El paisaje de una amistad
Paradiso es el t¨ªtulo de una de las novelas m¨¢s emblem¨¢ticas de la literatura cubana. Su autor, Jos¨¦ Lezama Lima, es sin duda el escritor m¨¢s completo, inteligente y erudito del siglo XX. Novelista, poeta, ensayista, ant¨®logo, l¨ªder de su generaci¨®n, puso a su mejor novela el nombre que tantos dar¨ªan a la Isla Dorada. Cuba es, por el clima, sus paisajes, sus playas, el color del mar, la amabilidad de sus gentes, una figuraci¨®n del lugar ideal para vivir. Y si adem¨¢s uno tiene la suerte de residir en las colinas de Siboney, con sus jardines, sus mansiones coloniales, anchas calzadas, el olor a salitre marino, el canto de los p¨¢jaros, la luz del sol col¨¢ndose por entre las hojas de los ¨¢rboles, el olor a tierra mojada, y de disfrutar de los privilegios de los altos mandos del Gobierno, lo l¨®gico es que no quiera abandonar el ecosistema. Esa zona de la capital cubana, bastante apartada de las ruinosas barriadas del centro, era el refugio de las grandes fortunas de principios de siglo. Al llegar la revoluci¨®n, todos los bienes particulares fueron nacionalizados, y los mejores lugares se reservaron para la atenci¨®n de las personalidades extranjeras de alt¨ªsimo rango y jefes de Estado, para Embajadas de pa¨ªses amigos, para el protocolo de la pol¨ªtica exterior, para la residencia de algunos privilegiados de la c¨²pula castrista, incluido el l¨ªder m¨¢ximo, y amigos en general.
A Gabo le toc¨® una mansi¨®n, cercana a una de las residencias de Fidel. En el lote tambi¨¦n cay¨® un enorme y lujoso Mercedes Benz de color claro que el escritor utiliza en la isla
Bryce: "En casa de Gabo esper¨¢bamos sin duda a Fidel, que sol¨ªa aparecer cuando menos se le esperaba, o sea, a cada rato, y se quedaba horas mostrando su soledad de mil a?os"
Cuando Gabo lleg¨® a Cuba por primera vez, sin pasaporte, el ¨²nico documento que ten¨ªa era una lista de la ropa que hab¨ªa enviado a la tintorer¨ªa con su nombre, y se mont¨® en el avi¨®n
A Gabo le toc¨® en suerte una estupenda mansi¨®n, cercana a una de las residencias de Fidel, poco despu¨¦s de ganar el Nobel. Una casa que casi no se ve desde la carretera, con un inmenso jard¨ªn, que se ampli¨® poco despu¨¦s de serle regalada por el propio presidente. En el lote tambi¨¦n cay¨® un enorme y lujoso Mercedes Benz de color claro, que el escritor utiliza s¨®lo los momentos en que se encuentra en la isla. Eran los ochenta, cuando nadie en Cuba ten¨ªa derecho a la propiedad privada, y hab¨ªa que esperar mucho tiempo para conseguir uno de esos veh¨ªculos Lada que ven¨ªan del este de Europa, sometidos adem¨¢s a las leyes del racionamiento del carburante. En todos los documentos y entrevistas a los que hemos tenido acceso se asegura que la casa es un regalo de Fidel a Gabo. V¨¢zquez Montalb¨¢n, sin embargo, prefiere utilizar las palabras "cesi¨®n vitalicia", seg¨²n nos contaba en una entrevista. Es decir, como en Cuba no es frecuente que un particular sea due?o absoluto de una propiedad, y adem¨¢s nunca se sabe qu¨¦ va a ocurrir con los t¨ªtulos anteriores a la revoluci¨®n cuando Castro muera, es posible que se trate de una cesi¨®n a perpetuidad. Lo cierto es que Gabo es la ¨²nica persona que tiene acceso privado a esa casa, y la utiliza con frecuencia, siempre que reside en la isla.
Cuba ya ten¨ªa su Nobel, ese premio que no recay¨® en Mart¨ª, muerto demasiado pronto, en 1895, ni en los cl¨¢sicos del XX: Nicol¨¢s Guill¨¦n, con su S¨®ngoro cosongo, su Sensemay¨¢ y la muralla que no cesa de abrirse y cerrarse; Lezama, con su Paradiso sin compromiso, y Carpentier, a pesar de haber apostado fuerte, pol¨ªtica e ideol¨®gicamente, por su Reino de este mundo. Cuba ten¨ªa su Nobel, y el Nobel ten¨ªa su reinado en la reina del Caribe. Fueron tres los pa¨ªses que pidieron formalmente el galard¨®n para Gabo: Cuba, la Francia de Mitterrand y Colombia, seg¨²n nos asegur¨® Elizabeth Burgos en su simp¨¢tico apartamento del Barrio Latino de Par¨ªs. Desde la isla pod¨ªa seguir ejerciendo su forma personal de poder. Ya en 1980, Gerardo Molina lo describ¨ªa, desde Cuba, como el diplom¨¢tico de toda Am¨¦rica Latina: "Pudimos ver en La Habana", relataba entonces, "que en torno de ¨¦l hay siempre un espect¨¢culo latinoamericano. De ese modo ejerce una especie de tarea diplom¨¢tica que nadie le ha confiado. El exiliado argentino solicita su intervenci¨®n para ayudarle al perseguido de turno. El venezolano pide su concepto sobre la ¨²ltima escisi¨®n que se ha producido en la izquierda. El boliviano espera que colabore en el ¨®rgano publicitario en gestaci¨®n. El centroamericano le propone redactar una declaraci¨®n continental sobre los ¨²ltimos sucesos de esa tumultuosa regi¨®n. El paraguayo le informa sobre el estado en que se encuentra la lucha contra la dictadura. El joven de cualquier parte le pide consejo sobre su iniciaci¨®n en las letras. Para todos ellos tiene Garc¨ªa M¨¢rquez una palabra de comprensi¨®n y est¨ªmulo. Y sin tomar notas de nada, deja que esa masa inmensa de informaciones de primera mano vaya a su cabeza, la que se convierte as¨ª en el m¨¢s completo fichero sobre la realidad latinoamericana".
En esa casa del Beverly Hills habanero se preparan las mejores veladas. Gabo ya no tiene necesidad de residir en el Riviera ni de visitar las casas de los amigos. Fef¨¦ nos cuenta que, a partir de ese momento, acude mucho menos al hogar de los Diego en El Vedado, y su relaci¨®n disminuye en intensidad, aunque la amistad sigue intacta. Ahora ser¨¢ otro tipo de p¨²blico el que se relacione en Cuba con Gabo. El primero, Fidel. En el 'Magaz¨ªn Dominical' de El Espectador del 8 de abril de 1984 (n¨²mero 54, p¨¢gina 5) aclara: "Algunos cr¨ªticos no me pueden perdonar no solamente mi apoyo a la revoluci¨®n cubana, sino mi amistad con Fidel. Puedo levantar el tel¨¦fono y llamarlo, y, lo que es m¨¢s, me contesta". Y viceversa. Son muchas las veces que, cuando el colombiano est¨¢ una temporada viviendo en su casa de La Habana, el que llama es Fidel. Alfredo Bryce Echenique nos lo cuenta en sus Antimemorias: "Fidel nos llam¨® a Gabo y a m¨ª. El pretexto, como siempre, era una copita de descanso, y Gabo inmediatamente se aprovechaba de ese pretexto para impedirme tomar una copita y ponerme Cartujo de Parma o algo as¨ª. '?Estuve bien?' '?No creen ustedes que me equivoqu¨¦ o que falt¨®...'. Eran las inseguras preguntas de rigor". Bryce hab¨ªa quedado finalista del Premio Casa de las Am¨¦ricas, en su modalidad de cuentos, unos a?os antes, y en varias ocasiones fue invitado a la isla. Cuando Gabo tuvo su casa, Alfredo sol¨ªa residir all¨ª durante sus estancias cubanas, o al menos frecuentaba la mansi¨®n del colombiano, sobre todo para las reuniones nocturnas. De una de ellas relata lo siguiente: "Esa noche en casa de Gabo esper¨¢bamos sin duda a Fidel, que sol¨ªa aparecer cuando menos se le esperaba, o sea, a cada rato, y se quedaba horas a descansar conversando, mostrando su rostro m¨¢s ¨ªntimo y su soledad de mil a?os, durante unas horas en las que uno hubiera preferido descansar durmiendo. Se hac¨ªa primero un silencio espectacular, de espect¨¢culo, y se o¨ªa el ruido del aire y de ese silencio. Entonces aparec¨ªa Fidel, y todos felices, menos Gabo, que a menudo pon¨ªa cara de 'nos jodimos, esta noche nadie duerme aqu¨ª'. Ya nadie dorm¨ªa, en efecto, hasta que Fidel, a eso de las 6 a.m., miraba su reloj y soltaba su eterno 'yo creo que todos tenemos un poquito que hacer esta ma?ana', que era cuando se levantaba la sesi¨®n y volv¨ªa a escucharse el ruido que hace el silencio y esa leve brisa de timid¨ªsimo vendaval".
Sin pasaporte
Quedan lejos aquellos tiempos en los que, como nos dec¨ªa en el Habana Libre el poeta y periodista Luis Suard¨ªaz, Gabo era tan joven que lleg¨® a Cuba por primera vez "sin pasaporte, y el ¨²nico documento que ten¨ªa era una lista de la ropa que hab¨ªa enviado a la tintorer¨ªa con su nombre, y con eso se mont¨® en el avi¨®n". Eran los a?os de la Operaci¨®n Verdad. Ahora son los de la Verdad de la Operaci¨®n, la gran operaci¨®n por la que el colombiano se ha convertido en imprescindible. Cuba es la Barranquilla de su infancia, pero sin todas las penurias de su historia pasada. Probablemente, esas palabras suyas, tan conocidas, tengan mucho de biogr¨¢fico: "No hay ninguna contradicci¨®n entre ser rico y ser revolucionario, siempre que se sea sincero como revolucionario y no se sea sincero como rico". Su defensa de la revoluci¨®n llega a veces hasta extremos incre¨ªbles, como, en esos a?os de compromiso pol¨ªtico, el d¨ªa que Anthony Quinn ofreci¨® al colombiano un mill¨®n de d¨®lares por los derechos de Cien a?os de soledad, para convertir la novela en un serial de televisi¨®n, y ¨¦l accedi¨® a condici¨®n de que le entregara otro mill¨®n para la revoluci¨®n, la cubana y la latinoamericana. El suceso qued¨® reflejado en un art¨ªculo que public¨® el 21 de abril de 1982, Una tonter¨ªa de Anthony Quinn, en el que desment¨ªa unas declaraciones del actor y productor estadounidense. Asimismo, hacia mitad de los ochenta se desenga?¨®, seg¨²n nos cuenta R¨¦gis Debray, de la pretendida ayuda de Mitterrand y del Estado franc¨¦s con respecto a Am¨¦rica Latina, Cuba y el sandinismo. Gabo esperaba un compromiso mayor del presidente galo, su amigo, pero no consigui¨® todo lo que se propuso. A partir de ese momento se enfriaron sus relaciones con la c¨²pula francesa.
Hay unos versos de Mart¨ª que todo cubano conoce de memoria, y que pertenecen al primer poema de los Versos sencillos, el del hombre sincero de donde crece la palma. Rezan as¨ª: "Si dicen que del joyero / tome la joya mejor, / tomo a un amigo sincero / y pongo a un lado el amor".
El m¨¢s tierno, el m¨¢s cr¨ªtico
En el caso del dirigente principal de la revoluci¨®n cubana, Castro, en el inicio de esa amistad, m¨¢s fuerte que el amor, M¨¢rquez no quer¨ªa dar su opini¨®n personal sobre ¨¦l. En 1977, un periodista le insiste, pero Gabo se niega a hablar porque la respuesta "parecer¨ªa apasionada y de un fidelismo desaforado". Pero l¨ªneas m¨¢s adelante declara: "[Fidel] Es el hombre m¨¢s tierno que he conocido. Y es tambi¨¦n el cr¨ªtico m¨¢s duro de la revoluci¨®n, y un autocr¨ªtico implacable". En 1975 ya hab¨ªa afirmado: "Fidel Castro, aparte de su genio pol¨ªtico y de su genio visionario, es un hombre extraordinariamente bien informado. A Fidel Castro le tengo una gran admiraci¨®n por much¨ªsimos factores, pero principalmente porque corri¨® el riesgo cotidiano del poder. El desgaste del poder es terrible. Fidel Castro corri¨® ese riesgo y ha salido adelante". En otras ocasiones contesta lac¨®nicamente: "Soy amigo de Fidel y no soy enemigo de la revoluci¨®n, eso es todo". Sin embargo, en los aleda?os del Nobel se va quitando la m¨¢scara.
El 28 de abril de 1982 hace una rese?a del libro El pez es rojo, de los periodistas estadounidenses Warren Hinckle y William Turner, cuyo t¨ªtulo se refer¨ªa al nombre cifrado del desembarco en la bah¨ªa de Cochinos. En ¨¦l se relata con abundancia de documentaci¨®n la guerra secreta que la CIA ha mantenido con Cuba desde 1959, incluyendo los diversos atentados que se han organizado contra Castro. Comenta el colombiano que la torpeza de los yanquis es inconcebible, pues no han conseguido en m¨¢s de veinte a?os ninguno de sus objetivos. Y se?ala con perplejidad algunas an¨¦cdotas de esa guerra sucia: "Cuesta trabajo creer que en el origen de todo esto estuviera nada menos que el creador del agente secreto 007". As¨ª fue. En la primavera de 1960 -seg¨²n cuentan Hinckle y Turner-, el senador John F. Kennedy, que poco despu¨¦s ser¨ªa el nuevo presidente de Estados Unidos, ofreci¨® un almuerzo a su autor favorito, Ian Fleming. El senador le pregunt¨® al escritor qu¨¦ se le ocurrir¨ªa a James Bond si se le encomendara la tarea de eliminar a Fidel Castro. Fleming contest¨®, sin pesta?ear, que hab¨ªa tres cosas importantes para los cubanos: el dinero, la religi¨®n y el sexo. A partir de esa premisa imagin¨® tres proyectos. El primero era arrojar sobre Cuba una cantidad fabulosa de dinero falsificado, como una cortes¨ªa de Estados Unidos. El segundo era arregl¨¢rselas para que apareciera en el cielo cubano una cruz luminosa, como un anuncio de la vuelta inminente de Cristo a la Tierra para exterminar el comunismo. El tercero era lanzar panfletos sobre Cuba, firmados por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, para advertir a la poblaci¨®n que las pruebas at¨®micas de Estados Unidos hab¨ªan contaminado de radiactividad las barbas de los revolucionarios, y que esto los volver¨ªa impotentes. Fleming supon¨ªa que despu¨¦s de esta advertencia los revolucionarios se afeitar¨ªan la barba, incluso Fidel. Y concluy¨®: "Sin barbas no hay revoluci¨®n". Tras esa broma del novelista, la CIA lo tom¨® al pie de la letra, e ide¨® unos polvos que, dentro de los zapatos, provocaban la ca¨ªda del pelo de todo el cuerpo. Pero no encontraron a nadie que los metiera en las botas de Fidel. A partir de este momento a?ade Gabo los atentados verdaderos que los autores citan, m¨¢s otros que no aparecen en el libro, pero que el colombiano conoce. Adem¨¢s demuestra que es un verdadero experto en temas de contraespionaje cubano, datos a los que no puede acceder el ciudadano de a pie. El texto es un poco largo, pero merece la pena conocerlo por entero:
"Los fracasos menos explicables, por supuesto, han sido los de los atentados a Fidel Castro. En realidad, Castro tiene una vida cotidiana imprevisible, sus servicios de seguridad son muy dif¨ªciles de penetrar, y la contrainteligencia cubana est¨¢ considerada como una de las m¨¢s eficaces del mundo. Pero eso no es suficiente para explicar el fracaso de m¨¢s de cincuenta atentados preparados por la CIA con sus recursos m¨¢s sabios. Hay que pensar que existe un elemento diferente que escapa a las computadoras de la CIA, y que tal vez no sea del todo ajeno a la magia del Caribe".
"Cuando el presidente Kennedy mand¨® a Cuba al abogado neoyorquino James Donovan, en 1963, para que negociara la liberaci¨®n de un grupo de prisioneros norteamericanos, la CIA prepar¨®, sin que Donovan lo supiera, un regalo especial para Fidel Castro. Era un equipo de pesca submarina en cuyos tanques de ox¨ªgeno hab¨ªan puesto bacilos de tuberculosis. El propio Donovan, no sabe por qu¨¦, pero el equipo no le pareci¨® digno de un jefe de Estado, lo cambi¨® por otro que ¨¦l mismo compr¨® en Nueva York. 'De todos modos', ha dicho un agente de la contrainteligencia cubana, 'nosotros hubi¨¦ramos revisado el equipo".
"Los fracasos m¨¢s sorprendentes fueron los de tres atentados que la CIA prepar¨® contra Fidel Castro durante su larga visita a Chile, en 1971. En el primero, Castro iba a ser asesinado, durante una conferencia de prensa, con una ametralladora escondida dentro de una c¨¢mara de televisi¨®n. 'Era algo similar al asesinato de Kennedy', dijo el hombre de la CIA que dirigi¨® el atentado, 'porque la persona que iba a matar a Castro estaba provista de documentos que le har¨ªan aparecer como un agente desertor de los servicios cubanos en Mosc¨²'. Pero, a la hora de la verdad, a uno de los asesinos le dio un ataque de apendicitis y el otro no se atrevi¨® a disparar solo. El otro atentado estaba previsto durante la visita de Fidel Castro a las minas de Antofagasta, en el norte de Chile. Un autom¨®vil descompuesto en el camino oblig¨® a detener la caravana oficial. Dentro de ese autom¨®vil hab¨ªa cuatrocientas toneladas de dinamita conectadas a un detonador el¨¦ctrico. Pero, por razones todav¨ªa inexplicadas, la dinamita no estall¨®. El tercer intento deb¨ªa ser un disparo desde otro avi¨®n en tierra, cuando Fidel Castro hiciera escala en Lima; pero un cambio en la posici¨®n de los dos aviones determin¨® que el piloto de la CIA se negara a disparar por temor de no poder escapar a tiempo. Un cuarto atentado, tambi¨¦n frustrado, fue el que intent¨® una bella agente de la CIA que tuvo acceso a Fidel Castro y estaba dispuesta a echarle en la bebida unas c¨¢psulas de veneno. Pero las hab¨ªa introducido en Cuba dentro de un frasco de cold cream, y cuando quiso utilizarlas no las encontr¨®: se hab¨ªan disuelto".
"Hay tres casos que no cuentan los autores de El pez es rojo. Uno de ellos fue cuando electrificaron con alto voltaje los micr¨®fonos de la tribuna donde iba a hablar Fidel Castro. La seguridad cubana lo descubri¨® a tiempo, y su explicaci¨®n fue la m¨¢s simple: 'Ya hab¨ªamos pensado que a alguien se le iba a ocurrir alguna vez'. El otro atentado que nunca ocurri¨® fue el que deb¨ªa intentar un empleado de la cafeter¨ªa del hotel Habana Libre, a quien la CIA le hab¨ªa dado unas c¨¢psulas inodoras, incoloras e ins¨ªpidas, y cuyo efecto mortal era bastante retardado, para que el criminal pudiera escapar. Se trataba de echarlas en el batido de frutas que Fidel Castro sol¨ªa tomarse cuando llegaba a la cafeter¨ªa en la madrugada. El agente esper¨® m¨¢s de seis meses, y cuando por fin apareci¨® Fidel Castro, las c¨¢psulas ya hab¨ªan perdido su efecto. La CIA las cambi¨® por otras de actividad indefinida si se conservaban en congelaci¨®n. El agente las puso sobre el congelador, y cuando Fidel Castro volvi¨®, al cabo de cuatro meses, le prepar¨® el batido de frutas de siempre; pero a ¨²ltima hora no pudo romper el hielo que hab¨ªa cubierto la c¨¢psula".
En el punto de mira
"Con todo, el mayor peligro en que se ha visto Fidel Castro, y que tampoco est¨¢ citado en este libro fant¨¢stico -no fue un atentado-, fue despu¨¦s de la derrota de la invasi¨®n de la bah¨ªa de Cochinos, cuando regresaba del frente en un jeep descubierto. Dos supervivientes de la derrota, que se hab¨ªan escondido detr¨¢s de unos arbustos, le vieron pasar a menos de diez metros, y uno de ellos le tuvo en su mira por breves segundos. Pero no se atrevi¨® a disparar".
En ese camino diferencial con los estadounidenses, la defensa al amigo llega hasta el recuento de costumbres pol¨ªtico-culturales. En un art¨ªculo del 2 de diciembre de 1981, Los dolores del poder, quiz¨¢ para poner de relieve, como contraste, el mutismo absoluto que hay alrededor de la salud de Castro, y tambi¨¦n como muestra de su ya consabida obsesi¨®n por todo lo que rodea al poder, Gabo toma nota de las noticias que se dan constantemente acerca de la salud de los presidentes de Estados Unidos: "En 1961, el joven y deportivo John F. Kennedy sufri¨® una torcedura lumbar en Viena, y regres¨® a su pa¨ªs caminando con un par de muletas, que le valieron una cierta aureola de veterano de guerra. Hace pocos a?os, uno de los hijos de su hermano Edward sufri¨® la amputaci¨®n de una pierna como consecuencia de un c¨¢ncer de los huesos, y el hecho fue celebrado por la prensa como una prueba m¨¢s del valor familiar. Por la misma ¨¦poca, la esposa del presidente Gerald Ford y la esposa de Nelson Rockefeller, gobernador de Nueva York, fueron mutiladas por el rigor de sus cirujanos, y su desdicha mereci¨® el homenaje de las primeras p¨¢ginas".

Un chiste sobre Fidel
MUERE FIDEL en el siglo XXV y va al infierno. All¨ª observa que hay un infierno para cada pa¨ªs. Se dirige al alem¨¢n y pregunta:
-?Qu¨¦ te hacen aqu¨ª?
-Aqu¨ª, primero te ponen en la silla el¨¦ctrica por una hora, luego te acuestan en una cama llena de clavos durante otra hora, y el resto de la jornada viene el diablo alem¨¢n y te da unos cuantos latigazos.
Evidentemente, a Fidel no le gust¨® el plan y fue a ver otros infiernos. Pas¨® por el estadounidense, pero ni pregunt¨®. Lleg¨® al ruso, al espa?ol, al franc¨¦s, y despu¨¦s de interesarse por los diversos sistemas de castigo, se llev¨® la sorpresa de que en todos hac¨ªan exactamente lo mismo. Cuando dio con el cubano, desde lejos vio que se arremolinaba en cola una gran muchedumbre, esperando la admisi¨®n inmediata. Intrigado, pregunt¨®
a Manolo Garc¨ªa, el ¨²ltimo
de la fila:
-Manolo, ?qu¨¦ es lo que hacen aqu¨ª?
-Aqu¨ª te ponen primero en la silla el¨¦ctrica por una hora, luego te acuestan otra hora en una cama con clavos, y el resto del d¨ªa viene el diablo cubano y te despelleja a latigazos.
-Pero si es exactamente igual a los otros infiernos -repar¨® Fidel-, ?por qu¨¦ tanta gente quiere entrar?
-Ver¨¢, Comandante -dijo Manolo-, la silla no funciona porque no hay luz, la cama no tiene clavos porque los robaron la semana pasada, y el diablo viene, firma y se va.
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