Un vasco puro
El pasado fin de semana decid¨ª emprender la b¨²squeda de unas fichas. Saqu¨¦ del fondo del armario una caja y empez¨® a aparecer todo tipo de papeles de los a?os 70. Curioso signo prof¨¦tico, el primero era la copia de una propuesta dirigida por m¨ª al titular de la c¨¢tedra, el gran historiador Jos¨¦ Antonio Maravall, para que fuese nombrada ayudante una joven licenciada de nombre Mercedes Cabrera. Sigui¨® un sobre con fotos. La primera, para gran sorpresa m¨ªa, de Javier P¨¦rez Royo, con gesto y barba propios de joven centuri¨®n romano en pel¨ªcula de la ¨¦poca. Vi luego en una carpeta amarillenta que se trataba de una encuesta a intelectuales sobre el problema nacional, planteada por m¨ª en 1976 con destino a Cuadernos para el Di¨¢logo y que nunca lleg¨® a publicarse. Los textos no carec¨ªan de inter¨¦s, entre ellos el de P¨¦rez Royo y Bartolom¨¦ Clavero en torno al enlace entre autonomismo andaluz y perspectiva federal. El m¨¢s vibrante, el de Ernest Lluch sobre "el movimiento nacional popular de los catalanes".
Al fondo de la caja, estaban dos ejemplares de Euzkadi, la revista del PNV, a?o 1978. Hab¨ªan sobrevivido sin duda por encontrarse en ellos sendas entrevistas a Xabier Arzalluz, la estrella del partido en la Constituyente de Madrid. Ahora que estamos al borde de la retirada del pol¨ªtico azkoitiarra no es in¨²til repasarlas.
Encontramos un Arzalluz empe?ado en reforzar su imagen de self-made man, integrado en la Compa?¨ªa de Jes¨²s porque no hab¨ªa otra salida para un pueblerino pobre, y sin demasiado apego sentimental a la misma: compara su salida con la de alguien que abandona el Partido Comunista. Para nada es un resistente antifranquista, ni estima esta cuesti¨®n como relevante. Muestra con orgullo su pasado de penuria, pero es claro que no le gusta, ni entonces ni cuando ya diputado tiene que cambiar el Palace por un hotel barato. "No puede ser a la larga", lamenta. Se inscribe en el PNV por carta, una vez abandonada la Compa?¨ªa, y tras sopesar otras opciones. Sin embargo, como en el caso de Sabino Arana, sigue fiel al doble juego recomendado por Ignacio de Loyola: absolutismo de los principios y pragmatismo a fondo en la actuaci¨®n. Es antiliberal, pues ya la Constituci¨®n de 1812 supuso el triunfo del "jacobismo" (sic), ve el carlismo como expresi¨®n de "todo el pueblo vasco", se la tiene jurada a Espartero y condena "la violencia" de ETA por ser contraproducente. "Yo no conozco ning¨²n pueblo que a golpe de armas haya salido adelante para su independencia", afirma. "Es mucho mejor demorar el tema muchos a?os e ir poco a poco...". De ah¨ª que contemple con buenos ojos la Constituci¨®n, por abrir "una v¨ªa auton¨®mica muy amplia", si bien prefiere recomendar "la abstenci¨®n", con la puerta abierta a "negociar el s¨ª".
Claro que por debajo de la estampa de pol¨ªtico realista, el esbozo de autobiograf¨ªa descubre alg¨²n que otro rasgo menos atractivo de su personalidad, a pesar del cuidado que pone en limar las propias aristas. Al referirse a sus or¨ªgenes familiares, habla de ese carlismo cuya causa identifica con el pueblo vasco. Olvida que en la Guerra Civil ese carlismo, el de su padre en Azkoitia, fue franquismo, y se permite entonces declarar que ten¨ªan "conciencia de ser vascos", lo cual para el joven Arzalluz implica ser diferente y estar enfrentado al otro, a "la gente castellana". De un lado, la pureza de sangre sabiniana: "Nosotros ¨¦ramos vascos puros en lo que se refiere a sangre, apellidos y lengua. ?ramos vascos sin complejos". Una identidad nacional definida en t¨¦rminos raciales, biol¨®gicos, antes que ¨¦tnicos, unida por el cord¨®n umbilical a la cruzada carlista. Y activada, como en Sabino, por el sentimiento de odio, que es todo suyo, y que cree percibir en el otro, en esa "gente castellana" cuyo idioma se enorgullece de "dominar totalmente". "Vi que la gente castellana nos odiaba, nos separaba", proclama. A la larga ¨¦ste ser¨¢ el fondo de tantas actuaciones suyas y el m¨¢s siniestro legado de la vida pol¨ªtica de Xabier Arzalluz: haber forzado, especialmente en los a?os 90, el regreso de la conciencia nacionalista a unos or¨ªgenes en que su se?a de identidad consisti¨® en el odio al enemigo espa?ol, seg¨²n el antiguo aforismo xen¨®fobo atzerri otserri, pa¨ªs extra?o, pa¨ªs de lobos.
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