El Gobierno necesario
"La pol¨ªtica es el arte de gobernar el espacio p¨²blico que compartimos". Esta es una frase que he o¨ªdo repetir a Felipe Gonz¨¢lez en numerosas ocasiones, tantas que la he aprendido de memoria. Pero, adem¨¢s, me he llegado a convencer de que es una reflexi¨®n que podr¨ªa orientar un proyecto de pa¨ªs y cualquier iniciativa de todo gobierno o, mejor dicho, de todo buen gobierno. No todo el mundo -como es notorio- est¨¢ en condiciones de gobernar el espacio p¨²blico.
En primer lugar, hay que ser consciente de la pluralidad y diversidad existente. Hay que saber muy bien armonizar intereses contrapuestos e, incluso, contradictorios. Hay que estar situado en un escenario que trascienda el plano nacional para ser capaz de ofrecer respuestas s¨®lidas y de futuro. Y hay que tener muy claro, por ¨²ltimo, para qu¨¦ y para qui¨¦n se gobierna. Todas estas cosas, simples pero dif¨ªciles de perfilar, configurar¨ªan el discurso pol¨ªtico fundamental para gobernar una sociedad compleja. De esta forma el presidente de Gobierno ser¨ªa algo as¨ª como un director de orquesta que, con una partitura en la mano, har¨ªa sonar a los distintos instrumentos que componen el grupo. Sensibilidad, sentido de la armon¨ªa, equilibrio y visi¨®n de conjunto ser¨ªan los requisitos b¨¢sicos inexcusables para ser elegido por los ciudadanos y dirigir un pa¨ªs. ?Parece mentira que la realidad desmienta de forma tan rotunda estas afirmaciones!
Los pr¨®ximos a?os ser¨¢n decisivos para abordar los retos que tenemos como pa¨ªs
Quiz¨¢ sea en la apuesta europea donde tengamos que poner nuestro mayor empe?o
Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar un momento democr¨¢tico en que un Gobierno haya creado tantas tensiones
Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar un momento de nuestra historia democr¨¢tica en que un Gobierno haya creado tantas tensiones y crispaci¨®n en la vida p¨²blica, que haya provocado un retroceso tan grave en aspectos tan importantes como la justicia, la pol¨ªtica exterior o la pol¨ªtica territorial, como lo ha hecho el Partido Popular. Ser¨ªa dif¨ªcil imaginar cuando discut¨ªamos la Constituci¨®n que, 25 a?os m¨¢s tarde, el leg¨ªtimo derecho a la discrepancia fuera objeto de una descalificaci¨®n permanente. Que el ejercicio de la libertad estuviera bajo sospecha. Que la vieja aspiraci¨®n a la igualdad haya quedado reservada para unos pocos. Y que, en definitiva, el marco fundamental para la convivencia en paz de todos los espa?oles pudiera ser utilizado de forma tan indigna y perjudicial para los intereses colectivos.
Ante una nueva convocatoria electoral algunos podr¨¢n mostrar indiferencia e, incluso, llegar a decir que no les importa qui¨¦n gane las elecciones. Probablemente no ir¨¢n a votar. Otros se manifestar¨¢n firmes partidarios del modelo Aznar y votar¨¢n al PP en todo caso. Un sector muy consolidado de nuestra sociedad volver¨¢ a ofrecer su apoyo al partido socialista. Y un grupo importante (a¨²n sin determinar) est¨¢ esperando a que un partido le haga recuperar la ilusi¨®n y confianza necesaria para darle su voto. A todos ellos habr¨ªa que decirles lo mucho que nos jugamos en estas elecciones. Todos, con independencia de lo que hubi¨¦ramos votado en el pasado, deber¨ªamos saber que los pr¨®ximos a?os ser¨¢n decisivos para abordar los retos que tenemos como pa¨ªs, tanto en el plano interno como externo.
Para empezar, necesitamos un Gobierno que sea capaz de entender la diversidad y garantice la unidad, que sea capaz de respetar -y no s¨®lo tolerar- las distintas identidades y que tenga la voluntad clara de comprender al que es diferente. Este punto de partida se convierte en la clave para ordenar la convivencia, tanto desde el punto de vista de la relaci¨®n entre el centro y la periferia, como para la comprensi¨®n de nuestro Estado complejo. Pero, adem¨¢s, necesitamos un Gobierno que est¨¦ en condiciones de armonizar esa diversidad y que entienda el gobierno como un ejercicio de inclusi¨®n de todos en el conjunto. Que sea capaz de entender que todos formamos parte de Espa?a, aunque tengamos una idea diferente de sentirnos espa?oles. Esto le obligar¨ªa a algo que resulta imprescindible y urgente en este momento: a recuperar el di¨¢logo institucional perdido. Los principios de colaboraci¨®n, cooperaci¨®n y coordinaci¨®n ser¨ªan, desde este punto de vista, elementos fundamentales para el normal funcionamiento de todas
las instituciones y administraciones.
Necesitamos un Gobierno que est¨¦ preparado para el importante desaf¨ªo que supone el fen¨®meno migratorio, un Gobierno que no vea a los emigrantes como un problema, sino como una oportunidad. Que siente las bases para la integraci¨®n de un colectivo cada vez m¨¢s numeroso y que requiere pol¨ªticas p¨²blicas concretas. Que evite el choque que supone el encuentro entre culturas diferentes, que no permita que la marginalidad en la que se encuentran tantos emigrantes provoque el rechazo de la sociedad de acogida. Que haga pedagog¨ªa para que la nueva sociedad que empieza a emerger sea contemplada desde el enriquecimiento que suponen las aportaciones que nos llegan desde el exterior. Desconocer esta nueva realidad, volver la cabeza hacia otro lado y dejar que la situaci¨®n se resuelva sola ser¨ªa una enorme irresponsabilidad.
Necesitamos un Gobierno que sea consciente de la importancia de incorporar a nuestro pa¨ªs a la sociedad de la informaci¨®n, a las nuevas tecnolog¨ªas, al conocimiento, en suma. Que no permita que el diferencial de desarrollo con el resto de Europa y con Estados Unidos se agrande en este campo, que asuma que para lograr una mayor competitividad de nuestra econom¨ªa tendr¨ªa que hacer un enorme esfuerzo en investigaci¨®n y desarrollo. Ah¨ª estar¨¢ la clave de nuestro futuro econ¨®mico.
Pero quiz¨¢s sea en pol¨ªtica exterior donde tenga una mayor preocupaci¨®n. Cuesta mucho esfuerzo pero tambi¨¦n mucho tiempo construir una pol¨ªtica exterior s¨®lida, estable y de prestigio. Y, sin embargo, cuesta muy poco acabar con la misma. Para mantener una posici¨®n que sea respetada en el conjunto internacional hay que hacer aportaciones constructivas en los momentos delicados y dif¨ªciles, hay que ser solidarios en el conjunto y coherentes en la defensa de los intereses que nos son propios. Y para ser respetados debemos exigir siempre un trato "entre iguales", con independencia del PIB con el que nos estemos midiendo. Espa?a siempre ha tenido una relaci¨®n privilegiada con Am¨¦rica Latina, relaci¨®n que viene marcada por nuestra historia y por todo lo que esa historia nos ha tra¨ªdo a lo largo de los a?os: lengua y cultura com¨²n, lazos econ¨®micos y acad¨¦micos, intercambio permanente, mestizaje y un ser que nos identifica. ?C¨®mo podemos estar tan ciegos de abandonar esta enorme potencia de presente y futuro? La primera prioridad deber¨ªa ser restablecer una relaci¨®n estrecha con Am¨¦rica Latina. Y, en el mismo sentido, recuperar nuestros v¨ªnculos con los pa¨ªses del Mediterr¨¢neo y Oriente Pr¨®ximo. Hemos jugado un importante papel en muchos momentos de nuestra historia, se requer¨ªa nuestra presencia y capacidad de arbitraje en los distintos conflictos y, sin embargo, hoy algunos de esos pa¨ªses nos miran con desconfianza. Bastar¨ªa con haber utilizado un manual b¨¢sico de relaciones entre vecinos.
Pero quiz¨¢s sea en la apuesta europea donde tengamos que poner nuestro mayor empe?o en los pr¨®ximos a?os, no s¨®lo porque quiera manifestar un fuerte sentimiento europe¨ªsta, sino porque ser¨¢ la integraci¨®n en conjuntos supranacionales el escenario futuro de la pol¨ªtica. La globalizaci¨®n nos ha tra¨ªdo muchos cambios y a¨²n nos deber¨¢ traer m¨¢s, sobre todo en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica. Se empiezan a desdibujar las fronteras, cambia el concepto de soberan¨ªa, se transfieren competencias nacionales a instancias internacionales y determinados asuntos, como la seguridad, empiezan a ser asuntos globales. En esta situaci¨®n, la mejor respuesta ser¨ªa compartir soberan¨ªa y as¨ª ser m¨¢s soberanos, m¨¢s fuertes, en el conjunto. De tal modo que busc¨¢ramos un equilibrio internacional fundado en poderes regionales capaces de ofrecer soluciones para sus problemas propios y los desaf¨ªos globales. Es evidente que este nuevo paradigma deber¨¢ estar estrechamente vinculado a la configuraci¨®n de un nuevo orden internacional multilateral que se presente como alternativa al unilateralismo ejercido por Estados Unidos. Hablamos, sencillamente, de equilibrio entre poderes.
Pues bien, nada de lo anteriormente expresado parece que haya sido entendido por el Partido Popular y -lo que es m¨¢s grave- demuestra una escasa voluntad por entenderlo. De ah¨ª que insista en lo mucho que nos jugamos ante las pr¨®ximas elecciones y la necesidad de transmitir al electorado la importancia de su participaci¨®n. Hace unos d¨ªas Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero dec¨ªa que el partido socialista era el partido que m¨¢s se parece a Espa?a. No era una frase ret¨®rica, era la expresi¨®n de una convicci¨®n, de un compromiso, de la obligaci¨®n que sentimos de representar aquello que somos y aquello con lo que se nos identifica. Y me atrevo a decirlo (sin ¨¢nimo excluyente): el partido que est¨¢ en mejores condiciones de afrontar la nueva realidad interna e internacional de Espa?a es el partido socialista.
Trinidad Jim¨¦nez es portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Comisi¨®n Ejecutiva Federal del PSOE.
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