Los 'irregulares' de Aznar
Cuatro reformas legislativas no han conseguido frenar el continuo incremento de inmigrantes 'sin papeles', que ya alcanzan la cifra de 853.000
En 1996, cuando el PP se hizo cargo del Gobierno, resid¨ªan en Espa?a poco m¨¢s de medio mill¨®n de extranjeros, todos ellos regularizados. Hoy, tras cuatro reformas que han endurecido cada vez m¨¢s la legislaci¨®n, el n¨²mero de extranjeros es de 2,5 millones, de los cuales 853.000 se hallan en situaci¨®n irregular. Las causas de este cambio responden tanto al auge de la inmigraci¨®n en toda Europa como a la gesti¨®n de los Gobiernos de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
El fen¨®meno social que est¨¢ transformando vertiginosamente la sociedad no estall¨® de un d¨ªa para otro. Pero si hubiera que se?alar una fecha en la que los espa?oles tomaron conciencia de su existencia ser¨ªa el 22 de enero de 2000. A las ocho y media de la ma?ana de aquel d¨ªa, un inmigrante palestino de 24 a?os degoll¨® a dos agricultores en la localidad almeriense de El Ejido. Una decena de d¨ªas m¨¢s tarde, otro inmigrante, esta vez de origen magreb¨ª, mat¨® de una pu?alada a una mujer de 26 a?os en un mercado cercano. Cientos de vecinos armados con barras de hierro y palos se entregaron entonces a una org¨ªa de vandalismo racista. Cortaron carreteras de acceso a la poblaci¨®n, quemaron neum¨¢ticos, coches, viviendas y negocios de inmigrantes, y apalearon a cuantos extranjeros hallaron al paso.
Antes, en junio de 1996, apenas un mes despu¨¦s de que el PP llegara al poder, 103 inmigrantes subsaharianos fueron expulsados, previamente narcotizados con haloperidol, a varios pa¨ªses africanos a bordo de un avi¨®n militar. A prop¨®sito de esa operaci¨®n, el presidente Aznar pronunci¨®, a modo de explicaci¨®n, aquella frase que se har¨ªa famosa: "Hab¨ªa un problema, y lo hemos solucionado".
El entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, se?al¨® tres meses despu¨¦s de lo ocurrido en El Ejido: "La inmigraci¨®n es el problema n¨²mero uno para la convivencia en Espa?a durante la pr¨®xima d¨¦cada. Si ETA es un problema del siglo XIX, la inmigraci¨®n ser¨¢ la piedra angular de la convivencia".
Mayor Oreja pronunci¨® esas palabras en la toma de posesi¨®n del primer delegado del Gobierno para la Extranjer¨ªa y la Inmigraci¨®n, el secretario de Estado Enrique Fern¨¢ndez-Miranda. Fue mucho m¨¢s que un acto protocolario. Fue la escenificaci¨®n de un cambio radical del enfoque que el Ejecutivo hab¨ªa dado hasta entonces al fen¨®meno. Con aquella breve liturgia, el Ministerio del Interior arrebat¨® las competencias sobre los extranjeros al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. La inmigraci¨®n comenz¨® a ser tratada como un asunto de competencia policial.
Ese cambio de rumbo ya se hab¨ªa cobrado su primera v¨ªctima pol¨ªtica pocos meses antes en la personas del entonces ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, que hab¨ªa presentado una Ley de Extranjer¨ªa de talante progresista para sustituir la norma socialista de 1985. El Gobierno decidi¨® introducir 105 enmiendas para endurecerla, pero la C¨¢mara las rechaz¨®. Sucedi¨® en el ¨²ltimo pleno de la primera legislatura con Aznar en La Moncloa. El presidente del Gobierno prometi¨® que, si ganaba las elecciones que se avecinaban, su primera tarea ser¨ªa cambiar la ley.
Y lo hizo. No una, sino tres veces. Para justificar su actitud, el Gobierno ech¨® mano de un concepto hasta entonces in¨¦dito, el supuesto "efecto llamada" que la norma ejerc¨ªa sobre los miles de inmigrantes que, cada vez en mayor n¨²mero, alcanzaban desde Marruecos las costas andaluzas y Canarias. El 24 de noviembre de 2000, la mayor¨ªa absoluta del PP logr¨® sacar adelante la reforma en el Congreso, pero con un lastre. El PSOE, seis Gobiernos y dos Parlamentos aut¨®nomos recurrieron ante el Tribunal Constitucional.
El PP siempre justific¨® su pol¨ªtica por el m¨¦todo de identificar inmigraci¨®n con delincuencia. Si la primera reforma de la ley se hizo bajo los ecos de los vand¨¢licos sucesos de El Ejido, la segunda fue presentada al rebufo del crimen que el moldavo Pietro Arkan perpetr¨® en 2002 en un chal¨¦ de Madrid. La respuesta del Gobierno fue modificar no s¨®lo la Ley de Extranjer¨ªa, sino tambi¨¦n la de Enjuiciamiento Criminal y el C¨®digo Penal para que los delincuentes extranjeros condenados por delitos con penas inferiores a seis a?os fueran expulsados del pa¨ªs.
Pocos meses despu¨¦s de que el PP impusiera en el Congreso su mayor¨ªa absoluta para aprobar esta reforma, el Tribunal Supremo anulaba, en marzo de 2003, 11 art¨ªculos del reglamento que desarrollaba la ley. V¨¦rtebra a v¨¦rtebra, saltaba por los aires la espina dorsal de la pol¨ªtica de extranjer¨ªa.Para apuntalar su pol¨ªtica, el Gobierno se vio obligado a modificar nuevamente el C¨®digo Penal, el C¨®digo Civil, la Ley de Bases de R¨¦gimen Local y, por tercera vez en tres a?os, la Ley de Extranjer¨ªa. Y aprovech¨® para endurecer a¨²n m¨¢s la norma. En diciembre del a?o pasado entr¨® en vigor la ¨²ltima reforma, por ahora, de la ley.
La bater¨ªa de diques legales puesta en marcha por el Ejecutivo en los ¨²ltimos ocho a?os, las dos regularizaciones extraordinarias -que permitieron salir a la luz a cientos de miles de extranjeros-, el blindaje de Ceuta y Melilla y el Sistema Integral de Vigilancia Electr¨®nica instalado en el Estrecho y en Canarias no han conseguido frenar la avalancha de extranjeros.
En las calles crece d¨ªa a d¨ªa una masa de sin papeles que, imposibilitados para trabajar legalmente, basculan entre la explotaci¨®n laboral y la tentaci¨®n de la delincuencia como modo de sobrevivir.
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