Valle de sombras
Transgresor l¨²dico y l¨²cido, provocador y agitador en los recovecos de la noche madrile?a desde el peque?o escenario del teatro Alfil, Leo Bassi saca de paseo a sus espectadores para que conozcan o reconozcan lo peor de Madrid, iniciando con este peculiar periplo la innovadora f¨®rmula del turismo ir¨®nico que no muestra lo que hay que ver, sino lo que no queremos ver. Las azafatas que acompa?an a tan singular cicerone entregan a los viajeros bolsas para el mareo cuando suben a bordo del autob¨²s, por si los horrores que van a visitar durante la jornada provocaran la rebeli¨®n de los est¨®magos m¨¢s sensibles, incapaces de digerir tanta abominaci¨®n.
Como parada fundamental, imprescindible y ostent¨®reo hito de este viaje al centro de las sombras, se alza el Valle de los Ca¨ªdos, moj¨®n horrendo que crucifica Cuelgamuros y tacha el paisaje de la sierra del Guadarrama, pisapapeles desmesurado que figur¨®, y a¨²n debe figurar, en el famoso Guinness, como el mausoleo contempor¨¢neo unipersonal m¨¢s grande del mundo. Unipersonal, pese a la falacia de su propio nombre, pues se hunde y se levanta a la memoria de uno, peque?o y liberticida, unidad de destino en lo particular y en lo general¨ªsimo.
Me contaba un amigo que hace poco, en una visita que por oscuras razones, tal vez relacionadas con el masoquismo, realiz¨® a la desalmada bas¨ªlica, escuch¨® c¨®mo una turista extranjera interpelaba al gu¨ªa inquiriendo d¨®nde estaban los famosos "ca¨ªdos", inc¨®moda cuesti¨®n que el funcionario despach¨® con la siguiente evasiva: "Creo que algo de eso debe venir en el folleto". Pero no ven¨ªa, mi amigo busc¨® y no encontr¨® referencia alguna en sus p¨¢ginas expurgadas de tan ingratos y oprobiosos recuerdos en fecha reciente.
Expurgado de sus malditas esencias, desmemoriado y esterilizado, el Valle de los Ca¨ªdos se explica hoy en funci¨®n de sus presuntas virtudes y ostensibles magnitudes arquitect¨®nicas y escult¨®ricas. Se presenta como al propio Franco le hubiera gustado que se presentase. Autoerigido como medida de todas las cosas, el peque?o dictador se crec¨ªa en el superlativo personal y magnificaba sus obras y sus pompas.
Los peri¨®dicos de aquellos a?os suyos, sus peri¨®dicos, se engolfaban a menudo en titulares hinchados como globos para complacer al supremo, con sospechosa periodicidad se constru¨ªan en la Espa?¨ªsima los estadios m¨¢s grandes, no s¨®lo de Espa?a, sino de Europa y del orbe, las torres m¨¢s altas del Mediterr¨¢neo o las carreteras con m¨¢s curvas del mundo mundial. Y si la construcci¨®n deca¨ªa siempre hab¨ªa un cocinero a punto para el r¨¦cord de paella, un artesano que fabricaba la superboina, o un agricultor que mostraba en ofrenda el repollo m¨¢s repolludo y pesado del planeta. No hay datos, pero s¨ª indicios, de que el Guinness fuera el libro de cabecera de Francisco Franco.
En los a?os sesenta, adem¨¢s del mencionado r¨¦cord funerario, el gran libro de los excesos inclu¨ªa otras dos marcas espa?olas: las de mayor n¨²mero de reses bravas asesinadas manualmente a lo largo de un d¨ªa, a cargo de El Cordob¨¦s, y la plusmarca mundial de darle vueltas a un aro con un palito.
En el Valle de los Ca¨ªdos, magnitudes aparte, est¨¢ presente el gusto art¨ªstico y teol¨®gico de Franco, que intervino para recomendar, por ejemplo, que las figuras aleg¨®ricas de las virtudes cardinales de la Fe, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza, fueran representadas por varones "porque las mujeres -dijo- no suelen encarnar realmente esas virtudes". El Valle de los Ca¨ªdos lo deber¨ªa explicar siempre el profesor Leo Bassi y sus lecciones peripat¨¦ticas tendr¨ªan que ser subvencionadas e incorporadas a los programas escolares, incluyendo la expropiaci¨®n jocosa de las fincas de la presidenta Esperanza Aguirre, otra etapa m¨¢s en el alucinante viaje dominical del magn¨ªfico histri¨®n italiano al coraz¨®n de las tinieblas madrile?as.
El Valle de los Ca¨ªdos no se puede explicar como si se tratara de patrimonio arqueol¨®gico, entre otras cosas porque a¨²n sobreviven y medran entre nosotros algunos monstruos escapados de ese parque jur¨¢sico, como el viejo ogro bocazas de las fragas del Noroeste, compa?ero de cacer¨ªas y fechor¨ªas de su paisan¨ªsimo y excelent¨ªsimo mentor.
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