ETA, contra las cuerdas
La acci¨®n policial ha logrado arrinconar en dos ocasiones a la banda, la primera, antes de la tregua iniciada en 1998,y la otra, a partir de la oleada antiterrorista general desencadenada por los atentados del 11 de septiembre de 2001
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar es una v¨ªctima del terrorismo. Lleg¨® en 1996 a la presidencia del Gobierno tras haber sufrido el 19 de abril de 1995 un brutal atentado en Madrid que pudo costarle la vida. ETA se sent¨ªa fuerte. Manten¨ªa secuestrado desde el 16 de enero de 1996 en una h¨²meda cripta al funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara. Gozaba de un amplio apoyo pol¨ªtico y una cantera de j¨®venes fogueados en la violencia callejera. La llegada del PP al poder fue saludada por la banda con el asesinato en C¨®rdoba del sargento del Ej¨¦rcito Miguel ?ngel Ayll¨®n.
Aznar situ¨® al frente del Ministerio del Interior a un vasco, Jaime Mayor Oreja, convencido como ¨¦l de que ETA no son s¨®lo los comandos, sino tambi¨¦n su entorno, quienes les dan sost¨¦n y apoyo, como el hoy jefe de filas de los populares en el Parlamento vasco se hart¨® de decir. Mayor Oreja suele recordar 1997 como uno de los a?os m¨¢s amargos de su vida. La euforia que supuso la liberaci¨®n de Ortega Lara, el 1 de julio, fue cortada de ra¨ªz por el secuestro y asesinato de Miguel ?ngel Blanco, un joven concejal del PP de Ermua (Vizcaya). La masiva petici¨®n ciudadana a ETA para que le liberara, las noches en vela de miles de personas en toda Espa?a, y tambi¨¦n en Ermua, no evitaron el crimen.
El asesinato de Miguel ?ngel Blanco puso en marcha el llamado esp¨ªritu de Ermua, un ambiente de repudio al terrorismo que se fue extendiendo de calle en calle en el Pa¨ªs Vasco. La banda y su entorno percibieron el peligro y pusieron en marcha una campa?a de intimidaci¨®n a trav¨¦s de la kale borroka. Y sigui¨® matando ediles del PP, cuatro en dos meses.
Pero los golpes policiales empezaron a encadenarse cada vez con mayor facilidad. ETA necesitaba aire para reponerse e hizo movimientos sorprendentes. El 12 de septiembre de 1998 se firmaba entra las fuerzas nacionalistas el acuerdo de Estella-Lizarra -con todas las bendiciones de ETA- por la autodeterminaci¨®n de Euskadi. S¨®lo cinco d¨ªas despu¨¦s ETA anunciaba una tregua indefinida y emplazaba al Gobierno a negociar.
La tregua se revel¨® a la postre como una estratagema de ETA para curar sus serias heridas y avanzar en la consecuci¨®n de sus objetivos. Pero llev¨® un aire fresco a Euskadi que hizo pensar que el terrorismo no volver¨ªa, porque la violencia callejera nunca se fue. El Gobierno y ETA mantuvieron una reuni¨®n "exploratoria" en Z¨²rich (Suiza) el 20 de mayo de 1999, en la que, como confiesa uno de los participantes por parte del Ejecutivo, "se vio que no hab¨ªa nada que hacer". Los contactos se bloquearon durante el verano y ya entonces Mayor dijo sin ambages que se trataba de "una tregua trampa".
El 28 de noviembre de 1999 ETA dio por rota la tregua y puso en marcha un brutal atentado con dos furgonetas-bomba que pretend¨ªa colocar en el centro comercial Azca, de Madrid. La llamada "caravana de la muerte" fue interceptada por la Guardia Civil, pero ETA, con una nueva estructura y un nuevo sistema de funcionamiento, comenzaba una asfixiante campa?a de terror. Comenz¨® 2000 y sancion¨® el fin de la tregua, con el asesinato en Madrid, el 21 de enero, del teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Fue el a?o en que la banda asesin¨® a personajes de la pol¨ªtica espa?ola como Fernando Buesa (portavoz del PSE en el Parlamento vasco), al fundador del Foro de Ermua Jos¨¦ Luis L¨®pez de Lacalle o al ex ministro del PSOE Ernest Lluch, adem¨¢s de media docena de concejales del PP (23 personas en total, la mayor cifra de asesinatos desde 1992). "Fueron momentos muy duros, porque ETA nos ten¨ªa desconcertados; pero empezamos a ver c¨®mo funcionaban y, poco a poco, la fuimos acorralando", asegura un mando de la lucha antiterrorista. 2001 fue decisivo.
Las polic¨ªas de Espa?a y Francia dieron en febrero con el jefe de los comandos de la nueva ETA, Francisco Javier Garc¨ªa Gaztelu, Txapote, y, seis d¨ªas despu¨¦s, Mariano Rajoy era nombrado ministro del Interior en sustituci¨®n de Mayor Oreja, que intent¨® conseguir en las urnas, sin ¨¦xito, la presidencia del Gobierno vasco. Los atentados manten¨ªan la presi¨®n, con asesinatos por toda Espa?a, convertido en el pa¨ªs europeo con m¨¢s guardaespaldas.
Fue entonces cuando unos terroristas suicidas estrellaron tres aviones contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pent¨¢gono, en Washington, un 11 de septiembre.El atentado provoc¨® en todo el mundo un vuelco de la percepci¨®n del terrorismo. Aznar se aline¨® desde entonces con Estados Unidos en la lucha antiterrorista, convencido de los beneficios que este apoyo pod¨ªa suponer en el combate a ETA. Una estrategia que acab¨® llevando tropas espa?olas a Afganist¨¢n e Irak para combatir, como dice Aznar, "al terrorismo internacional all¨¢ donde est¨¦".
El juez Baltasar Garz¨®n brind¨® a EE UU las primeras detenciones de terroristas isl¨¢micos vinculados directamente con el 11-S, sin descuidar su presi¨®n sobre ETA y su entorno. Las organizaciones que prestaban apoyo a ETA y sus presos, como Gestoras pro Amnist¨ªa o Segi, fueron ilegalizadas; la llamada violencia callejera fue arrinconada con medidas legales que elevaban las condenas; el apoyo internacional se redoblaba. EE UU y la UE elaboraban listas de terroristas internacionales en las que inclu¨ªan a ETA y a sus jefes.
La cada vez m¨¢s decidida colaboraci¨®n francesa provoc¨® el desmantelamiento del aparato log¨ªstico etarra y de su aula de terroristas, donde fue incautada una documentaci¨®n que fue un man¨¢ en la lucha contra la banda. Y los comandos ca¨ªan en manos de las fuerzas de seguridad cada vez con mayor facilidad. La corriente antiterrorista internacional fue aprovechada por el Gobierno para plantear medidas legislativas, judiciales y policiales que, sin el 11-S, hubieran parecido impensables. El 27 de junio de 2002 se aprobaba la ley de Partidos con el objetivo declarado de ilegalizar a Batasuna. Las herriko tabernas quedaban proscritas y Batasuna pasaba de ser considerada el "entorno de ETA" a ser directamente ETA.
?ngel Acebes, que como ministro de Justicia hab¨ªa elaborado las medidas para proscribir todo lo que oliera a ETA, fue llevado a Interior para aplicarlas. "Hubo quienes pensaron que con la ilegalizaci¨®n de Batasuna, las medidas contra la kale borroka o el cierre de herriko tabernas iba a arder el Pa¨ªs Vasco; est¨¢ claro que se equivocaron", ha declarado Acebes.
Los terroristas fueron perdiendo apoyos e infraestructuras, la kale borroka se fue reduciendo casi al m¨ªnimo y, a la vez, las fuerzas de seguridad decapitaban a las sucesivas c¨²pulas militares de ETA casi sin darles tiempo a tomar posesi¨®n. De hecho, uno de los jefes de los comandos, Ibon Fern¨¢ndez Iradi, Susper, acab¨® convirti¨¦ndose en uno de los mejores colaboradores de la polic¨ªa al dejar a sus espaldas tras su huida el mayor alijo de informaci¨®n interna desde las operaciones de Sokoa y Bidart.
Los papeles de Susper tuvieron un efecto demoledor. Los nuevos terroristas eran detenidos antes de actuar. Los jefes de ETA sufrieron una persecuci¨®n sin precedentes, hasta el punto de que los sucesivos mandos de los comandos eran detenidos dos meses despu¨¦s de sustituir a los detenidos. Pero, sobre todo, el 17 de marzo de 2003 era ilegalizada Batasuna, medida que sembr¨® un desconcierto sin precedentes en las filas abertzales. La presi¨®n llev¨® a la banda a abrir un debate interno sobre la conveniencia de seguir matando. Decidi¨® seguir, pese a las fuertes disensiones internas y a los rumores de tregua.
Los a?os 2002 y 2003 discurrieron con la detenci¨®n entre Francia y Espa?a de 358 miembros o colaboradores de ETA. El golpe de gracia fue la captura en Lons de tres veteranos, incluido el n¨²mero uno, Gorka Palacios. Esa captura, junto a la del comando que pretend¨ªa volar un tren en Madrid durante la Nochebuena, desataron la euforia. El pr¨ªncipe Felipe, Aznar y Acebes han dicho p¨²blicamente que el fin de ETA es posible por la v¨ªa policial. Una opini¨®n compartida en parte por los mandos antiterroristas ("queda mucho, salvo que ETA decida lo contrario", dicen), y matizada por el ministro franc¨¦s del Interior, Nicolas Sarkozy, el 21 de diciembre en La Moncloa: "Hay que ser prudentes y que los hechos hablen. No olviden que ya ha habido decepciones".
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