opiniones no contradec¨ªan la doctrina cat¨®lica. Ante la falta de respuesta, la Congregaci¨®n, en carta de 4 de julio de 1973, ofreci¨® al profesor K¨¹ng una nueva oportunidad de explicarse, mediante un coloquio. K¨¹ng no acept¨® el ofrecimiento, pero en su respuesta no prob¨® que sus opiniones no contradec¨ªan la doctrina cat¨®lica.
En vista de ello, a fin de evitar la confusi¨®n de los fieles, la Congregaci¨®n declar¨® que en las antedichas obras del profesor K¨¹ng se contienen opiniones que en diverso grado se oponen a la doctrina de la Iglesia cat¨®lica, se?alando los tres errores de mayor importancia, suspendiendo, de momento, el juicio sobre otras opiniones que el profesor K¨¹ng defiende. Primer error: La opini¨®n del profesor K¨¹ng que, por lo menos, "pone en duda el dogma de la infalibilidad" de la Iglesia en materia de fe y costumbres, "contradice la doctrina definida en el Concilio Vaticano I y confirmada en el Concilio Vaticano II". Segundo error: Las opiniones del profesor K¨¹ng contradicen la doctrina seg¨²n la cual los obispos en la Iglesia son "doctores aut¨¦nticos, dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo a ellos confiado la fe que se ha de creer y aplicar a las costumbres". Tercer error: La opini¨®n del profesor K¨¹ng en su libro La Iglesia, seg¨²n la cual la Santa Misa "puede ser v¨¢lidamente celebrada, al menos en caso de necesidad, por bautizados carentes del orden sacerdotal", contradice la doctrina de los concilios Lateranense IV y Vaticano II. Sin embargo, a pesar de la gravedad de tales errores, en aquel entonces, 15 de febrero de 1975, la Sagrada Congregaci¨®n, por mandato del Sumo Pont¨ªfice Pablo VI, decidi¨®, "por ahora", advertir al profesor K¨¹ng que no pod¨ªa continuar ense?ando tales opiniones, record¨¢ndole "que la autoridad de la Iglesia le concedi¨® la licencia de ense?ar Sagrada Teolog¨ªa en el esp¨ªritu de la doctrina de la Iglesia y no las opiniones que subvierten esta doctrina o la ponen en duda".
Desgraciadamente, Hans K¨¹ng no s¨®lo no cambi¨® en nada sus opiniones, sino que, en lo que se refiere a la infalibilidad del Papa, present¨® con mayor claridad su ense?anza, especialmente en el pr¨®logo a la obra de A. B. Hasler titulada C¨®mo se hizo infalible al Papa. Por otra parte, en otras obras sostuvo opiniones sobre la consustancialidad de Cristo con el Padre y sobre la Sant¨ªsima Virgen Mar¨ªa que contradicen la fe de la Iglesia cat¨®lica. Por ello, la Sagrada Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, en Declaraci¨®n de 15 de diciembre de 1979, record¨® "que cuando se d¨¦ el caso de que un maestro de las disciplinas sagradas escoge y difunde como norma de la verdad el propio criterio y no el sentir de la Iglesia y, no obstante haber usado con ¨¦l todos los medios sugeridos por la caridad, contin¨²a en su prop¨®sito, la misma honradez exige que la Iglesia ponga en evidencia tal comportamiento y establezca que ya no puede ense?ar en virtud de la misi¨®n recibida de ella". Siendo ¨¦ste el caso del profesor K¨¹ng, la Declaraci¨®n concluye diciendo que la Congregaci¨®n, "al emanar el citado documento de 1975, desisti¨® por entonces de ulteriores acciones en relaci¨®n con las mencionadas opiniones del profesor K¨¹ng, suponiendo que ¨¦l las abandonar¨ªa. Pero no pudi¨¦ndose mantener ya tal suposici¨®n, esta Sagrada Congregaci¨®n se ve obligada a declarar ahora, cumpliendo con su cometido, que el profesor K¨¹ng, en sus escritos, ha faltado a la integridad de la verdad de la fe cat¨®lica, y por tanto que no puede ser considerado como te¨®logo cat¨®lico y que no puede ejercer como tal el oficio de ense?ar". Todo lo cual se publica, por mandato del papa Juan Pablo II en la susodicha fecha del 15 de diciembre de 1979, siendo prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, no el cardenal Ratzinger, bestia negra de todos los falsos progresistas, sino todav¨ªa el cardenal Francisco Seper.
Desde la ¨¦poca de Pablo VI, en la que choc¨® ya con los obispos, sobre todo alemanes, K¨¹ng ha venido propugnando una adaptaci¨®n de la Iglesia a la modernidad, tal como ¨¦l la entiende. En la pr¨¢ctica, las piedras de toque de esa adaptaci¨®n siempre acaban siendo las mismas, como hemos visto en sus respuestas a las entrevistas que le han hecho en Espa?a: fin del celibato sacerdotal, admisi¨®n del sacerdocio femenino, relajaci¨®n de la moral sexual para hacerla contemporizadora con las costumbres del momento, afirmando que "el Papa ha hecho un gran da?o a la mujer con sus declaraciones rigoristas sobre el control de la natalidad, el aborto y la homosexualidad". (EL PA?S, 1-11-03). Se trata de un disenso nada comprometido, pues lo que dice K¨¹ng siempre va a favor de la corriente imperante en una sociedad secularizada. Ante esta pr¨¦dica, hizo bien el cardenal Carles al prohibirle que hablara en un templo. Los que han criticado esta decisi¨®n y han aplaudido y homenajeado a K¨¹ng han hecho mal -objetivamente hablando-; no juzgo a las personas porque han olvidado que la misi¨®n de los obispos -en griego, episcopos significa vigilantees- es vigilar la conservaci¨®n y transmisi¨®n intacta del "precioso dep¨®sito de la verdad" (2 Tim, 1, 14). Y han ignorado la seria advertencia de San Pablo (2 Tim, 4, 1-5): "predica la palabra, insiste con ocasi¨®n y sin ella, reprende, reprocha y exhorta con toda paciencia y doctrina. Pues vendr¨¢ un tiempo en que no soportar¨¢n la sana doctrina, sino que se rodear¨¢n de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el o¨ªdo". No se puede describir mejor lo que alrededor de los "predicadores del disenso" hoy est¨¢ ocurriendo.
La causa de la desviada postura de K¨¹ng y de los que est¨¢n en su l¨ªnea la puso ¨¦l mismo de manifiesto en una entrevista que le hicieron en su reciente paso por Madrid, cuando dijo (Abc, 11- 11-03): "Si hubiera un voto p¨²blico sobre las cuestiones reformistas en la Iglesia, ganar¨ªan las reformas". ?ste es el error. La Iglesia no es una instituci¨®n democr¨¢tica porque su Fundador quiso que fuera Jer¨¢rquica. La votaci¨®n, propia de las democracias, es un m¨¦todo para la pac¨ªfica convivencia, pero no sirve para la investigaci¨®n de la verdad; y menos de la verdad revelada, cuya declaraci¨®n y conservaci¨®n Jesucristo confi¨®, en exclusiva, al Colegio Apost¨®lico y a sus sucesores.
?sta es la situaci¨®n: el profesor K¨¹ng no es te¨®logo cat¨®lico, pero no me cabe duda de que si se retractase de sus errores, la venia docendi le ser¨ªa reotorgada. Lamentablemente, el profesor K¨¹ng ha declarado (EL PA?S, 11-11-03) que a sus 75 a?os no piensa doblegarse. Esta postura me ha tra¨ªdo a la memoria, por contraste, un suceso que me parece aleccionador. En 1949, cuando se estaba cerca de la definici¨®n dogm¨¢tica de la Asunci¨®n de Mar¨ªa en cuerpo y alma al cielo, P¨ªo XII solicit¨® la opini¨®n de los obispos y de todas las facultades de Teolog¨ªa del mundo. La respuesta de la Facultad de M¨²nich fue decididamente negativa, ya que el patr¨®logo Altaner, profesor en W¨¹rzburg, hab¨ªa demostrado con criterios cient¨ªficamente irrebatibles que la doctrina de la Asunci¨®n de Mar¨ªa era desconocida antes del siglo quinto: por tanto, no pod¨ªa formar parte de la "tradici¨®n apost¨®lica". Y en este sentido, Gottlieb S?hngen (1892-1971), profesor de Teolog¨ªa Fundamental en M¨²nich, se pronunci¨®, en forma p¨²blica y apasionada, en contra de la proclamaci¨®n del dogma. En tal circunstancia, Eduard Schlink, profesor de Teolog¨ªa Sistem¨¢tica en Heidelberg, le pregunt¨® de un modo muy directo: "?Qu¨¦ har¨¢ usted si el dogma es finalmente proclamado? ?No deber¨ªa volver la espalda a la Iglesia cat¨®lica?". S?hngen, despu¨¦s de un momento de reflexi¨®n, respondi¨®: "Si el dogma fuera proclamado recordar¨¦ que la Iglesia es m¨¢s sabia que yo, y que debo fiarme m¨¢s de ella que de mi erudici¨®n". Como es bien sabido, el dogma fue efectivamente proclamado el 1 de noviembre de 1950. Creo que la escena descrita explica muy bien que se puede hacer teolog¨ªa en forma cr¨ªtica, pero creyente. Mi deseo es que el profesor K¨¹ng se decidiera, un d¨ªa, a seguir el ejemplo que nos dej¨® el profesor Gottlieb S?hngen.
Rafael Termes Carrer¨®, de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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