El estado de las naciones
1. Bajo la sombra del antiguo r¨¦gimen y con el espantajo de la amenaza militar, al inicio de la transici¨®n se organiz¨® -a trav¨¦s de la Constituci¨®n y de los Estatutos- una soluci¨®n a los problemas territoriales de Espa?a que todo el mundo sab¨ªa que no era definitiva, aunque algunos tuvieran la esperanza de que el roce, sin llegar a crear el cari?o, por lo menos limar¨ªa asperezas y lo provisional ir¨ªa cristalizando con apariencia de definitivo. Veinticinco a?os despu¨¦s, el milagro no se ha producido. Espa?a ha vivido un imponente proceso de descentralizaci¨®n. Las autonom¨ªas han contribuido eficazmente a la modernizaci¨®n del pa¨ªs. E incluso ha cundido la idea de una Espa?a plural, hasta el punto de que el secretario general del PSOE ha hecho de ella bandera de campa?a. Pero, tanto desde el Pa¨ªs Vasco como desde Catalu?a, vuelven a sonar las demandas (o exigencias, seg¨²n el tono y el estilo de unos y otros) que por prudencia quedaron aplazadas al comienzo de la transici¨®n. Y la situaci¨®n pol¨ªtica se tensa.
?Por qu¨¦ crece el malestar incluso en Catalu?a? ?Por qu¨¦ sectores sociales muy diversos -empezando por el mundo empresarial- piensan que la articulaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a no est¨¢ bien resuelta? Porque cunde la sensaci¨®n de que el ¨¢rbitro no es neutral y bloquea sistem¨¢ticamente las potencialidades de Catalu?a. No vamos a descubrir ahora que los nacionalismos -todos, los centrales y los perif¨¦ricos- sirven fundamentalmente para que gobiernen siempre los mismos. Y el PP ha trabajado m¨¢s que nadie para consolidar una casta en el poder. Pero si cada vez tiene m¨¢s adeptos la idea de que Espa?a es un mal negocio para Catalu?a, no puede atribuirse s¨®lo a una p¨¦rfida hegemon¨ªa ideol¨®gica del nacionalismo catal¨¢n.
Esta crisis llega despu¨¦s de ocho a?os del Gobierno del PP. Es probable que, de un modo u otro, tambi¨¦n hubiese llegado con otro Gobierno, porque un par de d¨¦cadas es un tiempo razonable para que las instituciones pasen la prueba de la pr¨¢ctica y lo no resuelto reaparezca con otro rostro y otros perfiles. Pero Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar tiene, sin duda, una parte importante de responsabilidad en esta crisis. La clave del equilibrio del sistema hab¨ªa sido el buen entendimiento entre el Gobierno central y los Gobiernos auton¨®micos conservadores de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco. El pacto de Ajuria Enea simbolizaba una manera consensuada de hacer las cosas. Aznar no ha sido capaz de mantener este esp¨ªritu de cooperaci¨®n. El presidente lo atribuye a la deslealtad del PNV, que se embarc¨® en Lizarra sin consult¨¢rselo. Ciertamente, la responsabilidad de los nacionalistas vascos en el desencuentro es grave.
La fractura empez¨® con las enormes manifestaciones contra el asesinato de Miguel ?ngel Blanco. El PP vio en ellas la plataforma sobre la que tratar de renacionalizar a Euskadi y el PNV sinti¨® v¨¦rtigo al ver que la calle no era suya. Y empez¨® el choque de trenes nacionalistas. En descargo de Aznar, se dice que la derrota policial de ETA pasaba inevitablemente por el precio de la ruptura con el PNV, que nunca habr¨ªa admitido la ilegalizaci¨®n de HB o la acci¨®n judicial contra el entorno etarra. En cualquier caso, es exigible al Gobierno espa?ol y al Gobierno vasco que sean capaces de un m¨ªnimo entendimiento para acabar con ETA, ahora que est¨¢ contra las cuerdas. Precisamente porque ETA est¨¢ tan disminuida, se pueden plantear ahora, entre partidos dem¨®cratas, cuestiones pol¨ªticas incompatibles con la violencia.
2. La Espa?a plural no es lo mismo que la Espa?a plurinacional que se reclama desde Catalu?a o desde el Pa¨ªs Vasco. La Espa?a plural parte del principio de que hay un solo demos -por complejo que sea- y que de lo que se trata es de optimizar su diversidad por medio de la descentralizaci¨®n y de formas de autogobierno pactadas globalmente. La Espa?a plurinacional, en cambio, parte del principio de que el demos espa?ol es un demos compuesto de naciones diversas. Y que a estas naciones corresponde fijar hasta d¨®nde quieren llegar en su capacidad de autogobierno: qu¨¦ asumen y a qu¨¦ renuncian, en aras a mantener una estructura estatal compartida. S¨®lo desde el reconocimiento de este derecho se puede llegar a pactar satisfactoriamente los t¨¦rminos del Estado com¨²n. Este es el punto de acuerdo entre el federalismo del PSC y de IC y el independentismo de Esquerra que hizo posible el tripartito catal¨¢n.
Pero este razonamiento no permite obviar la propia complejidad de los demos catal¨¢n y vasco. Aunque en Catalu?a pueda haber una amplia mayor¨ªa -sin duda, mayor que en el Pa¨ªs Vasco- a favor de la idea de una Espa?a plurinacional, el juego de combinaciones entre los catalanes que consideran Catalu?a como su naci¨®n o Espa?a como su naci¨®n (o las dos a la vez) da un sistema de pertenencias que nadie est¨¢ autorizado a simplificar. Dicho de otro modo, garantizar el pluralismo dentro de cada una de las comunidades es la primera obligaci¨®n de los gobernantes democr¨¢ticos.
3. Aunque la Espa?a plural del PSOE tenga una base com¨²n con la Espa?a unitaria del PP, el liberalismo autoritario del PP y el liberalismo republicano del PSOE no son lo mismo. La Espa?a del PP parte de la vieja idea radial del pa¨ªs que tiene en Madrid la concentraci¨®n del poder econ¨®mico y del poder pol¨ªtico, que cede competencias, pero no suelta ni comparte nunca las riendas. Y su estrategia consiste en modernizar y reforzar este sistema por el que todo debe convergir en un punto. Varios ejemplos concretos confirman esta idea: desde la organizaci¨®n del sistema de comunicaciones hasta el uso recurrente de las leyes de bases para restar capacidad de autogobierno a las autonom¨ªas.
El PP ha combinado un discurso privatizador y desregulador que presenta al Estado como algo costoso e ineficiente con un uso sistem¨¢tico del poder pol¨ªtico para ordenar territorialmente el poder econ¨®mico y aprovechar los procesos globalizadores, de modo que todos los flujos coincidan en Madrid. El instrumento ha sido el proceso de privatizaci¨®n controlada de las grandes empresas y monopolios estatales. Estas empresas, que ofrecen servicios a todo el pa¨ªs, act¨²an a la vez como veh¨ªculo de transferencia de recursos desde la periferia hasta el centro y, con la complicidad del Ejecutivo, como fuente normativa de la econom¨ªa espa?ola. En esta estrategia es objetivo prioritario evitar que una empresa o instituci¨®n financiera de primer nivel pueda tener su centro real en Catalu?a o en el Pa¨ªs Vasco. La puesta bajo control del BBVA, a trav¨¦s de Argentaria, y el bloqueo de la OPA de Gas Natural sobre Iberdrola son dos operaciones pol¨ªticas, dirigidas desde el m¨¢s alto nivel, que confirman la estrategia.
4. El liberalismo autoritario de Aznar es una forma de simplismo pol¨ªtico. Una fiel reproducci¨®n de la vieja doctrina del amigo y el enemigo. O se participa de la tr¨ªada aznarista: dirigismo de mercado, atlantismo, patriotismo constitucional, o no se tiene nada serio que proponer. Fuera del az-
narismo est¨¢ el caos de los pol¨ªticos de pancarta y agitaci¨®n. Este simplismo, centrado en el conflicto de Euskadi -todos contra el nacionalismo vasco-, le ha dado a Aznar importantes rendimientos, entre ellos, una mayor¨ªa absoluta. Y sobre esta l¨®gica se construy¨® el discurso del miedo -a la Espa?a rota y a la Espa?a roja- con que moviliz¨® a toda la derecha para empatarle al PSOE las elecciones municipales.
Para Aznar era fundamental que nada aportara complejidad a la escena. Por ello, el tripartito catal¨¢n ha sido desde el primer momento una obsesi¨®n. El tripartito sit¨²a en el centro de la escena unas reivindicaciones de autogobierno compartidas por catalanistas e independentistas, al tiempo que rompe en Catalu?a el mito de que s¨®lo el nacionalismo pod¨ªa gobernar las comunidades hist¨®ricas y de que todo nacionalismo tend¨ªa por naturaleza a aliarse con otro nacionalismo. Por una vez, se ha dado prioridad a la alianza de izquierdas. Para Aznar, el nacionalismo cultural de CiU, que era reivindicativo pero inofensivo en tanto que carec¨ªa de proyecto para Espa?a, era m¨¢s manejable que la complejidad del catalanismo de izquierdas del tripartito, que viene reclamando poder, tambi¨¦n en Espa?a. Y, en segunda instancia, Aznar prefer¨ªa el Gobierno de concentraci¨®n nacionalista CiU-Esquerra porque le permit¨ªa trasladar a Catalu?a la l¨®gica de confrontaci¨®n utilizada en Euskadi, con la intenci¨®n de arrastrar al PSOE a un seguidismo que descabalgara al PSC.
Sin embargo, el Gobierno del tripartito es una oportunidad doble para el conjunto de Espa?a: quita a los vascos el monopolio de las reivindicaciones territoriales, al tiempo que les muestra un camino democr¨¢tico y sereno para conseguirlas. Las dos cosas incomodan al PP: si Catalu?a entra en el juego, ya no estamos ante el problema vasco, sino ante un problema m¨¢s general de Espa?a. La alianza con el nacionalismo conservador catal¨¢n se le hace casi imposible, porque en Catalu?a la frontera con el PP marca la l¨ªnea del fuera de juego. La futura llegada de una propuesta de reforma estatutaria al Congreso, apoyada por el 88% del Parlamento catal¨¢n, obliga a modular el discurso. El propio Rajoy hab¨ªa dado alg¨²n signo de correcci¨®n del fundamentalismo democr¨¢tico aznarista.
El plan Ibarretxe, asumido apenas por la mitad de la ciudadan¨ªa vasca, tendr¨ªa dif¨ªcil recorrido ante las reivindicaciones catalanas, mayoritarias y sin sombra de violencia. Pero el PP entendi¨® inmediatamente que el Gobierno catal¨¢n era el enemigo a batir. Su existencia cambiaba las coordenadas del problema, que es lo ¨²ltimo que un Gobierno conservador quiere. El PP sab¨ªa que la renovaci¨®n de CiU garantizaba que nada esencial cambiar¨ªa, seguir¨ªa el regateo y la queja, que serv¨ªan para entretener el personal mientras todo segu¨ªa igual. El tripartito renuncia a la ambig¨¹edad del nacionalismo moderado: anuncia con toda claridad cu¨¢les son sus pretensiones. Est¨¢n incluso escritas. Pero su fuerza potencial se ha debilitado por la v¨ªa m¨¢s idiota: la fuga populista.
5. La insensatez de Carod Rovira hace que la situaci¨®n vuelva al terreno favorito del PP. Adem¨¢s de dar absurdamente un poco de ox¨ªgeno a ETA, el ¨²nico elemento realmente sobrante en esta escena, debilita al PSOE, que asumi¨® a rega?adientes la apuesta de los socialistas catalanes. Quita autoridad al tripartito para plantear la apuesta por la Espa?a plurinacional en la escena espa?ola. Y multiplica la desconfianza en todas direcciones. ?Era ¨¦ste el prop¨®sito de Carod Rovira? ?Acabar con la tentaci¨®n maragallista de pensar en Espa?a? ?Hacer imposible cualquier forma de encuentro sobre el tablero espa?ol? No lo creo. Pero el resultado est¨¢ a la vista: los proyectos del tripartito de apostar por una renovaci¨®n del Estado auton¨®mico, desde la idea de plurinacionalidad, sin traumas pero con firmeza, ya no podr¨¢n, por lo menos durante un tiempo, hacerse con la misma legitimidad y autoridad. Y al PP se le abre una nueva perspectiva para seguir haciendo correr su rodillo.
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