Pakist¨¢n y la bomba
La destituci¨®n de sus cargos del padre de la bomba at¨®mica paquistan¨ª, tras haber admitido la venta de secretos nucleares a Ir¨¢n, Corea del Norte y Libia, no s¨®lo representa una convulsi¨®n para el pa¨ªs musulm¨¢n. La ca¨ªda en desgracia de Abdul Qadeer Jhan, ultranacionalista y arquitecto durante d¨¦cadas del programa nuclear de Islamabad, viene a confirmar las m¨¢s que fundadas sospechas del papel clave de Pakist¨¢n en la proliferaci¨®n at¨®mica internacional.
El presidente Pervez Musharraf, aliado de EE UU en su cruzada antiterrorista global, orden¨® hace meses investigar lo obvio: que los conocimientos armament¨ªsticos paquistan¨ªes hab¨ªan servido para hacer progresar la carrera hacia la bomba de Libia, Ir¨¢n o Corea del Norte. La Agencia de Energ¨ªa At¨®mica, el ¨®rgano de vigilancia de la ONU, tuvo evidencia de ello primero en Ir¨¢n, y m¨¢s recientemente, en Libia, tras la renuncia de Gaddafi a las armas de destrucci¨®n masiva. Su director general, El Baradei, se declaraba recientemente asombrado por la escalada y complejidad del mercado negro at¨®mico.
Pakist¨¢n, que busca ahora la respetabilidad internacional, ha sido y es en buena medida un Estado al margen del imperio de la ley, con arraigados fundamentalismos y donde sucesivos gobiernos corruptos, militares y civiles, han estado m¨¢s ocupados en su supervivencia que en sentar bases de transparencia y progreso. El general Musharraf ha negado siempre que su pa¨ªs hubiera exportado il¨ªcitamente tecnolog¨ªa nuclear. Su rectificaci¨®n actual supone un giro copernicano, aunque explique los hechos por motivos de lucro personal. No son ajenas al cambio ni la abrumadora evidencia de las pruebas ni los dos recientes atentados contra su vida por parte de fan¨¢ticos islamistas.
El l¨ªder paquistan¨ª, acusado por sus enemigos de marioneta de Washington, tiene entre manos un asunto crucial. Si procesa a Jhan y reduce al h¨¦roe nacional a la condici¨®n de villano, abrir¨¢ la caja de Pandora sobre el papel de los todopoderosos generales, en los que se apoya para gobernar. Resulta impensable que la tecnolog¨ªa paquistan¨ª haya pasado durante a?os a otros gobiernos sin la aprobaci¨®n expl¨ªcita de una parte de la c¨²pula castrense. De ah¨ª que los m¨¦todos de lucha contra la proliferaci¨®n necesiten una revisi¨®n urgente. Desde el funcionamiento de los servicios de espionaje, en general lamentable, hasta la aplicaci¨®n del Tratado de No Proliferaci¨®n. Su esp¨ªritu de pacto entre caballeros resulta a todas luces insuficiente en un mundo donde las armas at¨®micas incontroladas representan, junto con el terrorismo, la mayor amenaza a su estabilidad.
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