'Legislativitis'
La preparaci¨®n artillera dise?ada por Zapatero para adelantarse al contrario tomando la iniciativa de cara a la inminente campa?a electoral (dosificaci¨®n de revelaciones, comit¨¦ de notables, listas un¨¢nimes...) se ha visto saboteada por inoportunos da?os colaterales a causa del fuego amigo. Me refiero al feo nepotismo del flamante tripartito catal¨¢n, que para no asustar a los centralistas ha querido exhibir los mismos vicios del cong¨¦nito familismo espa?ol, y al desbarre de Rodr¨ªguez Ibarra, cuya modesta proposici¨®n para acabar de ra¨ªz con el nacionalismo no se ha sabido apreciar en su sarc¨¢stica intenci¨®n.
Estas an¨¦cdotas se olvidar¨¢n en cuanto sus contrarios multipliquen errores como el chantaje andaluz del ministro Montoro, que les costar¨¢ alg¨²n esca?o. Pero es que llueve sobre mojado, pues para nepotismo ah¨ª est¨¢ el caso Juan Guerra, que inici¨® el derrumbe socialista. ?Acaso lo han olvidado? ?Y qu¨¦ decir de los hermanos Montoro y las hermanas Palacio, en el otro bando, con la esposa del presidente del Gobierno colocada de superconcejala ben¨¦fica para cubrir la retirada de su marido?
Por lo que se refiere a la chusca proposici¨®n de Rodr¨ªguez Ibarra, su nivel de genialidad poco tiene que envidiar al chapucero plan Ibarretxe. Pero una y otra propuestas no son sino esperp¨¦nticas reducciones al absurdo de una man¨ªa muy espa?ola, como es la propensi¨®n a la legislativitis, o delirio legislativo.
La hipertrofia legislativa es un vicio cong¨¦nito de la cultura pol¨ªtica de matriz latina, heredada del derecho romano. Ya sea en Par¨ªs, Roma o Madrid, la propensi¨®n a legislarlo todo parece tan compulsiva que resultar¨ªa c¨®mica si no fuera tan est¨¦ril y costosa.
Creen los latinos que para cambiar la realidad basta con crear una ley. Pero como la sociedad no se cambia por decreto, las nuevas leyes pronto se revelan in¨²tiles, adem¨¢s de contraproducentes. Lo que no desanima a quienes padecen legislativitis, pues reinciden multiplicando la inflaci¨®n de nuevas reformas legislativas. Pero en Madrid esto es mucho peor todav¨ªa que en Roma o Par¨ªs, pues aqu¨ª hemos edificado un Estado de las autonom¨ªas cuya legislativitis est¨¢ multiplicada por 17.
Ahora es el PSOE quien incurre en este vicio administrativo, al ofertar un programa que pretende reformar las reglas de juego hipertrofiando las administraciones judicial y tributaria.
Lo cual est¨¢ muy bien sobre el papel, pero plantea graves dudas acerca de su aplicaci¨®n pr¨¢ctica. Y la m¨¢s grave de todas -al margen del coste redundante de su est¨¦ril hipertrofia- es que as¨ª se multiplican tambi¨¦n por 17 las oportunidades de hacer trampas, cayendo en el vicio nacional del clientelismo, la opacidad y las corruptelas.
El defecto de nuestra Hacienda y nuestra Justicia no es su centralismo, sino su servil dependencia del poder. Y si las enfeudamos al caciquismo local y territorial cabe temer que todav¨ªa resulten m¨¢s ineficientes y fraudulentas.
Pero la culpa no es tanto de Zapatero como del mal ejemplo contagiado por su adversario. Como es notorio, el presidente Aznar ha elevado la legislativitis nacional hasta extremos absurdos, reformando en sus dos legislaturas todas las leyes habidas y por haber para afectar a campos como la financiaci¨®n auton¨®mica, las leyes de extranjer¨ªa y el Derecho Penal, arbitrariamente alterado con fines pol¨ªticos.
Pues bien, ahora el PSOE pretende imitarle mediante una escalada de legislativitis. Pero se equivoca, pues la reforma de las reglas de juego ha de hacerse con minimalismo y por consenso, sin sombra de oportunismo electoral. Y en lugar de reformas legislativas, m¨¢s valdr¨ªa ofertar a los votantes pol¨ªticas alternativas, capaces de reformar la realidad.
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