Concurso de ideas: el caso del Parque Central
?Es Valencia menos que Berl¨ªn, que Barcelona, que Madrid o que Lisboa? Me gustar¨ªa pensar que no. Pero atendiendo a la manera en la que se afrontan en nuestra ciudad los grandes desaf¨ªos urban¨ªsticos se impone con rotundidad la conclusi¨®n de que planificamos nuestro suelo inmensamente peor que la mayor¨ªa de las ciudades europeas.
Creo que al denunciar que la experiencia reciente de Valencia es la de una ciudad construida a golpe de arbitrariedades y ocurrencias, un ejemplo triste de arquitectura sin arquitectos, sin criterio y sin modelo, estoy asumiendo una actitud cr¨ªtica compartida casi un¨¢nimemente por los profesionales de la arquitectura y el urbanismo, por la abrumadora mayor¨ªa de los sectores acad¨¦micos y por toda persona concienciada de la necesidad de una planificaci¨®n racional de los espacios y los edificios p¨²blicos.
Las ciudades no se improvisan. Mucho menos cuando tienen la envergadura de Valencia o cuando su actualidad las sit¨²a frente a desaf¨ªos urban¨ªsticos de incalculable trascendencia. Nuestra ciudad se encuentra hoy en un momento crucial de su historia urbana. Pero ?qui¨¦n est¨¢ dise?ando arquitect¨®nicamente la ciudad? Nadie hasta donde conocemos, al menos nadie con una trayectoria avalada por incuestionables logros arquitect¨®nicos.
Que el desarrollo de los proyectos que configuran las l¨ªneas maestras de la ciudad se encuentre en manos subdelegadas y an¨®nimas, sin que conozcamos los m¨¦ritos que re¨²nen para ello, es un hecho que producir¨ªa esc¨¢ndalo en cualquier ciudad europea.
En Nueva York siete equipos de prestigio participaron en el concurso para la reconstrucci¨®n de la Zona Cero. Hamburgo convoc¨® un foro de ideas en el marco de una ronda internacional de arquitectos para la edificaci¨®n de la orilla norte del Elba. En Lisboa, coincidiendo con el redescubrimiento y la rehabilitaci¨®n de sus localizaciones centrales, se celebr¨® el Concorso de Ideias para la zona ribere?a. La integraci¨®n urbana del ferrocarril en Almer¨ªa se llev¨® a cabo muy recientemente mediante un ambicioso concurso. Para la ordenaci¨®n del frente litoral del Bes¨®s con motivo de la celebraci¨®n del F¨®rum 2004, se cre¨® en Barcelona una sociedad municipal destinada a velar por la calidad formal de las actuaciones y a garantizar la producci¨®n de una arquitectura singular. Con independencia del tama?o, la importancia o la capacidad econ¨®mica de esas ciudades, todas han mostrado una gran preocupaci¨®n por conceder protagonismo a capacitados arquitectos en la programaci¨®n de la ciudad.
La propuesta de Parque Central presentada por el Ayuntamiento de Valencia s¨®lo podr¨ªa interpretarse como una broma. Ninguna ciudad seria rebajar¨ªa un proyecto de semejante dimensi¨®n al nivel de las ocurrencias. He ah¨ª donde el gobierno municipal est¨¢ marcando, para nuestro agravio, las enormes distancias con los ejemplos razonables de programar una ciudad.
La recauchutada plaza del Ayuntamiento es otro de los hitos insultantes en esta carrera de desprop¨®sitos urban¨ªsticos emprendida por nuestra Corporaci¨®n. Quien se ha encargado de su remodelaci¨®n (un insondable misterio municipal), estaba tan desprovisto de capacidad cr¨ªtica como para dejarla en esencia exactamente igual que estaba, conform¨¢ndose con una simple sustituci¨®n del encintado de las aceras, del asfalto y de algunos elementos decorativos de gusto dudoso. La remodelaci¨®n se ha llevado a cabo sin ninguna reflexi¨®n perceptible sobre el sentido de la plaza, sin ninguna aportaci¨®n a la deplorable ordenaci¨®n de su tr¨¢fico rodado, con absoluta despreocupaci¨®n hacia el contexto urbano en el que se inserta ese espacio vertebrador. ?Es ese tipo de arquitectura el que promueve una gran ciudad? Con toda rotundidad, no.
As¨ª como ning¨²n paciente encomendar¨ªa su coraz¨®n a las manos temblorosas de un advenedizo, tampoco una ciudad deber¨ªa entregar su ejecuci¨®n a unos arquitectos sin aval alguno que contrastar. El resultado de ese modo b¨¢rbaro de proceder est¨¢ muy a la vista: una ciudad que ha perdido el sentido del conjunto, sembrada de artefactos extra?os, de dimensiones descoordinadas y en la que los ¨²nicos elementos sagrados son el tr¨¢fico y la especulaci¨®n.
Si queremos una ciudad brillante hay un solo m¨¦todo: ponerla en manos de trayectorias brillantes. La ciudad tienen que dise?arla los mejores (que no necesariamente son los m¨¢s famosos). Sostengo que ¨¦ste es un posicionamiento de indudable inter¨¦s p¨²blico. Ninguna sociedad culta puede admitir que sus gobernantes procedan de otra manera y yo sostengo que la sociedad valenciana es una sociedad culta.
Los concursos de ideas, en los que los pol¨ªticos encargan y los arquitectos dise?an son la ¨²nica soluci¨®n admisible para los grandes proyectos pendientes en nuestra ciudad. no existe m¨¢s alternativa para el Parque Central. Los concursos no s¨®lo representan una garant¨ªa de calidad arquitect¨®nica, sino tambi¨¦n un modo excelente de promover el debate y la implicaci¨®n de la ciudadan¨ªa en la discusi¨®n de las diferentes propuestas.
Los pol¨ªticos deben aprender a encargar, no a colocar quioscos y farolas. En Valencia se ha confundido sistem¨¢ticamente la legitimidad democr¨¢tica con la capacitaci¨®n profesional para configurar la ciudad. Craso error. Rita Barber¨¢ mete mano en la ciudad con la misma soltura con que Camps y Gonz¨¢lez Pons han querido entrometerse en la colecci¨®n pict¨®rica del IVAM. Si ha habido una rebeli¨®n contra esto ?por qu¨¦ habr¨ªa de dejarse impune aqu¨¦llo?
Exijamos excelencia a la arquitectura valenciana, no nos conformemos con esta arquitectura de m¨ªnimos ni con este urbanismo del serrucho tan extendido en nuestros d¨ªas. La ordenaci¨®n del Parque Central, la operaci¨®n Balc¨®n al Mar, el enterramiento de las v¨ªas, la introducci¨®n de la Alta Velocidad..., las cruciales decisiones a que debe enfrentarse nuestra ciudad de un modo inminente nos conducen al gran interrogante: ?qui¨¦n asume con su autoridad la planificaci¨®n de estos cambios?, ?cu¨¢les son sus m¨¦ritos arquitect¨®nicos? Que no podamos contestar a estas preguntas es indignante y escandaloso.
El urbanismo es una de las grandes v¨ªas de acceso al bienestar. Pero cuando sus posibilidades se malogran las ciudades se convierten en una experiencia ineludiblemente hostil. En la planificaci¨®n de la ciudad ejercitamos nuestro sentido colectivo de la elegancia, del compromiso y la equidad. Hagamos por legar a la ciudad una adecuada impronta, ya que como dec¨ªa un l¨²cido escritor latinoamericano, la arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia.
Rafael Rubio es portavoz del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Valencia.
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