El tormento de una ni?a
Heidi Krieger comenz¨® a ser dopada sin su conocimiento a los 16 a?os y a los 18 pesaba 100 kilos y ten¨ªa ya un aspecto hombruno
A la edad de 14 a?os, en 1979, Heidi, hoy Andreas, Krieger empez¨® a asistir a la Escuela Deportiva para Ni?os y J¨®venes de Berl¨ªn. Estaba afiliada al Dynamo, poderoso club deportivo patrocinado por la Stasi, la polic¨ªa secreta de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). A los 16 empez¨® a recibir pastillas redondas azules envueltas en aluminio. Eran el esteroide Oral Turinabol, pero los preparadores siempre se refer¨ªan a ¨¦l como simples vitaminas que incrementaban la fuerza y ayudaban a los atletas a soportar la tensi¨®n de los entrenamientos. En su caso, le era suministrado junto con p¨ªldoras anticonceptivas. Seis meses m¨¢s tarde ya no cab¨ªa en su ropa y se sent¨ªa "como el hombre de Michelin o un ganso relleno", confiesa. A los 18 pesaba 100 kilos, ten¨ªa una voz profunda, hab¨ªa aumentado su vello facial y corporal y su aspecto era hombruno.
Yendo con su madre, la tildaron de 'drag queen'. Se fue a su casa y se quit¨® la falda para siempre
Llen¨® la ba?era y cogi¨® una hoja de afeitar para cortarse las mu?ecas. Su perro, 'Rex', la salv¨®
Cuando iba por la calle, se lamenta, se burlaban de ella llam¨¢ndola "homosexual" o "chulo". Una vez, yendo con su madre en el tren, la tildaron de drag queen. Se fue a su casa, se quit¨® la falda y nunca m¨¢s volvi¨® a pon¨¦rsela. En el aeropuerto de Viena, ciudad a la que hab¨ªa ido a una competici¨®n, una azafata le indic¨®, ante su requerimiento, el servicio de... caballeros. Incluso m¨¢s tarde, cuando se plante¨® una operaci¨®n de cambio de sexo, un psic¨®logo le pregunt¨®: "?As¨ª que quiere cambiar de hombre a mujer?".
Los insultos le dol¨ªan, pero sigui¨® tomando las pastillas azules. Ten¨ªa violentos cambios de estado de ¨¢nimo: de la depresi¨®n a la agresi¨®n y de ¨¦sta a la euforia. Una vez le dio un pu?etazo a un boxeador que se hab¨ªa burlado de su apariencia. Cuando dej¨® de tomar las p¨ªldoras anticonceptivas, empezaron a dolerle los pechos. Se sent¨ªa fuera de lugar en la escuela deportiva y en su propio cuerpo, pero el lanzamiento de peso era una forma de compensar, de encajar en algo.
En 1986 se hab¨ªa convertido en la campeona europea. "El deporte era lo ¨²nico que pod¨ªa hacer", afirma; "pod¨ªa viajar, reconoc¨ªan mi m¨¦rito... Ten¨ªa la sensaci¨®n de pertenecer a algo. Eso es lo que yo quer¨ªa: pertenecer a algo. Desde mi punto de vista, me lo merec¨ªa. Hab¨ªa trabajado duro. Nunca me cuestion¨¦ si lo que me estaban dando eran hormonas. No pregunt¨¦ ni tuve la menor sospecha".
Sin embargo, los esteroides ten¨ªan un profundo efecto en su rendimiento. Y recib¨ªa f¨¢rmacos en grandes dosis. A los 16 a?os lanzaba la bola tan s¨®lo hasta los 14 metros. Tres a?os m¨¢s tarde estaba por encima de los 20. Los m¨¦dicos y los entrenadores se refer¨ªan a ella como Hormonas Heidi.
De acuerdo con los registros de investigaci¨®n m¨¦dica destapados por Brigitte Berendonk, ex atleta ol¨ªmpica de la Alemania Occidental, la antigua Rep¨²blica Federal Alemana, y su marido, el doctor Werner Franke, bi¨®logo molecular de Heilderberg, Heidi recibi¨® 2.590 miligramos de Oral Turinabol en 1986, el a?o en que gan¨® el t¨ªtulo europeo. "Vienen a ser unos 1.000 miligramos m¨¢s de lo que tom¨® Ben Johnson", concreta Franke refiri¨¦ndose al velocista canadiense que fue despojado de su medalla de oro en los 100 metros de los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l, en 1988, tras haber dado positivo por estanozolol.
Con el tiempo, la poderosa musculatura de Heidi y los agotadores entrenamientos empezaron a abrumar sus articulaciones y su esqueleto. De acuerdo con una hoja de entrenamientos de junio de 1998 que ha logrado recuperar, levant¨® m¨¢s de 100 toneladas de peso en un periodo de dos semanas. Semejante esfuerzo f¨ªsico pas¨® factura a sus rodillas, su caderas y su espalda y en 1991 acab¨® con su carrera.
Ese mismo a?o, apareci¨® el libro De la investigaci¨®n a la estafa, de Berendonk, el primero de muchos sobre el dopaje en la RDA. Pero, incluso cuando su madre se lo mostr¨® y vio c¨®mo detallaba su dosis de dopaje, se neg¨® a creer que hab¨ªa conseguido esos resultados gracias a las trampas qu¨ªmicas en vez de por su habilidad y empe?o. "Entonces, me lo segu¨ªa negando", admite. Retirada, sin empleo y sin la cobertura de la seguridad social de su pa¨ªs tras la reunificaci¨®n, empez¨® a sentirse descolocada, desesperanzada e insegura con respecto a su identidad sexual. Nunca hab¨ªa tenido una relaci¨®n amorosa con un hombre. S¨ª, por contra, con dos mujeres, pero no se consideraba lesbiana.
Estaba tan deprimida en 1994 que un d¨ªa llen¨® de agua la ba?era y se sent¨® en ella con una hoja de afeitar con la intenci¨®n de cortarse las mu?ecas y contemplando mentalmente c¨®mo manaba la sangre, ha recordado. En ese momento, su perro, un pastor llamado Rex, se frot¨® contra su brazo indic¨¢ndola que era la hora de su paseo. "Me toc¨® con su hocico, fr¨ªo, y fue una conmoci¨®n, como si me despertara de un sue?o", relata.
En 1995 conoci¨® a un transexual y empez¨® a pensar en hacerse una operaci¨®n de cambio de sexo. Dos a?os m¨¢s tarde se hab¨ªa extirpado los senos y pasado por una histerectom¨ªa y otros procedimientos quir¨²rgicos para comenzar el proceso de convertirse en un hombre llamado Andreas.
Y, al final, Andreas acept¨® que los logros atl¨¦ticos de Heidi hab¨ªan sido fraudulentos. Eso le dej¨® triste y furioso. Hab¨ªa confiado en sus entrenadores como si fueran sus segundos padres. Pero los funcionarios le hab¨ªan suministrado f¨¢rmacos que la empujaron en una cierta direcci¨®n y le hurtaron la decisi¨®n m¨¢s importante de su vida: "No ten¨ªa el control. No pude descubrir por m¨ª misma a qu¨¦ sexo quer¨ªa pertenecer".
El 30 de mayo de 2000, Andreas estaba preparado para enfrentarse en un tribunal de justicia de Berl¨ªn a la m¨¢xima autoridad del deporte de la ya desaparecida Alemania Oriental, Manfred Ewald, y a su principal m¨¦dico deportivo, Manfred H?ppner. Como se describe en el libro El oro de Fausto, escrito por un psic¨®logo estadounidense, el doctor Steven Ungerleider, tuvo un encaramiento dram¨¢tico con el juez que presid¨ªa el proceso. Primero, present¨® una arrugada fotograf¨ªa de s¨ª mismo cuando era Heidi. Y, a rengl¨®n seguido, dijo que los funcionarios de su pa¨ªs le hab¨ªan utilizado "como una m¨¢quina". Cont¨® c¨®mo odiaba su cuerpo y habl¨® de una mente "enloquecida por el p¨¢nico", poblada de pensamientos de suicidio. Cont¨® su operaci¨®n de cambio de sexo y, en un momento de gran patetismo, dijo de su madre: "Ella dice que no le importa lo que sea, chico o chica; que me querr¨¢ siempre".
Ewald y H?ppner fueron declarados culpables de complicidad en el da?o intencionado a los cuerpos de los deportistas, pero se les concedi¨® la libertad condicional. Andreas asegura que, tras haber dado testimonio, les ha perdido por completo el miedo.
Algunas de sus convicciones se vieron confirmadas por el veredicto. "Las palabras que usaron en el tribunal fueron que suministrar dosis relativamente altas de Oral Turinabol a una chica que estaba en la pubertad hab¨ªa contribuido de forma significativa a su evoluci¨®n hacia la transexualidad", dijo Franke, el bi¨®logo molecular cuya investigaci¨®n sobre el sistema de dopaje de la RDA constituy¨® la base de los procesos criminales. Aunque la compleja decisi¨®n de pasar por una operaci¨®n de cambio de sexo no se puede relacionar directamente con los esteroides, agreg¨® el psic¨®logo Ungerleider, "el resultado emocional de tan altos niveles de testosterona puede suponer que una persona se sienta insegura de qui¨¦n es realmente".
Andreas est¨¢ poni¨¦ndose hormonas de nuevo cada tres semanas, pero esta vez como inyecciones terap¨¦uticas para mantener su virilidad. Las actuales son una versi¨®n m¨¢s benigna de los derivados de testosterona que le suministraron durante a?os. Sigue sintiendo depresi¨®n cuando se aproxima el final de cada ciclo y tiene miedo a padecer un mayor riesgo de c¨¢ncer. Aun as¨ª, sostiene: "Estoy mejor de como estaba antes".
Con su mujer, Ute, y con Katia, la hija de ¨¦sta, ha sentido renacer el v¨ªnculo familiar y la sensaci¨®n de pertenecer a algo. Y Ute comprende lo que experiment¨® cuando era atleta hasta el punto de que les sobran las palabras. Como nadadora, ella tambi¨¦m tuvo sus problemas y desarroll¨® una bulimia en un intento por perder el peso que le hac¨ªan ganar los esteroides. Luch¨® 20 a?os contra esa enfermedad y una vez tambi¨¦n intent¨® matarse tomando p¨ªldoras y vodka. "Desde que estamos juntos no ha vuelto a vomitar", aclara Andreas.
Ute dirige un par de residencias para la tercera edad mientras que Andreas lucha por conseguir un empleo como dise?ador gr¨¢fico en una regi¨®n de alto nivel de desempleo. Cuando ven el deporte como espectadores, sienten cierto escepticismo por la sombra eterna del dopaje. Ahora, cuando una mujer lanza a m¨¢s de 20 metros, Andreas advierte: "S¨¦ que eso no se consigue solamente bebiendo agua". Es inflexible en su opini¨®n de que quines consumen f¨¢rmacos prohibidos deben ser tratados como delincuentes y expulsados para siempre del deporte. Y le parece una hipocres¨ªa que otros pa¨ªses contraten entrenadores de la antigua RDA.
Durante todo el tiempo, Andreas ha mantenido pr¨®xima a Heidi, guardando sus recuerdos entre las p¨¢ginas de un ¨¢lbum de recortes. "Tengo que aceptar que Heidi es parte de mi historia", resume; "cuanto m¨¢s abierto soy, menos problemas tengo. Muchos menos que si intentase negarla".
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