M¨¢s grande que la vida
"Los valores americanos", representados en el orgullo y el af¨¢n de superaci¨®n. "La tierra de las oportunidades", donde cualquier hijo de vecino reci¨¦n salido del arroyo es capaz de labrarse un futuro si as¨ª se lo propone. ?stas y otras concepciones son moneda habitual en cierto cine de Hollywood, capaz de dar gato por liebre con estupideces cursis, ultrapatri¨®ticas y mezquinas, pero tambi¨¦n de ofrecer obras maestras basadas en semejantes mandamientos. Seabiscuit, ambientada en la ¨¦poca de la Gran Depresi¨®n, cuenta el tortuoso camino hacia la gloria de un cuarteto formado por un propietario de oscuro pasado, un entrenador medio loco, un caballo medio cojo y un jinete medio tuerto. El cine de Frank Capra, de ?Qu¨¦ bello es vivir! a Juan Nadie, es el exponente m¨¢ximo de este tipo de valores. Masacrado durante d¨¦cadas por una parte de la cr¨ªtica a causa de un supuesto ternurismo, es visto hoy como uno de los grandes de todos los tiempos. Seabiscuit, basada en un hecho real y en la novela de Laura Hillenbrand, tiene en Capra y en obras como El orgullo de los yanquis (Sam Wood, 1942) sus principales referentes. La apuesta de Gary Ross, director y guionista, es clara. Cuatro perdedores (incluyendo al caballo) van a girar la rueda de la fortuna y les va a tocar la loter¨ªa en forma de triunfo, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. En ese equino de cerebro dif¨ªcil de analizar se van a concentrar los esfuerzos de un pa¨ªs, repleto de pobres sin casa, sin trabajo y sin comida. El af¨¢n de superaci¨®n de ese cuarteto de desgraciados va a servir de ejemplo para levantar la cabeza de la plebe.
SEABISCUIT
Direcci¨®n: Gary Ross. Int¨¦rpretes: Tobey Maguire, Jeff Bridges, Chris Cooper. G¨¦nero: drama. EE UU, 2003. Duraci¨®n: 141 minutos.
Ross hab¨ªa demostrado en la irregular pero preciosa en la forma Pleasantville (1998) que es un realizador con gusto. No s¨®lo eso. Tambi¨¦n es un escritor con facilidad para conectar con la ternura, algo que hab¨ªa practicado en la infravalorada Big (Penny Marshall, 1988), de la que fue guionista. Seabiscuit es de una gran belleza pl¨¢stica. Las carreras de caballos est¨¢n planificadas de manera que hasta el m¨¢s desinteresado tendr¨¢ que rendirse a ellas, de forma semejante a lo que consegu¨ªan pel¨ªculas como Toro salvaje con el boxeo. Cada plano, tenga por escenario una cuadra o un lujoso sal¨®n, es hermos¨ªsimo. Adem¨¢s, hay espl¨¦ndidos detalles como la no visualizaci¨®n de buena parte de una de las competiciones m¨¢s importantes, para contarla a trav¨¦s de una narraci¨®n radiof¨®nica y de fotograf¨ªas de la ¨¦poca con el vulgo escuchando los transistores. Lo llamativo es que la Academia de Hollywood le haya ninguneado la nominaci¨®n a la mejor direcci¨®n (tiene siete, incluida la de mejor pel¨ªcula), cuando es lo que mejor funciona. En cambio, en el gui¨®n se echa en falta un mayor br¨ªo en la definici¨®n de los personajes secundarios; es decir, todos menos el caballo, principal y casi ¨²nico protagonista de la historia.
Babelia
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