A la luz de la vieja luna hechicera
Siguiendo las trazas ¨²ltimas de Ad Reinhardt y Mark Rothko, pero tambi¨¦n la densa atm¨®sfera de las negras tintas orientales, la pintora ?ngeles San Jos¨¦ contin¨²a puliendo su fascinante paisaje nocturno, ese que ahora exhibe bajo la hermosa advocaci¨®n de -traduzco- la "vieja luna hechicera". Aunque no le falten antecedentes hist¨®ricos, sobre todo, desde que la pintura naturalista descubri¨® el rendimiento melodram¨¢tico del claroscuro, pintar nocturnos no dej¨® de ser una rareza hasta llegar a nuestra revolucionaria ¨¦poca, que se hunde con pasi¨®n en lo ins¨®lito y parad¨®jico. Pintora que empez¨® a destacar a fines de la d¨¦cada de 1980 para encontrar, cada vez mejor, su camino durante la siguiente de 1990, en cuyos ¨²ltimos a?os ya se afinc¨® en el trance pict¨®rico de enfrentarse con la imagen oscura, ?ngeles San Jos¨¦ ha insistido en esa absorbente y huidiza plasmaci¨®n del negro, donde rebullen todos los colores, pero al l¨ªmite de su visibilidad, porque el horizonte as¨ª se achata entre tinieblas y se convierte en un tel¨®n jaspeado de inciertos brillos fugitivos. Todo un desaf¨ªo.
?NGELES SAN JOS?
'Old Devil Moon'
Galer¨ªa Antonio Mach¨®n
Conde de Xiquena, 8. Madrid
Hasta el 20 de febrero.
Pero volver una y otra vez sobre el mismo sortilegio pict¨®rico nunca es en vano, y, en este sentido, la apretada fijaci¨®n con que San Jos¨¦ ha mirado ese parpadeante espacio animado por turbios resplandores y la intensidad de su pugna pl¨¢stica por lograr enjaretar las extra?as maculaciones crom¨¢ticas que pululan por la plana superficie cuando se extinguen las luces, poblando las noches de fulgores temblorosos y formas opacas, ha dado un estimulante fruto, de regusto hondo. El uso de una t¨¦cnica que mezcla el grafito y el ¨®leo proporciona a las im¨¢genes nocturnas de San Jos¨¦ una textura entre lo mineral y lo org¨¢nico, un paisaje que brilla como el carb¨®n, pero tambi¨¦n con la sensual suntuosidad de unas flores de ceniza. El blanco y el negro de este jard¨ªn, con sus, a veces, cegadores contrastes, pero, otras, con su oce¨¢nico rebullir de grises, nos va descubriendo tambi¨¦n los azules y violetas cobalto, los sordos destellos del carbunclo y, qu¨¦ se yo, los mil matices que han convertido la visi¨®n nocturna en el pozo sin fondo del color, los colores, los fr¨ªos visajes de esa belleza que acecha en la oscuridad para exclusivo regocijo de una vieja luna hechicera y de ese pintor que se planta bajo su manto.
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