La decadencia de la mentira
En un celebrado art¨ªculo, Oscar Wilde lament¨® que en su pa¨ªs triunfara ese g¨¦nero de alteraci¨®n de la verdad que ¨¦l atribu¨ªa a los pol¨ªticos y que supon¨ªa cambiarla pero argumentando con razones detenidas y de supuesto peso. Al tiempo parec¨ªa debilitado ese temperamento del supremo mentiroso que inventa con soberbia, de forma que parece sana y natural, con desde?o de prueba alguna. La mentira, conclu¨ªa, es un arte que requiere devoci¨®n y estudio. Se refer¨ªa, claro est¨¢, a la fabulaci¨®n literaria.
El primer problema de Espa?a no es c¨®mo articular su unidad y su pluralidad, sino el nivel de calidad de su democracia. Cualquier observador benevolente y desinteresado dir¨ªa que resulta francamente mejorable. Pero quien, adem¨¢s, se adentre en el campo de la informaci¨®n controlada por los poderes p¨²blicos llegar¨¢ a la conclusi¨®n de que avanzando en el camino de la deshonestidad estamos ya bordeando el de la procacidad. Hemos abandonado la alteraci¨®n de la realidad y estamos en el de la suprema mentira, casi fabulaci¨®n literaria.
Pensemos tan s¨®lo en el destino de los impuestos del ciudadano destinado a ir a servir intereses espurios. De la campa?a de anuncios del Ministerio de Trabajo suspendida por decisi¨®n de la Junta Electoral sorprende ante todo la desfachatez en la defensa de nuestros gobernantes. Es posible que la Junta de Andaluc¨ªa haya hecho cosas parecidas, pero resulta una triste gracia que ¨¦se pueda considerarse un buen argumento. Los trabajadores de la televisi¨®n catalana se han quejado amargamente -y con toda raz¨®n- de que tras un cuarto de siglo de democracia se les haya nombrado como director a un ex ministro socialista; al menos ha ocupado tambi¨¦n cargos durante la etapa de Gobierno de CiU. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha cometido la impudicia de, tras simular inter¨¦s por la propuesta de que el nombramiento de Telemadrid se hiciera por mayor¨ªa parlamentaria cualificada, atribuir el puesto a su antiguo jefe de prensa. En la Andaluc¨ªa socialista parecen intercambiables la funci¨®n de portavoz gubernamental y la de director de la radiotelevisi¨®n p¨²blica.
Kipling descubri¨® que a los gobernantes a veces no le gustaban los art¨ªculos de la prensa libre cuando, como en su caso, tuvo que escribir uno dedicado a investigar cu¨¢ntos leprosos se dedicaban a la carnicer¨ªa del vacuno en una regi¨®n de su India natal. A ning¨²n periodista de un medio p¨²blico se le va a pedir que corra un riesgo as¨ª, pero una cosa es la condescendencia en las entrevistas y otra la untuosidad sebosa. Nadie puede tomar en serio que exista tanta unanimidad entre los periodistas como aparece reflejado en RTVE. El contenido de los informativos bordea lo grotesco, pero sobre todo merece este adjetivo la impertubabilidad profesional, por as¨ª describirla, con la que se practica un tipo de mentira tan desenfadada, ya que ni siquiera convence a nadie. Cebri¨¢n, en un reciente libro, ha se?alado c¨®mo los socialistas, convencidos de ser buenos y desinteresados reformistas guiados por el buen fin, consideraron que no pod¨ªan ser objeto de cr¨ªtica y usaron de los medios p¨²blicos a su antojo. Ahora da la sensaci¨®n de que esto ¨²ltimo se lleva a cabo como una convenci¨®n obligada que debiera ser aceptada por gobernantes y gobernados. Si se a?ade la desverg¨¹enza de crear empresas desde el poder para que luego, en el fracaso, acaben por tener que librarse de una parte de sus trabajadores, se tendr¨¢ un panorama nada envidiable.
Nadie est¨¢ libre de este g¨¦nero de pr¨¢ctica, pero quien tiene m¨¢s poder pol¨ªtico puede caer en ella con m¨¢s asiduidad y descaro. El PSOE hoy, en esta materia, tiene el inconveniente que representan sus antecedentes. Pero el PP tiene otro m¨¢s grave: es tal el ahogo que produce su ejercicio de la mentira que se siente la tentaci¨®n de abrir la ventana para airear la habitaci¨®n por pura higiene.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.