Insomnio
Supongo que a mi insomnio le vendr¨ªa bien una cama Comfort-Rest hinchable, de las que anuncian por la tele de madrugada. ?Qu¨¦ menos que vender camas a los insomnes al alba! Se infla en pocos minutos, y puedes subirte encima mientras lo hace, aunque en la cama hinchable de la competencia, la Rest-Form, incluso un oso puede bailar sobre ella sin romperla. A m¨ª seguramente me ha entrado el insomnio porque mi cama no es una Rest-Form, ni una Comfort-Rest, y no vendr¨¢ ninguna gimnasta r¨ªtmica a hacer unos ejercicios sobre ella para demostrarme lo poco que se mueve el colch¨®n. De no ser as¨ª, no le encuentro otra explicaci¨®n a mi falta de sue?o, que me mantiene frente al televisor mientras la pareja presentadora del spot se golpea con las almohadas entre risas y se hace cosquillas sobre la cama hinchable para dar por terminado el anuncio.
Minutos m¨¢s tarde, llego a la conclusi¨®n de que no necesito una cama. O, mejor dicho, una cama no es suficiente. Falta la m¨²sica. En la tele, de madrugada, encuentro la soluci¨®n. Se trata de Sound of the Sixties, una colecci¨®n de ced¨¦s que me presenta un tipo que dice ser miembro de los Manfred Mann. La colecci¨®n es la sucesora de la famosa Power of love, que tantos buenos momentos me proporcion¨® en su d¨ªa, o mejor dicho, en su madrugada. El tipo de los Manfred Mann me asegura que nunca en la vida encontrar¨¦ una colecci¨®n de m¨²sica igual, y que ¨¦sta no se vende en las tiendas. Pero lo peor de todo es que no s¨¦ si lo que quiero tener en realidad es la colecci¨®n de m¨²sica o el anuncio. ?No deber¨ªa grabarlo?
Con tanta m¨²sica nost¨¢lgica, me ha entrado hambre. El chef que sale por la televisi¨®n a las cuatro de la madrugada lleva bigote a lo Super Mario, cadena y reloj de oro, am¨¦n de un pa?uelito azul al cuello, y le est¨¢ ense?ando a una se?ora -que parece tener un grave problema de comprensi¨®n- c¨®mo hacer una tortilla en el artilugio denominado Tortilla Perfecta, que consiste en dos sartenes unidas entre s¨ª para poder voltear la tortilla con comodidad. A pesar de que la t¨¦cnica no tiene mayor secreto, el chef Super Mario se pasa tres cuartos de hora cascando huevos entre sus dedos peludos, y mostrando a la se?ora -que de cuando en cuando lanza un "?Oooh!" de admiraci¨®n- c¨®mo se les da la vuelta a las tortillas sin problemas, de manera que pueden usar el Tortilla Perfecta ni?os, ancianos, y presidentes de los Estados Unidos.
A las cuatro y media de la ma?ana estoy un poco adormilado, mientras veo al chef Super Mario, o a alguien parecido, ense?ar una tripa gorda como un bal¨®n de playa y apretarse los michelines, al tiempo que una voz en off le insulta repetidas veces, calificando su f¨ªsico de antiest¨¦tico. Acto seguido se suceden los abd¨®menes de modelos rubias que sudan y sudan y no paran de sudar, con gruesas gotas saladas que brillan mientras se deslizan hasta sus inundados ombligos. Un gran bostezo es la se?al convenida por mi biorritmo para que me vaya a la cama. Aqu¨ª se despide la rana Gustavo, reportero de la madrugada. Buenas noches. Ma?ana hablaremos de pol¨ªtica.
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