Cubanos por azar
En una cultura tan ansiosa de afirmar su singularidad como la cubana, resultan enigm¨¢ticos los casos de escritores que nacieron accidentalmente en la isla y que no rinden tributo a su condici¨®n de cubanos. Un escritor tan cosmopolita como Jos¨¦ Lezama Lima propuso el siguiente epitafio para su tumba en el cementerio de Col¨®n: "La mar violeta a?ora el nacimiento de los dioses, / ya que nacer es aqu¨ª una fiesta innombrable". Los versos provienen del poema Noche insular, jardines invisibles y, a pesar del sentido universal y cristiano que Lezama conced¨ªa al "nacimiento" (creaci¨®n) y al "aqu¨ª" (tierra), el epitafio ha quedado reducido, en la jerga de la pol¨ªtica cultural cubana, a una m¨¢xima de patriotismo literario que asigna a los escritores el deber de cantar a la ciudad y a la naci¨®n. De hecho, cuando alg¨²n funcionario habanero echa mano de la frase, por lo general, la altera. Simplemente dice: "Porque nacer aqu¨ª es una fiesta innombrable".
Los cubanos per accidens son, por ello, criaturas tan extravagantes que interrogan un acervo literario asumido como restituci¨®n simb¨®lica de la insuficiencia nacional. En el siglo XIX, el caso m¨¢s distinguible tal vez sea el del poeta Jos¨¦ Mar¨ªa de Heredia (1842-1906). Este otro Heredia, primo hermano del autor del Ni¨¢gara, naci¨® en el cafetal La Fortuna, en las afueras de Santiago de Cuba. Luisa Girard, su madre francesa, lo envi¨® a estudiar el bachillerato a Par¨ªs y, cuando el joven Heredia regres¨® a la isla en 1859, sinti¨® que, a pesar de la fuerza de su linaje patri¨®tico, aqu¨¦l era s¨®lo el lugar de su nacimiento, mientras que Francia era su verdadera cuna espiritual, y el idioma franc¨¦s, la lengua de su poes¨ªa. Antes de regresar a Par¨ªs, Heredia escribi¨® en La Habana el soneto A la fuente de la india, tal vez su ¨²nico poema cubano, en el que se leen estos versos: "?Novia del Sol!, Oh india de mis nativos lares. / Col¨®n rompi¨® tu sue?o de virgen. Al arrullo / dorm¨ªas de las olas ardientes y amorosas...".
En el Par¨ªs de la Tercera Rep¨²blica, Heredia se convirti¨® en un poeta parnasiano. Fue amigo de Sully Prudhomme, Le¨®n Dierx, Fran?ois Copp¨¦e, Armand Silvestre y Catulle Mend¨¨s, y disc¨ªpulo de Gautier, Baudelaire, Banville y, sobre todo, de Leconte de Lisle, a quien dedic¨® Les troph¨¨es (1893) con estas palabras: "Mi t¨ªtulo de gloria m¨¢s seguro ser¨¢ el de haber sido vuestro alumno muy amado". En este libro de sonetos, concebido como una epopeya l¨ªrica de la civilizaci¨®n occidental, Cuba apenas se atisba en unos versos nost¨¢lgicos: "Y desde el pe?¨®n k¨ªmrico, que bate ola col¨¦rica, / aspiro, en esa r¨¢faga de aire natal y ardiente, / la flor que abri¨®se un d¨ªa en el jard¨ªn de Am¨¦rica". Al a?o siguiente de la publicaci¨®n de Los trofeos, Heredia ingres¨® en la Academia Francesa con un discurso en el que habl¨® de Francia como la patria de su "inteligencia y su coraz¨®n"; del franc¨¦s, como "noble idioma, el m¨¢s bello que, despu¨¦s de Homero, haya nacido de labios humanos", y de Cuba, como una "isla deslumbrante y lejana" del Nuevo Mundo.
En el mismo a?o y en la misma ciudad oriental de la isla, Santiago de Cuba, naci¨® por azar otro franc¨¦s, el escritor y pol¨ªtico socialista Paul Lafargue (1842-1911). Desde los nueve a?os y hasta el suicidio en Draveil, junto a su esposa Laura Marx -hija del fundador del comunismo-, Lafargue vivi¨® en Europa. Prueba del desencuentro entre comunismo y nacionalismo en aquellos tiempos de Marx e, incluso, de Lenin -es decir, antes de que aparecieran esos raros comunistas patriotas que se llaman Stalin, Mao, Tito, Castro...- fue el hecho de que Lafargue se interesara tan poco en la independencia de Cuba. Mientras Mart¨ª trabajaba en Estados Unidos por la separaci¨®n de Espa?a, Lafargue combat¨ªa al anarquismo espa?ol, apoyaba a Jules Guesde en su proselitismo socialista, ocupaba una silla en el Parlamento franc¨¦s y escrib¨ªa ensayos sobre el mito de Prometeo, el derecho a la pereza y el sufragio femenino.
Cubanos por azar fueron tambi¨¦n Ana?s Nin (1903-1977) e Italo Calvino (1923-1985). Hija del m¨²sico cubano Joaqu¨ªn Nin Castellanos, defensor de la m¨²sica espa?ola en la Cuba poscolonial, la autora de Winter of artifice pudo haber nacido en La Habana, como su padre, pero naci¨® en Par¨ªs y muri¨® en Los ?ngeles. La poeta y actriz cubana Wendy Guerra ha estudiado los d¨ªas habaneros de una joven Ana?s, "nena de sociedad", como dir¨ªa Lydia Cabrera, empe?ada en ganarse la vida como modelo de una agencia publicitaria. Sin embargo, el despego con que Ana?s Nin se refiere a Cuba en su literatura es revelador de una mirada ajena a esa celebraci¨®n perpetua de la isla, tan cultivada desde fuera por el exotismo occidental y, desde dentro, por el nacionalismo castrista. Un lector cubano lee con inevitable extra?eza el pasaje de Fuego, los diarios de 1936, en el que comenta de pasada, sin entusiasmo, los elogios de Alejo Carpentier a su novela La casa del incesto.
El mismo despego se siente al leer los textos autobiogr¨¢ficos de Italo Calvino en el volumen Ermita?o en Par¨ªs (Siruela, 1990). All¨ª, Calvino narra su nacimiento en Santiago de las Vegas, un pueblo de las afueras de La Habana, donde sus padres -un agr¨®nomo, ligur de San Remo, y una bot¨¢nica sarda- dirig¨ªan alguna estaci¨®n experimental de agricultura. Y m¨¢s adelante anota: "De Cuba no recuerdo nada..., de mi nacimiento ultraoce¨¢nico no conservo m¨¢s que un dato de registro civil dif¨ªcil de transcribir, un bagaje de memorias familiares y mi nombre de pila, inspirado en la pieta de los emigrantes hacia sus propios lares y que en mi patria, en cambio, resuena bronc¨ªneo y carducciano". Que Calvino le deba a su lugar de nacimiento -Cuba- s¨®lo el nombre -Italo-, gentilicio de una extranjer¨ªa, n¨ªtida se?a de su identidad no cubana, confirma la naturaleza migratoria de la isla, el car¨¢cter portuario y n¨®mada de esa naci¨®n caribe?a: un lugar de paso que el nacionalismo quiere convertir en origen y destino de toda una cultura.
Rafael Rojas es escritor y ensayista cubano, codirector de la revista Encuentro.
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