La coherencia del giro de Aznar
A Estados Unidos le toca mandar, y nosotros estar su lado. A m¨ª me viene bien todo esto para la lucha contra el terrorismo y para buscar un nuevo lugar para Espa?a en el mundo. La prueba: los aplausos en el Congreso de EE UU y haber sido el primero en traerme a un preso de Guant¨¢namo. La UE no es de fiar y va a cambiar profundamente con la ampliaci¨®n. Felipe hizo seguidismo de Francia y Alemania; no puede ser". En un momento u otro, pensamientos de este tipo han debido cruzar por la mente de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar para darle un giro a la pol¨ªtica exterior espa?ola que culmin¨® en la guerra de Irak y en el fracaso de la Constituci¨®n Europea el pasado diciembre. De las palabras de Aznar y sus allegados cabe deducir las razones de este cambio. Aunque se van entremezclando en el tiempo y en el orden de importancia y prioridades, guardan coherencia.
Le toca ahora a Estados Unidos mandar en el mundo. M¨¢s vale estar con ¨¦l y disipar en Espa?a un antiamericanismo que ha sido nocivo para este pa¨ªs
La ampliaci¨®n diluye la UE y deja a Espa?a en un lugar perif¨¦rico. La mejor manera de remediarlo, para Aznar, es por medio de una estrecha relaci¨®n con Washington
Aznar ve a EE UU como parte de Iberoam¨¦rica, y, por tanto, la necesidad de ir de su mano en esta zona donde Espa?a ha invertido tanto
RAZONES ANTITERRORISTAS.
El cielo se abri¨® para la visi¨®n de Aznar tras el 11-S. Por supuesto, la ayuda para la lucha contra ETA y para abonar el discurso universal contra "el terrorismo" ha sido notable (aunque peque?a en comparaci¨®n con la francesa). De ah¨ª al apoyo a la doctrina de la guerra preventiva de Bush hab¨ªa un paso; y lo dio.
RAZONES PERSONALES.
Tambi¨¦n pesan. Al llegar a La Moncloa no hered¨® las buenas relaciones de Gonz¨¢lez con Kohl, y la qu¨ªmica no funcion¨® ni con el sucesor, Schr?der, ni con Chirac en Francia, por el que se sinti¨® despreciado. Pero con quien s¨ª conect¨® fue con Blair desde un principio, y, plenamente, con George W. Bush. ?Por qu¨¦? Es dif¨ªcil saberlo. Hay un elemento personal, una visi¨®n religiosa, y otros factores. Claro que la relaci¨®n con Blair ha aportado poco en t¨¦rminos europeos y nada con el frustrado intento de buscar un acuerdo sobre Gibraltar.
RAZONES EUROPEAS.
El clan de Valladolid que rode¨® a Aznar durante un tiempo se form¨® en el thatcherismo, con una visi¨®n euroesc¨¦ptica -otro
europe¨ªsmo, dir¨ªa- , pese a que una vez en el poder Aznar y el Gobierno descubrieran el valor terap¨¦utico y reformista para Espa?a de intentar entrar en el euro. Los dem¨®cratas cristianos ganaron peso temporalmente, llevando al PP hacia opciones m¨¢s proeuropeas, pero acabaron perdi¨¦ndolo. Ese primer Aznar volvi¨® a ser el ¨²ltimo.
Enseguida se percat¨® de la crisis en que estaba sumida la UE, sin liderazgo. El eje franco-alem¨¢n no est¨¢ engrasado, y ambos pa¨ªses, en decadencia y sumidos en graves problemas internos. La pol¨ªtica exterior com¨²n no funciona. Y con la entrada de pa¨ªses m¨¢s pobres Espa?a no va a poder aspirar a seguir recibiendo por mucho tiempo m¨¢s las aportaciones financieras de la UE en estos a?os. El llevarse bien con Alemania importa menos. El memor¨¢ndum en diciembre pasado de seis de los contribuyentes netos a las arcas de Bruselas para limitar los gastos comunitarios al 1% del PIB total dej¨® pocas dudas de que la ¨¦poca de vacas gordas en la UE ha terminado para Espa?a.
En cuanto a las relaciones con Francia, han sido buenas a un nivel t¨¦cnico, especialmente en la lucha contra ETA. Pero en la tensi¨®n con Marruecos, Aznar ha visto la larga mano de Francia, que no movi¨® un dedo a favor de Espa?a cuando la crisis de Perejil, mientras Powell fue quien la desactiv¨®. Espa?a, adem¨¢s, ha tenido una mala experiencia con Francia en las negociaciones de la ampliaci¨®n de la UE y con el cerrojo franco-alem¨¢n en el Consejo Europeo de diciembre. El rencor personal del presidente hacia Francia es notable.
Adem¨¢s, la pr¨®xima ampliaci¨®n de la UE, imparable por razones de justicia hist¨®rica, puede suponer un retroceso cualitativo en el proceso de integraci¨®n y deja a Espa?a en un lugar perif¨¦rico de la nueva Europa unificada. Aznar pod¨ªa haber optado por situarse en su centro con Francia y Alemania. Pero ha elegido una relaci¨®n m¨¢s estrecha con Estados Unidos tambi¨¦n para hacerse valer en esta Europa de 25, que Aznar contribuy¨® a dividir ante la guerra de Irak.
Pero, probablemente, la mayor frustraci¨®n europea de Aznar sea el Proceso de Lisboa. En ese plan de reformas para hacer de la UE la zona m¨¢s competitiva del mundo en 10 a?os empe?¨® muchos esfuerzos, junto con Blair, en un intento de acercar el modelo europeo a su admirado modelo estadounidense. Pero Lisboa ha sido un fracaso, entre otras razones por la incapacidad francesa y alemana para hacer sus propias reformas (aunque esto puede cambiar en los pr¨®ximos meses).
RAZONES AMERICANAS.
Aznar lleg¨® a La Moncloa con un poso muy atlantista que pronto encontr¨® razones propicias para su cultivo y desarrollo. Apost¨® por una mayor participaci¨®n de Espa?a en la OTAN y en operaciones de la ONU. Pero la lectura de la situaci¨®n, especialmente tras el 11-S, le llev¨® a pensar que en este mundo unipolar el que manda es EE UU y m¨¢s vale estar con ¨¦l. Lo ha dicho claramente en m¨¢s de una ocasi¨®n: ahora le toca a Estados Unidos mandar en el mundo. Y esa es una raz¨®n central para el alineamiento con EE UU ante la guerra de Irak decidida de antemano por la Administraci¨®n de Bush. Espa?a, en esos momentos, ten¨ªa -y tiene a¨²n- una utilidad a?adida para Washington: es, desde enero de 2003 y hasta diciembre, pr¨®ximo miembro del Consejo de Seguridad, lo que pod¨ªa servir para desactivarlo, al no haber logrado Aznar atraer el voto de Chile y M¨¦xico para la guerra.
Es en las guerras donde se fraguan las relaciones hist¨®ricas. Lleg¨® a pensar en la posibilidad de una relaci¨®n especial de Espa?a con Washington, a imagen y semejanza de la que tiene, por encima de viento y marea (acompa?a a EE UU en casi todos sus combates militares), el Reino Unido, y que se traduce, entre otras cosas, en una estrecha cooperaci¨®n de los servicios de inteligencia en beneficio mutuo. Adem¨¢s, uno de los males de Espa?a ha sido su antiamericanismo. Es preciso cambiarlo.
Todo esto confluy¨® en la cumbre de las Azores con Bush y Blair, y en la preparaci¨®n para la guerra. La carta que capitane¨® Aznar al frente de la llamada (por Rumsfeld) nueva Europa sirvi¨® para dividir a la UE, que el presidente rechaza convertir en un contrapoder a EE UU. Pero es al llegar a la guerra cuando se produjo un par¨®n. De los siete niveles de participaci¨®n que contemplaban los planes militares espa?oles -desde la intervenci¨®n en combate en la invasi¨®n hasta el env¨ªo de una misi¨®n de ayuda humanitaria-, Aznar opt¨® al final por la m¨ªnima. ?La raz¨®n?: las divisiones que hab¨ªan surgido en el Gobierno y en el PP. De esto tambi¨¦n se ha tomado nota en Washington.
Por otra parte, Estados Unidos se ha convertido en el tercer pa¨ªs de habla hispana del mundo tras M¨¦xico y la propia Espa?a (cuyo Gobierno est¨¢ en campa?a para evitar que predomine el t¨¦rmino "latinos" sobre el de "hispanos"). Aznar ve a EE UU como parte de Iberoam¨¦rica, y, por tanto, la necesidad de ir de su mano en esta zona donde Espa?a ha invertido tanto (en detrimento de las inversiones en Europa del Este o en China, por ejemplo). As¨ª se ha roto una regla tradicional de la pol¨ªtica exterior espa?ola, que era no inmiscuirse p¨²blicamente entre Washington y Am¨¦rica Latina (que tras el 11-S ha ca¨ªdo en el olvido para EE UU).
OTRAS OBSESIONES.
Las hubo, como la idea de una nueva Conferencia de Paz de Madrid sobre Oriente Pr¨®ximo, y borrar del recuerdo la primera. O el deseo de ingresar en el G-8, que tampoco ha empezado con este presidente del Gobierno, a decir verdad.
?Y despu¨¦s? La trayectoria de este giro no acabar¨¢ aqu¨ª. Est¨¢ por ver si el pr¨®ximo Gobierno sigue esta l¨ªnea de forma estricta o se separa de ella. Sea como sea, desde la FAES, la gran fundaci¨®n del PP, con Aznar a la cabeza, tendr¨¢ continuidad.
Coherente no significa acertado. Se puede ser perfectamente coherente -desde luego, m¨¢s coherente que sus emuladores- y estar equivocado. Y da?ar no s¨®lo la posici¨®n exterior de Espa?a, sino tambi¨¦n su cohesi¨®n interna. En todo caso, el giro se ha hecho de espaldas a lo que piensan los espa?oles, que algo deben contar.
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