Jugar con dos barajas
EUF?RICO POR LOS SONDEOS sobre intenci¨®n de voto favorables a su causa, el PP afronta con optimismo la campa?a de las elecciones legislativas de marzo; ni siquiera la renuncia del actual presidente del Gobierno a seguir encabezando las candidaturas ha mermado esa moral de victoria. El pron¨®stico -equivocado- de que Aznar comparecer¨ªa finalmente ante las urnas para renovar su mandato no se basaba ¨²nicamente sobre una recelosa valoraci¨®n de las motivaciones psicol¨®gicas que habr¨ªan impulsado al presidente del Gobierno a anunciar en falso su retirada; tambi¨¦n daba por descontadas las resistencias internas dentro del PP a que esa decisi¨®n -aun siendo sincera-llegara a materializarse en perjuicio de sus intereses electorales: al fin y al cabo, Felipe Gonz¨¢lez pretendi¨® eludir en 1989 la maldici¨®n fara¨®nica del tercer mandato y fracas¨® en el intento.
La repercusi¨®n sobre los votantes de la sustituci¨®n de Aznar por Rajoy como eventual jefe del Gobierno del PP constituye una de las principales inc¨®gnitas de las elecciones legislativas del mes de marzo
En principio, los beneficios derivados para el PP de la candidatura de Aznar parec¨ªan superiores a sus costes. Aunque parlamentario en el dise?o constitucional, el r¨¦gimen espa?ol se ha transformado en un sistema presidencialista h¨ªbrido, desgraciadamente falto de los frenos y contrapesos (incluida la limitaci¨®n de los mandatos) del modelo original: la autoidentificaci¨®n del jefe del Gobierno con los intereses generales del Estado y de la Naci¨®n, ayudada por unos medios de comunicaci¨®n oficiales que le atribuyen los ¨¦xitos y silencian los fracasos, conceden al candidato-presidente -tambi¨¦n en los comicios auton¨®micos- una notable ventaja de salida sobre sus adversarios de la oposici¨®n en la carrera electoral.
Sucede, sin embargo, que el elogiable cumplimiento por Aznar de la promesa de no permanecer en el poder mas all¨¢ de dos mandatos consecutivos, adem¨¢s de inagurar un uso pol¨ªtico vinculante para sus sucesores, podr¨ªa ser premiado dentro de dos meses con una nueva mayor¨ªa absoluta del PP; en tal caso, la operaci¨®n del relevo le saldr¨ªa redonda a Aznar, que asumir¨ªa entonces la gratificante figura de un austero Cincinato que vuelve a casa a empu?ar el arado despu¨¦s de haber cumplido la misi¨®n encomendada.Todo hace suponer que la campa?a electoral de los populares jugar¨¢ con dos barajas para atender a p¨²blicos de gusto plural. De un lado, tanto los practicantes del voto deferente hacia el poder como los admiradores del estilo bronco, la mentalidad maniquea y la agresividad verbal de Aznar podr¨¢n ser movilizados por el efecto presidente; en cambio, los votantes del PP que se hayan sentido desbordados durante esta legislatura por la chuler¨ªa, el rencor y la mezquindad de Aznar deber¨¢n ser seducidos por los buenos modales de Rajoy.
Los cr¨ªticos rara vez se ponen de acuerdo sobre las causas de un resultado futbol¨ªstico, atribuido indistintamente a errores del perdedor o a m¨¦ritos del vencedor. Tambi¨¦n la competici¨®n electoral plantea preguntas de ese tipo: ?las actuales perspectivas favorables al PP para marzo se deben a sus aciertos o a los fallos de sus adversarios?. Hasta mediados de 2003, los socialistas lograron acortar la distancia conseguida en 2000 por el PP: durante un a?o, la huelga general, el naufragio del Prestige, el precio de la vivienda, la inseguridad ciudadana, las protestas universitarias y la guerra de Irak golpearon seriamente al Gobierno. Seg¨²n los aficionados supersticiosos, las ocasiones desaprovechadas por un equipo son castigadas por el destino con la derrota: ?cabr¨ªa explicar la recuperaci¨®n del PP al final de la legislatura con la met¨¢fora de que el PSOE -como Carde?osa en el Espa?a-Brasil de 1978- fall¨® a puerta vac¨ªa las oportunidades deparadas en meses anteriores?. En cualquier caso, no ser¨ªa la primera vez que un partido en el poder ganase las elecciones despu¨¦s de estar al borde de zozobrar en medio de la tormenta: durante su larga etapa de Gobierno, los socialistas sufrieron pruebas muy duras (el refer¨¦ndum de la OTAN, el 14-D, la guerra del Golfo, los casos de corrupci¨®n pol¨ªtica) sin que la oposici¨®n lograse vencerles en las urnas -s¨®lo por 300.000 votos- hasta 1996.
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