Un Verdi rescatado
El origen de I Masnadieri, ¨®pera und¨¦cima del cat¨¢logo verdiano, se halla en la invitaci¨®n del activo empresario Benjamin Lumley que, por entonces, hab¨ªa colocado al Her Majesty's Theatre londinense en cabeza de los escenarios europeos por la selecci¨®n de sus repartos y la modernidad de su repertorio. Para su primera partitura "internacional", porque hasta entonces el maestro, en la treintena, s¨®lo hab¨ªa compuesto para escenarios italianos (eso s¨ª, varios de los m¨¢s decisivos como Mil¨¢n, N¨¢poles, Venecia y Roma), Giuseppe Verdi eligi¨® un texto de 1781, perteneciente al dramaturgo alem¨¢n Friedrich Schiller, Die R?uber (Los bandidos), anteriormente llevada a un escenario l¨ªrico con modesto reclamo por Saverio Mercadante. De Schiller, el literato m¨¢s frecuentado tras el reverenciado Shakespeare, Verdi dos a?os antes hab¨ªa puesto notas a Die Jungfrau von Orl¨¦ans (a trav¨¦s de la irregular Giovanna D'Arco) y de inmediato se enfrentar¨ªa a Kabale und Liebe (con la preciosa Luisa Miller), para cerrar el c¨ªrculo, treinta a?os despu¨¦s, con la monumental Don Carlo.
I Masnadieri es contempor¨¢nea de la primera versi¨®n, la florentina, de Macbeth, su primer libreto basado precisamente en Shakespeare. Resulta entonces algo inquietante comprobar que la partitura compuesta para el texto del dramaturgo ingl¨¦s es de gran madurez profesional, mientras que la escrita para el argumento alem¨¢n Verdi contin¨²a, aunque con alg¨²n que otro atisbo de modernidad (en la gran escena del bar¨ªtono o en los conjuntos), con su rutina creativa, la impuesta por ese quehacer agotador de una ¨¦poca denominada por ¨¦l mismo como "de galeras", ya que deb¨ªa de trabajar como un forzado para atender las peticiones de empresarios y teatros. No ayud¨® mucho a los resultados el libreto de su amigo el conde Andrea Maffei, solemne traductor italiano de Schiller y, en un plano m¨¢s ¨ªntimo, por entonces reci¨¦n separado de su esposa Clarina, de cuyo divorcio fue testigo notarial el compositor. Maffei era un ilustre letrado pero un modesto hombre de teatro y trivializ¨® un tanto la historia original, ocultando datos precisos para el conocimiento de los personajes o no aclarando debidamente las motivaciones de sus actos. Verdi, quiz¨¢ por amistad o respeto, no fue tan exigente como sol¨ªa serlo con otros libretistas. Convencido quiz¨¢ de que estaba escribiendo una obra "de encargo", destinada a un p¨²blico selecto y al mismo tiempo complaciente como eran la nobleza y la burgues¨ªa inglesas y que los papeles se adaptaban a medida de sus cuatro cantantes principales, avanz¨® la composici¨®n con m¨¢s oficio que entusiasmo. La obra se estren¨®, como estaba previsto con el ¨¦xito esperado, el 22 de julio de 1847. Los int¨¦rpretes fueron: Jenny Lind, sueca de 27 a?os, alumna de Manuel Garc¨ªa (hermano de la Malibran y la Viardot), protegida de Meyerbeer y uno de "los ruise?ores" de la ¨¦poca, faceta que Verdi explotar¨ªa en la espl¨¦ndida cabaletta (allegro brillante para m¨¢s datos) de Amalia Carlo vive? O caro acento, culminaci¨®n del aria menos olvidada de la ¨®pera, Tu del mio Carlo al seno, donde se suceden uno tras otro embellecimientos vocales de todo cariz a un ritmo deseablemente vertiginoso.
El protagonista, el bandido
Carlo Moor, ¨¢vido lector de Plutarco, desenga?ado de la vida y de sus placeres, apasionado y perseguido por un destino aciago, fue confeccionado a medida del primo tenore Italo Gardoni, tambi¨¦n en la segunda mitad de su veintena y siendo ¨ªdolo del p¨²blico ingl¨¦s fue preferido al int¨¦rprete inicialmente propuesto por Verdi, el potente Gaetano Fraschini. Gardoni estaba bregado en repertorio donizettiano y rossiniano y cantaba h¨¦roes tan dis¨ªmiles como Rodrigo de La donna del lago y Nemorino de L'elisir d'amore, de ah¨ª se explica que el compositor le facilitara cierto lujo de matices, en medio de una escritura vocal propiamente suya, en base a una recitaci¨®n amplia y decantada y unos acentos poderosamente expresivos. El bar¨ªtono Francesco Moor, dentro del orden l¨®gico de las cosas el malo de la situaci¨®n, rival, por ende, del tenor no s¨®lo amoroso sino pol¨ªtico pues es tambi¨¦n su hermano y disputa heredades, fue acordado a Filippo Colletti, que con sus 36 a?os, era ya bien apreciado por Verdi gracias a su canto agresivo pero cuidadoso seg¨²n las necesidades del momento dram¨¢tico. As¨ª, el compositor le ofrece otro de los grandes roles destinados para esta cuerda que tan bien privilegiaba. Por ¨²ltimo, la figura paterna tan presente en el cat¨¢logo de personajes verdianos, aqu¨ª la detente el bajo que lleva el nombre de Massimiliano Moor, noble anciano pensado para el ya cincuent¨®n Luigi Lablache, uno de los nombres m¨ªticos de la historia del canto, m¨¦rito conseguido tanto por sus excepcionales cualidades vocales como por su preparaci¨®n musical, sumadas a una presencia f¨ªsica y esc¨¦nica propias, respectivamente, de un imponente f¨ªsico y un depurado actor. La partitura, donde la belleza y la fortaleza de las melod¨ªas se elevan muy por encima de las debilidades del texto literario, es una suma de arias, d¨²os, un cuarteto (donde el desarrollo de la acci¨®n obliga a que el tenor no sea el primo sino el secondo, Arminio, un correveidile de turno), coros y finales, prologada con un simple pero efectivo preludio. Olvidando de momento la gran sinfon¨ªa u obertura (que luego retomar¨¢ en I Vespri siciliani y La forza del destino) en esta introducci¨®n orquestal aparece un detalle in¨¦dito: un precioso pasaje para violonchelo solista que el compositor introdujo para lucimiento de un antiguo conocido de su ¨¦poca estudiantil milanesa, Alfredo Piatti, selecto instrumentista de la orquesta as¨ª como compositor y pedagogo.
I Masnadieri se representa
en Bilbao los d¨ªas 17, 20, 23 y 28 de este inicio de 2004, con un reparto con toda garant¨ªa de eficacia: Fiorenza Cedolins, Francisco Casanova, Roberto Servile y Andrea Papi, bajo la direcci¨®n de Fabrizio Maria Carminati y en un flexible montaje esc¨¦nico de Pier' Alli que viene de Palermo, donde se estren¨® en octubre de 2001. Este teatro siciliano ha sido uno de los m¨¢s recientes en recuperar una de las ¨®peras menos representadas del cat¨¢logo verdiano, junto al Festival de Ludwigsburger en 1992 o el Covent Garden de Londres una d¨¦cada m¨¢s tarde.
Otras funciones m¨¢s o menos inmediatas dignas de fichar aqu¨ª, comenzando con las imprescindibles ediciones de la Radio Italiana (Mil¨¢n, 1951; Tur¨ªn, 1971), son las dirigidas por Gianandrea Gavazzeni (Florencia, 1963; Roma, 1972), Riccardo Muti (Mayo Musical Florentino, 1969) o Riccardo Chailly (Teatro alla Scala, 1978), as¨ª como su inclusi¨®n en la temporada 1981-1982 dentro del peque?o ciclo Verdi: op¨¦ras de jeunesse que organiz¨® el Th¨¦?tre du Ch?telet parisiense. El director Mauricio Rinaldi en 1990 la propuso, asombrosamente, como parte del premio del concurso que organizaba (Rinaldi falleci¨® hace unos pocos a?os) junto a la actriz Franca Valeri y que tiene lugar en Rieti en honor al m¨ªtico conciudadano Mattia Battistini. Finalmente, el teatro Comunale de Bolonia acaba de iniciar su temporada con esta descuidada obra verdiana (protagonista: la Cedolins), mientras que Bruselas tambi¨¦n cuenta con ella para su programaci¨®n inminente, en cartel un reclamo infalible: el primer Massimiliano de su gloria local Jos¨¦ van Dam. I Masnadieri cuenta con s¨®lo dos grabaciones discogr¨¢ficas oficiales: una de Philips de 1974, con el excepcional protagonismo de Carlo Bergonzi; otra de Decca, 1982, con Joan Sutherland, una posible r¨¦plica moderna de la original Jenny Lind. En Bilbao, la obra se represent¨® ya en una ocasi¨®n anterior: en 1976 con Cristina Deutekon, Pedro Lavirgen, Matteo Manuguerra y Bonaldo Giaiotti. En Madrid, la ¨®pera se estren¨® muy pronto, en octubre de 1847, en un peque?o escenario de corta vida, el teatro del Museo (que luego ocupar¨ªa el famoso caf¨¦ de Fornos hoy desaparecido), llegando al Teatro Real en marzo de 1854. Seis a?os despu¨¦s el mismo escenario la repuso y hasta hoy no ha vuelto a aparecer por la capital. El Gran Teatro del Liceo barcelon¨¦s a¨²n no la ha considerado en sus programaciones.
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