Lo que el velo revela
El Gobierno franc¨¦s acaba de aprobar el proyecto de ley "en defensa de la laicidad", que ser¨¢ debatido en la Asamblea Nacional el pr¨®ximo 3 de febrero. A pesar de las dudas que han suscitado los tres art¨ªculos propuestos, puede asegurarse que la presencia del velo isl¨¢mico en las escuelas p¨²blicas tiene los d¨ªas contados. En Francia, donde los debates siguen manteni¨¦ndose a golpe de textos, la pol¨¦mica del velo ha promovido una avalancha public¨ªstica de la que el suplemento de Libros de Le Monde de ayer recog¨ªa numerosas piezas. De ellas, tres -Las metamorfosis de Dios, de Frederic Lenoir; La ley de Dios contra la libertad de los hombres, de Jean Louis Schlegel, y Dieu.com, de Daniele Sallenave- se centran en las relaciones entre religi¨®n y modernidad, afirmando que la segunda no ha acabado con la primera. Hemos asistido, por el contrario, a una "revancha de Dios", utilizando la f¨®rmula de Gilles Kepel que ha multiplicado en el seno del cristianismo, del islam y del juda¨ªsmo las formas de expresi¨®n de lo sagrado desde las m¨¢s liberales a las m¨¢s integristas. Adem¨¢s, la mundializaci¨®n de la desregulaci¨®n religiosa ha producido una eclosi¨®n de los integrismos que la modernidad pretend¨ªa hacer imposibles. Para estos autores, en un mundo como el nuestro dominado por el sexo y el mercado, por la religi¨®n y la tecnocracia, s¨®lo disponemos de un arma, la de "rearmar la laicidad".
La otra pieza -Lo que nos vela el velo, de Regis Debray- aborda precisamente el tema de la laicidad en el espacio p¨²blico. La contribuci¨®n de Regis Debray tiene significaci¨®n especial porque es el texto que aporta a la comisi¨®n de 19 miembros, creada por el jefe del Estado franc¨¦s para pronunciarse sobre tan complejo tema. Debray entra en ¨¦l, con el talento, la pasi¨®n y la brillantez que le son habituales, comenzando con una implacable descalificaci¨®n de toda posibilidad de resolver la cuesti¨®n por ley. En seis p¨¢ginas de una extrema densidad y rigor recoge los argumentos decisivos agrup¨¢ndolos en cuatro r¨²bricas. En primer lugar se refiere a la avasalladora presencia de la sociedad en la escuela pues desde hace 30 a?os estamos metiendo en ella a los principales actores y procesos sociales: el mercado, los medios de comunicaci¨®n, los grupos de presi¨®n, etc¨¦tera, ?por qu¨¦ excluir ahora a los signos religiosos? En segundo t¨¦rmino, la dificultad de imponer globalmente una ley de este tipo nos obligar¨¢ a su utilizaci¨®n negociada caso por caso, pero eso es justamente lo que estamos haciendo ya ahora. En tercera posici¨®n, los inevitables efectos perversos que producir¨¢, pues para acabar con una minor¨ªa radical generaremos la hostilidad de una inmensa mayor¨ªa moderada, con lo que los integristas la aprovechar¨¢n para consolidar una situaci¨®n de ruptura. La ¨²ltima es la incompatibilidad de la ley con el art¨ªculo 13 de la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o y del art¨ªculo 10 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE sobre libertad religiosa. El autor cierra este censo de argumentos negativos deplorando que se ceda a la incontinencia legislativa de la ¨¦poca. A partir de ah¨ª, el reaccionario de progreso, como ¨¦l mismo se califica, dedica las 37 p¨¢ginas restantes no a refutar este inatacable argumentario, sino a enaltecer las virtudes de la Rep¨²blica. Para ello se apoya, primeramente, en la reivindicaci¨®n del concepto de comunidad, entendida como una comunidad de afectos y vertebrada por lo que llama lo sagrado que la convierte en una comunidad de destino. Para ¨¦l, si todos tenemos derecho de pertenecer a una comunidad, los republicanos tienen la obligaci¨®n de forjarla. Apela despu¨¦s a la necesidad de fortalecer el Estado-naci¨®n pues sin el poder estatal ni el poder escolar del maestro ni el judicial del magistrado ni el de curar del m¨¦dico tienen sentido. Pero su categor¨ªa central es la neutralidad de lo laico frente a lo religioso que somete al mismo rasero todas las manifestaciones al desposeerlas de su capacidad de diferenciaci¨®n espec¨ªfica. Pero ?cabe pensar hoy que los signos religiosos en cuanto tales, y no como significantes culturales, tienen m¨¢s fuerza determinante que los signos econ¨®micos o sociales? ?Por qu¨¦ va a tener mayor fuerza de discriminaci¨®n social, como escribe Bruno Latour, el hijab que un pa?uelo de H¨¦rmes? ?Por qu¨¦ van a ser m¨¢s vertebradores los n¨²cleos sacrales comunitarios de Debray, con su peso de permanencia y clausura, que las exigencias sociales de transformaci¨®n y que las esperanzas de cambio de los ciudadanos?
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