Exquisiteces para pudientes
El animal, de mirada simp¨¢tica, asoma su peque?o hocico y una pata de u?as afiladas entre los alambres de la jaula, ajeno al destino que le espera. "Es una civeta", explica atenta la camarera. "Su precio, 180 yuanes [17,3 euros] el medio kilo". A la entrada del restaurante, situado en una calle arbolada de Guilin, en la regi¨®n aut¨®noma de Guangxi, se alinean las cajas con algunos de los animales ex¨®ticos que hacen las delicias de la creciente clase pudiente del sur de China.
Serpientes moteadas, serpientes negras, serpientes de cabeza triangular, ratas de bamb¨² (un roedor que se alimenta s¨®lo de esta planta), faisanes, palomas y otras exquisiteces ex¨®ticas figuran a la puerta de los establecimientos como muestra de las delicias que ofrecen a los amantes de la buena mesa los locales que se precien. Basta un gesto del cliente, y el animal pasa a la balanza, de ah¨ª a la cocina y a los pocos minutos al plato.
La suerte de esta civeta, que el pasado domingo se mov¨ªa inquieta en su jaula, estaba echada. Normalmente servir¨¢ de fest¨ªn, salvo que los dirigentes de esta provincia, famosa por sus id¨ªlicos paisajes y fuente de inspiraci¨®n de poetas y pintores, sigan los pasos de los ciudadanos de Guangdong, que ayer dieron orden de sacrificar miles de civetas y otras especies similares, como medida de prevenci¨®n contra el SARS.
El inter¨¦s por el consumo de especies salvajes en China meridional es tal que el Gobierno de Guangdong ha advertido que efectuar¨¢ controles en las carreteras, para evitar el transporte de animales desde otras provincias. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) salud¨® ayer la prohibici¨®n, pero advirti¨® sobre el posible riesgo de que ello conlleve el nacimiento de un comercio clandestino.
Otro manjar que ofrecen algunos locales es el pangol¨ªn, una especie protegida, que en la carta de un local de Guilin figura a 198 yuanes el medio kilo, la unidad m¨¢s com¨²n en los mercados, conocida como jin.
Pero si algunos restaurantes parecen peque?os zool¨®gicos en los que se puede conocer la fauna aut¨®ctona, en los mercados populares la situaci¨®n recuerda un arca de No¨¦.
Los comerciantes conviven largas jornadas con los animales, mientras los clientes eligen el pato, el ganso, la gallina, el perro o el gato que se quieren llevar en la cesta de la compra. En algunos puestos, los vendedores sacrifican a los animales con gestos mec¨¢nicos, mientras los ladridos y los graznidos se ahogan entre el ir y venir de los compradores del mercado.
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