Desmemoria
Lo dice Ryszard Kapuscinski en su Lapidarium IV: "?Saber! ?Hay que saber! Es una obligaci¨®n ¨¦tica, un deber moral. Nadie se puede justificar diciendo que no lo sab¨ªa. ?Y por qu¨¦ no lo sab¨ªa? Era imposible de verdad o, sencillamente, resultaba m¨¢s c¨®modo no saber y m¨¢s f¨¢cil la absoluci¨®n?" Si el saber es la precondici¨®n necesaria, aunque no suficiente, para el hacer (si no s¨¦, si no conozco la realidad, o si mi conocimiento es incorrecto, es imposible plantearse siquiera su transformaci¨®n), caben pocas dudas de que hoy sabemos m¨¢s que nunca antes. ?Puede alguien sostener hoy, de verdad, que no sabe lo que est¨¢ ocurriendo en el mundo? Nunca como hoy hemos tenido toda la realidad del mundo a nuestro alcance. Dif¨ªcilmente podremos decir que no nos hemos enterado de cat¨¢strofes o de violaciones de los derechos humanos, aunque hayan ocurrido en lugares lejanos. Los medios de comunicaci¨®n nos acercan al configurar, aunque sea un t¨®pico, una aldea global. Sin embargo, si bien podemos estar informados, no estamos en absoluto concernidos por dicha informaci¨®n.
La informaci¨®n sobre las tragedias globales transmitida por los medios de comunicaci¨®n puede por s¨ª sola, seguro, movernos a la compasi¨®n; lo que resulta m¨¢s improbable es que nos permita transformar ese sentimiento de compasi¨®n en acci¨®n. Como se?al¨® Hannah Arendt, "la historia nos ense?a que no es en modo alguno natural que el espect¨¢culo de la miseria mueva a los hombres a la piedad". Y la exposici¨®n que los medios de comunicaci¨®n hacen de la miseria del mundo no ayuda a tomar conciencia pr¨¢ctica de su gravedad. Al contrario. La propia l¨®gica de los medios hace que esos acontecimientos carezcan, muchas veces, de pasado, y siempre de futuro. De nuevo Kapuscinski: "Vemos en la pantalla del televisor, o¨ªmos por la radio o leemos en un peri¨®dico que ha ocurrido algo. Vemos este acontecimiento, vemos a las personas involucradas, vemos que algo se mueve, escuchamos explicaciones. Y de pronto, al cabo de varios d¨ªas, todo desaparece de una vez para siempre. No sabemos qu¨¦ ha ocurrido con esas personas, c¨®mo ha acabado el asunto. Y lo m¨¢s seguro es que nunca lo sepamos: el acontecimiento en cuesti¨®n no tiene futuro (y las m¨¢s de las veces, tampoco pasado)".
?La raz¨®n? El mundo de los medios de comunicaci¨®n, particularmente de la televisi¨®n, es el mundo del ?Y ahora... esto!: "No hay ning¨²n asesinato que sea tan brutal, ning¨²n terremoto tan devastador, ning¨²n error pol¨ªtico tan costoso que no sea posible borrar de nuestras mentes con un '?Y ahora... esto!' de un presentador. El presentador quiere decir que ya se ha pensado suficientemente sobre el asunto ya mencionado (aproximadamente 45 segundos), que no se debe estar morbosamente preocupado por ¨¦l (digamos, unos 90 segundos), y que ahora debe prestarse atenci¨®n a otro fragmento de noticias o a una publicidad. Es simplemente imposible transmitir un sentido de seriedad sobre cualquier acontecimiento si sus implicaciones se agotan en menos de un minuto. En efecto, est¨¢ claro que las noticias de la televisi¨®n carecen de intenci¨®n en cuanto a sugerir que cualquier relato tiene implicaciones, puesto que ello requerir¨ªa de los telespectadores el continuar pensando sobre ello una vez terminado, y por lo tanto obstruyendo su atenci¨®n hacia el pr¨®ximo relato que espera pacientemente entre bastidores". (Neil Postman, Divertirse hasta morir).
Acabamos el a?o 2003 contemplando las im¨¢genes del devastador terremoto de Ir¨¢n. Antes fueron las de la guerra de Irak, o las de las v¨ªctimas de la violencia dom¨¦stica, o las de los siniestros laborales, los accidentes de tr¨¢fico, los muertos por hambre, el chapapote o los mendigos sin techo. ?Cu¨¢les de estas im¨¢genes permanecer¨¢n en nuestra memoria? ?Quedar¨¢ alguna o se perder¨¢n en el tiempo como l¨¢grimas en la lluvia, como todos aquellos momentos evocados por Batty, el conmovedor replicante de Blade runner? A?o nuevo. Cada vez menos un tiempo de balance y de anuario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.