Fotos secretas
Efectivamente, como manda el t¨®pico, hay fotos que valen por mil palabras. Son im¨¢genes elocuentes y un¨ªvocas, con una capacidad de impacto superlativo y de lectura obvia y directa, m¨¢s frontal imposible. Im¨¢genes con pegada que entregan todo su contenido de buenas a primeras. Im¨¢genes de una pieza, si me permiten la expresi¨®n. As¨ª son las instant¨¢neas que suelen escoger los fot¨®grafos para su publicaci¨®n en la prensa. Por razones obvias de inmediatez del medio, de nitidez del mensaje.
Y luego est¨¢n las otras. Im¨¢genes extra?as y perturbadoras sobre las que planea cierto misterio. Im¨¢genes m¨¢s o menos ambiguas y desconcertantes que hay que mirar atentamente para conseguir que nos revelen su secreto. A esta categor¨ªa de im¨¢genes con trastienda pertenece la foto, in¨¦dita hasta hoy, que acompa?a esta cr¨®nica. F¨ªjense en ella. F¨ªjense en la pareja, cazada en plena carrera, que ocupa el ¨¢ngulo izquierdo. ?l va vestido de colores oscuros y mira hacia atr¨¢s, no sabemos si para cerciorarse de que no venga un coche mientras cruzan la calle. Ella ofrece una imagen de lo m¨¢s inocente. Su atuendo, llamativo y muy infantil, evoca el uniforme de un colegio de monjas, aunque lleva zapatos con un poco de tac¨®n. Al principio, la foto no nos aclara por qu¨¦ corren. Pero hay algo raro. Como afirmaba el otro d¨ªa Laura Terr¨¦, los dos personajes se parecen a los dos ni?os de la se?al de peligro con que normalmente se indica la proximidad de una escuela. Como si de pronto se hubieran escapado de una se?al de tr¨¢fico para recorrer la ciudad y tuvieran que apresurarse antes de que los devolvieran a su lugar. Sin embargo, uno se percata al poco de que tras el Seat 850 aparcado delante de la tintorer¨ªa asoma la inconfundible silueta de uno de aquellos furgones de la polic¨ªa popularmente conocidos como cochineras. Si uno examina la parte superior derecha de la imagen, descubre apostadas en los balcones a tres mujeres que miran todas hacia el mismo lado, y las neuronas empiezan a animarse con ciertas sospechas. Si adem¨¢s sabemos que la foto fue tomada el 1 de febrero de 1976, cuando en esta ciudad la gente se ech¨® masivamente a la calle (30.000 seg¨²n la polic¨ªa, chorrocientos mil m¨¢s seg¨²n los organizadores) al grito un¨¢nime de "llibertat, amnistia, estatut d'autonomia", inevitablemente deducimos que el coche de la polic¨ªa se ha subido a la acera para perseguir a la id¨ªlica pareja. Y que los zapatitos de tac¨®n de la chica -que, desde luego, no eran el calzado m¨¢s adecuado para ir a una mani- tal vez acabaron engrosando el elevado n¨²mero de zapatos, generalmente mocasines, que cubr¨ªan las calles despu¨¦s de las intervenciones de las fuerzas del orden, como escribe Ballester i Risques en Temps d'amnistia.
Manel Armengol, el aguerrido fot¨®grafo, hizo aquel d¨ªa dos carretes con dos c¨¢maras. Lafotobcn muestra el resultado
Manel Armengol, el aguerrido autor de esta foto, hizo aquel d¨ªa dos carretes de fotos con dos c¨¢maras distintas. El primero, disparado con una Canon en la confluencia de la calle de Proven?a y el paseo de Sant Joan (General Mola en la ¨¦poca) y salvado de la furia policial porque Armengol pudo pasar la c¨¢mara a su mujer, conten¨ªa una foto que hab¨ªa de dar la vuelta al mundo. Ustedes la han visto, no falla, pues es una de las instant¨¢neas m¨¢s famosas de la ¨¦poca y vale, no ya por mil palabras, sino por millones de parrafadas. Un nutrido grupo de polic¨ªas le arrea con la porra a un hombre de provecta edad que, sentado en el suelo, ni siquiera se defiende. Casualmente, el hombre aporreado es el conocido pacifista y miembro de Captaires per la Pau Ferran Garc¨ªa Faria.
Lo c¨®mico del asunto es que antes de que los diarios del mundo entero publicaran esa foto junto a art¨ªculos donde se informaba del estado de movilizaci¨®n permanente en que viv¨ªa Catalu?a desde hac¨ªa tres meses, Manel Armengol no era fot¨®grafo sino periodista, aunque hab¨ªa estudiado un poco de fotograf¨ªa para ilustrar sus reportajes. "Me hice fot¨®grafo", dice con ir¨®nica resignaci¨®n, "ante los curiosos cambios de carril a que nos fuerza el azar, porque a partir de aquel d¨ªa lo que me ped¨ªan eran fotos".
El Centro de Fotograf¨ªa Documental de Barcelona, Lafotobcn (Mozart, 14), muestra hasta el 3 de abril los contactos de los dos carretes de Armengol junto a ampliaciones de las fotos y documentos de la ¨¦poca en una espl¨¦ndida y at¨ªpica exposici¨®n concebida por Laura Terr¨¦ para reflejar todo el proceso creativo que dio lugar a estas im¨¢genes. "Como ya hicimos con la exposici¨®n de Catal¨¤ Roca, que inaugur¨® la serie, hemos partido de una foto c¨¦lebre", afirma Terr¨¦, "para, tirando de archivo, rescatar todas las im¨¢genes, incluso las que el autor no revel¨® siquiera en aquel momento y quedaron ocultas. Y al ver todo el proceso, al tener ah¨ª los contactos, uno se da cuenta de hasta qu¨¦ punto la idea de instant¨¢nea es una falacia. Disparo a disparo, el fot¨®grafo se va acercando al tema, someti¨¦ndose a ejercicios de precalentamiento, por as¨ª decirlo, y perdiendo el miedo a la polic¨ªa. Las primeras fotos est¨¢n hechas desde lejos y hay un proceso gradual de aproximaci¨®n. Por eso los fotogramas que luego cristalizar¨¢n en iconos son el d¨¦cimo y el duod¨¦cimo".
Adem¨¢s de brindarnos la posibilidad de estudiar con todo detalle el enorme chich¨®n que le hizo la pasma a Xirinachs aquel 1 de febrero de 1976 y am¨¦n de erigirse en la palpable demostraci¨®n de que los aut¨¦nticos art¨ªfices de la transici¨®n fueron los ciudadanos, por m¨¢s que los pol¨ªticos traten de colgarse todas las medallas con el consiguiente tintineo hortera, el gran inter¨¦s de la exposici¨®n estriba en esa operaci¨®n de rescate de fotos que en su momento fueron desechadas porque resultaban demasiado enigm¨¢ticas para ser aprehendidas de un r¨¢pido vistazo.
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