Las 'caras de B¨¦lmez' se difuminan, la leyenda se aviva
La muerte de Mar¨ªa G¨®mez, hace casi dos semanas, ha hecho resurgir el inter¨¦s por el misterio a¨²n sin resolver de un mito que cautiv¨® a la generaci¨®n de la Espa?a predemocr¨¢tica
La leyenda es algo cotidiano en B¨¦lmez de la Moraleda (Ja¨¦n), donde hay casi 2.000 habitantes oficiales y alrededor de 700 que s¨®lo dan la cara de vez en cuando. Son los rostros que un 23 de agosto de 1971 empezaron a salir en el suelo de cemento de la casa de Mar¨ªa G¨®mez, un enigma que tuvo en vilo a todo el pa¨ªs en los ¨²ltimos a?os del franquismo, al que se dedicaron m¨²ltiples p¨¢ginas en los diarios de la ¨¦poca y que se ha llegado a proclamar como el misterio m¨¢s importante del siglo XX.
Porque nadie ha podido dar hasta ahora una explicaci¨®n que se pueda calificar de cient¨ªfica, ni, por supuesto, las hip¨®tesis barajadas han llegado hasta las p¨¢ginas de Nature o Science, publicaciones que dan fe de los descubrimientos acad¨¦micos.
Cuando el asunto hab¨ªa quedado ya casi olvidado, el pasado 3 de febrero salt¨® la noticia de la muerte de Mar¨ªa G¨®mez, a los 84 a?os. Y, desde entonces, centenares de personas de toda Espa?a se acercan hasta su casa para ver de cerca Las Caras de B¨¦lmez; los diarios locales le han dedicado m¨²ltiples p¨¢ginas al asunto y hasta se ha hecho un programa de radio para homenajear a la fallecida.
Este renovado inter¨¦s por el fen¨®meno ha rescatado la leyenda del fondo de los ba¨²les y ha devuelto a la memoria los d¨ªas de febrero de 1972, en los que el desaparecido diario Pueblo regalaba cada d¨ªa un amplio reportaje sobre el asunto. Ya entonces se afirmaba que, el d¨ªa que Mar¨ªa G¨®mez desapareciera, se ir¨ªan con ella las caras. Hasta ahora eso no ha sucedido.
Dice Pedro Amor¨®s, presidente de la Sociedad Espa?ola de Investigaciones Parapsicol¨®gicas -grupo al que los herederos permitieron el domingo pasado hacer un recuento de los rostros que quedan en el suelo del primer piso de la casa-, que ahora habr¨¢ entre 20 y 30 caras. "Ha habido momentos en los que pudo haber unas 700", a?ade.
Porque lo m¨¢s ex¨®tico del fen¨®meno es que ha sido multiplicador. Primero, apareci¨® un rostro en la peana de cemento de la cocina. "Yo estaba guisando con mi hornillo de butano. Primero, me cre¨ª que estaba mareada... Luego, llam¨¦ a los vecinos y vimos que era un rostro", declar¨® la mujer al diario Ideal en septiembre de 1971. "No me da miedo porque no se mueve, pero a mis hijos s¨ª les da".
Cinco d¨ªas m¨¢s tarde, uno de los hijos, Miguel, harto del trasiego de gente por su casa y de tanto misterio, pic¨® el suelo de cemento y volvi¨® a rellenarlo. Esa misma noche, la cara resurgi¨®. Con el tiempo, se multiplicaron las caras y, lo que es m¨¢s extra?o, comenzaron a aparecer y desaparecer y a cambiar de postura y expresi¨®n. Pero, sobre todo, atrajeron a miles de curiosos.
Ahora el inter¨¦s se ha renovado. Como durante los primeros d¨ªas la vivienda se cerr¨® en se?al de luto por la muerte de Mar¨ªa, se desataron los rumores. Hasta hubo quien dijo que los herederos, los cinco hermanos Pereira, hab¨ªan prohibido la entrada. Pero la puerta ha vuelto a dejarse permanentemente entornada.
Hasta la casa se llega cruzando el pueblo y subiendo por una cuesta. S¨®lo tiene dos pisos y la fachada no es lisa, como las construcciones modernas, sino con las arrugas y recovecos que dejaban los materiales de antes. Esta casa, protegida por el Plan de Ordenaci¨®n Urbana de B¨¦lmez, apenas se ha tocado desde que aparecieron las caras. Es una casa modesta y humilde, a la que la alcaldesa socialista, Mar¨ªa Rodr¨ªguez, califica como "infravivienda". Si uno se asoma, y no hay mucha gente, se puede pasar.
All¨ª est¨¢ la familia, a veces s¨®lo un hermano, otras dos... Pero no ponen pegas a que se entre al interior. Esperan en lo que fue la cocina, ahora convertida en ese cuarto cerrado de las casas andaluzas que hace de sal¨®n y donde se guarda lo bueno: la loza, el tapete, las fotos de primera comuni¨®n de los nietos... Presidi¨¦ndolo todo, est¨¢ el antiguo fog¨®n.
Y entonces llega el momento. Para algunos, la mayor¨ªa, es una experiencia m¨ªstica. Como para Salud Lorente, que viene con su marido, Jos¨¦ Manuel Men¨¦ndez, de Madrid. "A m¨ª todo lo paranormal me encanta", confiesa ella. "Me noto nerviosilla". ?l echa un vistazo y sale r¨¢pidamente. "A ella es a la que le gusta esto; yo no veo gran cosa", dice con una amplia sonrisa.
Para otros, es un juego. Como para Ra¨²l G¨®mez, Javier L¨®pez y Jos¨¦ Ant¨®n, tres veintea?eros que llegan de Valencia. "Venimos por la curiosidad", dice el primero. Y se queja de que ya no se ven las im¨¢genes tan n¨ªtidas como antes. "Es que ya no est¨¢ la Mar¨ªa pint¨¢ndolas por la noche", a?ade con guasa, haci¨¦ndose eco de la teor¨ªa de los detractores de las caras. Algo que ni a la familia, ni en el pueblo, gusta. "?Pero c¨®mo vamos a hacer un fraude, si no sabemos ni agarrar un bol¨ªgrafo?", pregunta Jos¨¦ Pereira, uno de los hermanos.
La cuesti¨®n es que las caras ya no son lo que eran. Ahora est¨¢n muy difuminadas. Pero quienes visitaron hace a?os la casa de las caras aseguran que antes eran muchas m¨¢s y, sobre todo, m¨¢s n¨ªtidas. Este peri¨®dico no ha podido fotografiar c¨®mo est¨¢n ahora, porque los herederos no permiten tomar im¨¢genes, salvo que se pague por ello. El viernes pasado, uno de ellos, Miguel, se?alaba en el suelo d¨®nde est¨¢n las cuatro nuevas caras que aseguran que han salido. Pero es dif¨ªcil apreciarlas: se parecen m¨¢s a una mancha de humedad, que a un efecto sobrenatural.
Pero si el inter¨¦s se mantiene, B¨¦lmez podr¨ªa convertirse en algo parecido a un parque tem¨¢tico de la parapsicolog¨ªa. Y el primer paso ser¨ªa llevar a t¨¦rmino el af¨¢n del Ayuntamiento de construir un museo de las caras, que acogiera las fotograf¨ªas y toda la documentaci¨®n relativa a ellas. La alcaldesa lo ha planteado oficiosamente a los herederos y ha pedido su participaci¨®n a la Diputaci¨®n Provincial y a la Junta de Andaluc¨ªa. Pero es consciente de que habr¨ªa que invertir mucho dinero.
Pero el mayor problema es contar con la casa. Los herederos dicen que no han decidido nada a¨²n. Es dif¨ªcil calcular su valor y, por lo que no cuentan, se adivina que temen pedir menos de lo que pueda valer. Est¨¢n convencidos de que fuera se ha hecho negocio con las caras. "Mi madre abri¨® la puerta a todo el mundo y la gente sac¨® dinero", se queja Miguel Pereira: "Nosotros, nada".
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