"Una desgracia as¨ª es para dejar de fumar"
La muerte de dos ancianos por un cigarro mal apagado no ha quitado las ganas de fumar a los residentes de La Maresma. Ayer mismo, pocas horas despu¨¦s del tr¨¢gico suceso, un par de ancianos, un hombre y una mujer, reclamaban con insistencia un cigarrillo en la recepci¨®n del asilo. En un d¨ªa como ayer, la respuesta de la recepcionista era necesariamente contundente: "Ni hablar, ?venga, arreando!". "Esta mujer se fumar¨ªa dos o tres paquetes al d¨ªa si no se los racion¨¢semos", justificaba la empleada. Mientras esta anciana se alejaba del mostrador a rega?adientes, la machacona insistencia de su compa?ero obtuvo como recompensa un par de pitillos.
En La Maresma no est¨¢ prohibido fumar, un aliciente que hace m¨¢s llevadera la monoton¨ªa de la residencia, seg¨²n explicaba el encargado, Carles Font. Pese a la advertencia de que no se fume en las habitaciones, en la pr¨¢ctica resulta imposible evitar que muchos de los residentes se fumen un pitillo antes de acostarse. ?ste era el caso de Jos¨¦ Antonio y Mariano, los residentes de la habitaci¨®n 312 a los que la muerte les sorprendi¨® mientras dorm¨ªan.
La abundancia de fumadores en la residencia martiriza especialmente a Santiago Ari?o, un asm¨¢tico de 81 a?os que a causa del humo originado por el incendio tuvo que ser asistido en el hospital comarcal Sant Jaume de Calella. Ayer por la tarde, ya dado de alta, Ari?o explicaba que ¨¦l y su compa?ero de habitaci¨®n empezaron a oler a quemado y cuando abrieron la puerta para comprobar qu¨¦ suced¨ªa se les ech¨® encima "una espesa nube de humo".
Un vaso de leche
Mientras que su compa?ero abandon¨® r¨¢pidamente la estancia, Santiago Ari?o, que necesita apoyarse en un bast¨®n para caminar, s¨®lo acert¨® a abrir la ventana para "respirar aire fresco del jard¨ªn". "Afortunadamente, en ese momento llegaron los bomberos, que se apresuraron a bajar al vest¨ªbulo a todos los ancianos de la planta afectada", explicaba Ari?o, mientras mojaba unas galletas en un gran vaso de leche, la bebida recomendada en los casos de intoxicaci¨®n por humo.
El incendio caus¨® un gran revuelo en la residencia. Los ancianos desalojados, una veintena, se arremolinaron en la planta baja muy asustados, semidesnudos o en pijama, y algunos de ellos lloraban. "En medio del barullo, tres hombres se sentaron y se pusieron a fumar como si nada", recordaba ayer Ari?o indignado. "Y eso que una desgracia como ¨¦sta es para decidirse a dejar de fumar", agreg¨®.
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