Aranda escapa de su infernal vida
Triunfador en el Albacete, el delantero cuenta c¨®mo hubo de enfrentarse en su adolescencia a las drogas y la delincuencia
Carlos Aranda, futbolista del Albacete y goleador revelaci¨®n de la Liga, tiene la vida curtida de un pibe de una villa-miseria de Buenos Aires, el hambre de bal¨®n de los meninos de las calles brasile?as y la lengua ferina para contar verdades de un rapero de Nueva York. Aprendi¨® todo eso de una vez en la barriada malague?a de El Palo, en la que naci¨® hace 23 a?os.
No tuvo infancia ni razones para tener esperanza. Su padre abandon¨® la familia cuando ¨¦l era una criatura. Su madre fue arrastrada hasta la muerte por el consumo de drogas y un c¨¢ncer cuando ¨¦l era tan s¨®lo un chaval de nueve a?os. Una ni?ez marcada por la tragedia y que apuntaba a un final triste entre la delincuencia y las drogas.
"Rob¨¦ una moto para comprar unas gafas 'surferas' a mi novia. Un amigo hizo el 'puente' y cuando ¨ªbamos a arrancar me pill¨® la 'poli"
"Mi padre se march¨®. Mi madre, drogadicta, muri¨® cuando yo ten¨ªa nueve a?os. Me habr¨ªa gustado tener la oportunidad de curarla. Era muy buena"
"A mi amigo le mat¨® un conocido a navajazos delante de m¨ª, a la puerta de mi casa. La mayor¨ªa de mis amigos acab¨® en la prisi¨®n"
Pero no ha sido as¨ª. Aranda abandon¨® la escuela, agarr¨® la pelota, se puso el ba?ador y se fue a las playas de M¨¢laga para aprender, como los cariocas en R¨ªo de Janeiro, a manejar el bal¨®n y a marcar goles, muchos goles. Con su f¨²tbol regate¨® al pasado y asumi¨® el dominio de su vida construy¨¦ndose un nuevo destino de ¨¦xitos.
Ahora, por ejemplo, lleva una media de goles superior a la del Pichichi nacional, Fernando Torres. El jugador internacional del Atl¨¦tico lleva 12 tantos (cinco de ellos, de penalti), es decir uno cada 156 minutos. En cambio, Aranda totaliza seis (dos, desde el punto fat¨ªdico), o sea uno cada 136. Adem¨¢s, ha dado dos asistencias, dos pases decisivos de gol, para que su equipo contin¨²e confiando en mantenerse en la Primera Divisi¨®n. No tiene m¨¢s en su haber porque una fractura en un pie le oblig¨® a retrasar su debut en la temporada actual hasta la s¨¦ptima jornada.
Aranda afronta su historia personal del mismo modo que juega en el campo: con poder, determinaci¨®n, orgullo y sin rodeos.
"Me han criado mis abuelos. Mi padre se march¨® a otro pa¨ªs, creo que a Francia. No me importa ni me interesa. Porque mi familia son los que me han criado, mis abuelos y mis t¨ªos maternos", explica; "mi madre se llamaba Nina Aranda. La perd¨ª siendo muy peque?o. Se muri¨® de c¨¢ncer en los ovarios, aunque tambi¨¦n ten¨ªa problemas con las drogas. Era drogadicta. Pero s¨®lo tengo buenos recuerdos de ella. Era muy buena gente, con mucha fuerza, la m¨¢s guapa de la familia. Me han dicho que he salido a ella en todo: en la cara, en los ojos, en la mirada... Siempre me acuerdo de ella cuando marco un gol. Y tambi¨¦n antes de los partidos. Todos mis goles est¨¢n dedicados a mi madre. Tengo su fotograf¨ªa en mi habitaci¨®n y siempre la miro antes de dormirme. En los d¨ªas tristes se me caen dos lagrimones. Tengo una espina clavada porque no pude hacer nada por ella. Era un nene de nueve a?os cuando se muri¨®. No sab¨ªa ni lo que hac¨ªa ella. Pero ahora dar¨ªa todo para tenerla a mi lado con sus mismos problemas. Yo la atender¨ªa. Seguro que la curar¨ªa. Mi familia intent¨® alejarla de la droga, por supuesto. Pero yo lo har¨ªa mejor. Me habr¨ªa gustado que la vida me hubiera dado la oportunidad de curar a mi madre. Una madre es una madre, sea como sea. Eso fue lo que me ha hecho m¨¢s maduro. Fueron sus hermanos, mis t¨ªos, los que me han llevado por el camino del f¨²tbol".
"Nunca ped¨ª dinero a nadie. Iba a pescar pulpos para vend¨¦rselos luego a los restaurantes. Todo, para comprarme unas botas y un bal¨®n. Hac¨ªa lo que fuera para comprarme balones. De M¨¢laga salen los mejores jugadores porque todos los ni?os juegan en la playa, pero con la cabeza no demasiado bien amueblada por la vida liberal de la costa", relata.
La combinaci¨®n de un ni?o suelto en la calle todo el d¨ªa y lejos del colegio le caus¨® problemas en la adolescencia. A los 15 a?os, cometi¨® su primer y ¨²nico delito: "Rob¨¦ una moto para [vendi¨¦ndola] comprar unas gafas surferas para mi novia. Un amigo le hizo el puente y, cuando iba a arrancarla, lleg¨® la polic¨ªa. Mi primer robo y... pillado. Mi compinche estaba a mi lado, pero asum¨ª solo lo ocurrido. No le delat¨¦. La suerte es que me trataron bien en la comisar¨ªa. Declar¨¦ que era la primera vez que robaba algo y que era para comprar un regalo para mi chica. Al final, me dejaron marchar".
Mientras coqueteaba con la delincuencia, las ilusiones de Aranda por triunfar en el f¨²tbol se tambaleaban: "Era el mejor jugador del club El Palo, pero ning¨²n equipo grande me quer¨ªa". Un d¨ªa, sin embargo, su estrella de la suerte brill¨® m¨¢s que nunca. Mientras marcaba tantos en un partido regional, no se dio cuenta de c¨®mo un se?or grande y discreto ojeaba todos sus movimientos, su toque, su fuerza goleadora... Al final del partido, el desconocido se le acerc¨® y le cambi¨® la vida. Era Vicente del Bosque, director general de la cantera del Madrid en aquella ¨¦poca.
"Me enter¨¦ despu¨¦s de que hab¨ªa robado una moto, pero decid¨ª mantenerle en la cantera del Madrid porque, si le hubi¨¦ramos echado, quiz¨¢ habr¨ªa sido un delincuente", recuerda Del Bosque, orgulloso de su decisi¨®n; "ganamos a un gran futbolista y salvamos a una persona maravillosa. La cantera madridista no es s¨®lo para los chicos rubios y guapos. Era muy travieso. Le dej¨¦ bien claro que el Madrid no es una fabrica de vagos. Como hu¨ªa de la escuela, le pusimos un profesor particular en la Ciudad Deportiva".
Aranda vibra ahora al hablar de Del Bosque: "Es el n¨²mero uno. Aguant¨® mucho mis travesuras. Yo era un bala perdida en una ciudad grande y quer¨ªa volver a mi playa. No cumpl¨ªa las ordenes. Pero echaba a otros jugadores, no a m¨ª".
Los colegas de la cantera del Madrid aprendieron r¨¢pidamente que el chico que hab¨ªa llegado desde M¨¢laga era fuerte y espabilado. Los mayores de 18 a?os sol¨ªan organizar novatadas, bromas pesadas, a los reci¨¦n incorporados. Les afeitaban los pelos de las axilas y de los ¨®rganos genitales. Pero cuando fueron a por Aranda se encontraron con la mirada amenazante de un muchacho de apenas 15 a?os, pero con una existencia aguerrida. "Les amenac¨¦ con que me pegar¨ªa con ellos todos los d¨ªas si osaban tocarme. Se echaron atr¨¢s", evoca Aranda todav¨ªa con aquel tono de gallito.
Y honr¨® la confianza que Del Bosque hab¨ªa depositado en ¨¦l: lleg¨® a disputar 130 partidos con la camiseta blanca en todas las categor¨ªas, marc¨® 66 goles e incluso se aline¨® con el primer equipo en dos encuentros de competiciones europeas en 2001.
Entre medias, Aranda sufri¨® otro impacto al ser testigo de un homicidio. En una reuni¨®n con conocidos de la infancia, en la puerta de su casa pale?a, en el verano de 2000, presenci¨® c¨®mo uno de ellos mataba a navajazos a un amigo suyo: "Era un gafe que siempre iba de cuchillo por ah¨ª. Se mosque¨® porque mi amigo le separ¨® de una pelea y lo pag¨® con ¨¦l. Yo estaba all¨ª cuando mat¨® a mi compa?ero. Est¨¢ en la c¨¢rcel. Pero, como era menor, en cinco a?os saldr¨¢ otra vez. La mayor¨ªa de mis amigos acab¨® en la prisi¨®n".
Despu¨¦s de dos buenas temporadas en el Numancia y una mala, jugando poco, en el Villarreal, Aranda ha encontrado la alegr¨ªa en el Albacete. Se top¨® con Pacheco, un uruguayo bajito y sonriente, el acompa?ante perfecto para su f¨²tbol. Su entrenador, C¨¦sar Ferrando, argumenta que "Pacheco es un jugador de calidad, con un buen pase y visi¨®n del juego, y gana mucho con el desmarque y la velocidad de Aranda". Desde que est¨¢n juntos sobre el c¨¦sped, el Albacete ha mejorado, en efecto, de forma sustancial. El buen juego de Aranda y Pacheco se cocina cuando concluyen los entrenamientos y el malague?o abraza al suramericano para charlar: "Es mi sesi¨®n de terapia con el psic¨®logo. Me lo dice todo a la cara, lo que nadie se atreve a decirme. No es falso como el mundo del f¨²tbol". El psic¨®logo y media punta distribuye sus consejos a Aranda como los pases de gol y ya tiene un diagn¨®stico sobre su paciente y amigo: "A Aranda se le nota que no lo ha pasado bien de peque?o. Quiz¨¢ el afrontar tantos problemas en el inicio de su vida le haya hecho mas vivo y con m¨¢s chispa. Es distinto de la mayor¨ªa de los jugadores espa?oles porque tiene una rabia ganadora que siempre le empuja a superarse. Ya es un grande en el f¨²tbol". Aranda gan¨® ese esp¨ªritu vencedor en el equipo de su barrio: "En El Palo, cuando jug¨¢bamos un torneo, nos dec¨ªamos que o gan¨¢bamos por las buenas o por las malas. Es mi forma de ser. No lo hago para mal, sino para bien, por vencer".
Ferrando dice de Aranda: "Su primera imagen es hura?a, de alguien poco hablador y muy serio. Pero, cuando le conoces, resulta ser una persona encantadora, muy buena gente. A lo mejor le ha faltado afecto. Es un jugador tremendamente cari?oso con los dem¨¢s".
Pero los cari?os quedan muy lejos del terreno porque, jugando, el delantero del Albacete se transforma en un gladiador sin l¨ªmites. "No puedo perder. Quiz¨¢ juegue peor, pero como no me veo... Veo a los dem¨¢s. Puteo a todos los compa?eros, a los adversarios, al ¨¢rbitro... Quiero ganar siempre. Y, si no gano, tengo que hacer algo: una trampa o lo que sea. Lo hago de modo inconsciente", confiesa.
Pero con una memoria prodigiosa. En el partido contra el Sevilla fue expulsado por recordar un mal momento al ¨¢rbitro T¨¦llez S¨¢nchez: "Con lo malo que eres, no me extra?a que te tiraran un tel¨¦fono m¨®vil". Se refer¨ªa a la agresi¨®n que hab¨ªa sufrido el colegiado en el estadio de Castalia en un encuentro copero entre el Castell¨®n y el Valencia casi un a?o antes.
Los penaltis los tiraba Parri en el Albacete y ahora los tira Aranda porque secuestra el bal¨®n bajo su brazo y no hay quien le aparte del punto de lanzamiento. Pas¨® por encima de la decisi¨®n t¨¦cnica de Ferrando con una declaraci¨®n casi de propiedad del gol: "Soy el delantero y vivo de esto. Debe tirarlos no s¨®lo el que tiene confianza, sino el que los mete. Yo tengo que marcar goles para m¨ª, para mi equipo y para mi familia".
El veterano portero Roa le encuentra "mucha semejanza en la forma de correr a Ronaldo": "Es muy potente. Cuando tiene la pelota, encara a la defensa. Es un tipo que tiene ansia de gol". Pero Roa ya perdi¨® la paciencia con Aranda y tuvo que ser sujetado por Pacheco para no agarrarle en el descanso del partido Albacete-Racing. Aranda ten¨ªa un pase de gol a Parri, pero chup¨® y dispar¨® mal, Por eso recibi¨® la bronca de Roa. Claro que, desde ese mismo punto del campo, dos semanas despu¨¦s, Aranda repiti¨® el tiro y el bal¨®n vol¨® en una par¨¢bola de 25 metros hasta la escuadra de Aranzubia, del Athletic, en su gol m¨¢s bonito en la Primera Divisi¨®n.
Aranda finaliza la entrevista para irse a buscar a su primo Sa¨²l a la estaci¨®n ferroviaria: "Tiene 17 a?os. Le he adoptado como mi hermano peque?o. Su madre, como la m¨ªa, se muri¨® por culpa de las drogas. Conversamos mucho sobre lo que nos ha pasado. Nunca le faltar¨¢ de nada porque yo le cuidar¨¦".
R¨¢pido y decidido, como siempre, Aranda arranca su coche de lujo y enchufa su m¨²sica preferida, del grupo de hip hop Black Eyed Peas. Recuerda los carteles de protesta con el interrogante contra la violencia y la discriminaci¨®n en el v¨ªdeo de la canci¨®n Where is the love? (?D¨®nde est¨¢ el amor?):
"La gente matando, / la gente muriendo, / ni?os heridos a los que escuchas llorar. / ?Puedes llevar a la practica lo que rezas? / ?Pondr¨ªas la otra mejilla? / Padre, Padre, Padre, ay¨²danos. / Gu¨ªanos desde arriba. / ?Por qu¨¦ la gente me hace dudar? / ?D¨®nde est¨¢ el amor?".
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