Coraza y esgrima
Ah¨ª viene el Valencia, con los tacos remachados, el chaleco antibalas bien ce?ido y el escudo de batalla colgando del murci¨¦lago. Por lo que le hemos visto en las ¨²ltimas semanas, ha templado la armadura en un lago de zumo de naranja y hoy es una divisi¨®n blindada o, mejor dicho, un espinoso cuerpo de ej¨¦rcito que pincha o corta seg¨²n convenga a las necesidades del partido.
Todo indica que, despu¨¦s de varios a?os de hacerle marcar el paso, Rafa Ben¨ªtez no s¨®lo ha conseguido la cuadratura del c¨ªrculo, sino la de la rueda de molino. Y, aunque se queje tanto, no parece que importen mucho los nombres de sus figuras: un d¨ªa el jefe de operaciones se llama Aimar, al siguiente Marchena y al otro Baraja, pero el Valencia siempre es el mismo. Sale al campo, monta la formaci¨®n, escupe media docena de perdigones y ensaya el abrazo de la serpiente. Poco despu¨¦s, los circuitos del contrario se interrumpen, sus conexiones ceden y sus debilidades empiezan a manifestarse en una secuencia abrumadora: primero pierde la paciencia, luego la posici¨®n y finalmente la compostura. Bien podemos decir que Rafa se hizo cargo de un equipo de f¨²tbol y hoy gobierna un equipo de demolici¨®n.
El Madrid, en cambio, plantea la competencia como un concurso de habilidades. Casi todos sus jugadores tienen el imperceptible don natural que convierte a un int¨¦rprete en un compositor. Para ellos no hay dibujo ni partitura, as¨ª que cada cual interviene en la jugada a su manera; no tanto como lo har¨ªa un m¨²sico cl¨¢sico, sino como lo har¨ªa un artista de jazz. De este modo, cada maniobra de ataque es una abigarrada sucesi¨®n de efectos visuales, y cada efecto, una demostraci¨®n de armon¨ªa corporal.
Si el solista es Roberto Carlos, el hombre que lleva un bote de p¨®lvora en cada pantorrilla, seremos testigos de un turno de fogonazos que probablemente terminar¨¢ en un disparo de mortero. Mientras Beckham nos ofrezca su habitual sesi¨®n de disciplina inglesa, con Ra¨²l disfrutaremos de una sorda demostraci¨®n de malicia suburbana en la que todo gesto equivaldr¨¢ al despliegue del trilero: s¨®lo ser¨¢ el cebo que conduzca a una trampa mortal.
Cuando llegue Ronaldo, todos los toros se pondr¨¢n de pie. Uno por uno, entrar¨¢n en su cuerpo, mugir¨¢n, hinchar¨¢n la tabla del cuello, romper¨¢n a galopar y meter¨¢n los ri?ones en la embestida. Luego, el ¨¢rea oler¨¢ a cuerno quemado y, pim, pam, pum, la barrera saltar¨¢ por los aires en una org¨ªa de astillas y t¨®nico muscular.
Es preciso reconocer que cuando el artista se llama Zidane las cosas cambian. Arde Par¨ªs, se encienden las farolas de la Castellana y los relojes se ponen a tocar la pelota y La Marsellesa a un mismo comp¨¢s.
Si gana el Madrid, viva la danza; si gana el Valencia, m¨²sica militar.
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