Sevilla canta en Jalisco
El hermanamiento entre Guadalajara, capital del Estado mexicano de Jalisco, y Sevilla se realiz¨® hace casi dos d¨¦cadas, pero ha sido ahora cuando, dentro de los actos conmemorativos del cumplea?os de la ciudad, Sevilla y Andaluc¨ªa han pasado a llenar calles, plazas y recintos con exposiciones y manifestaciones culturales. La exposici¨®n de documentos, mapas y dibujos del Archivo de Indias con informaci¨®n sobre Guadalajara y el territorio de su derredor, el que antiguamente se llam¨® Nueva Galicia, ha despertado un inter¨¦s inusitado y son muchos los que se acercan hasta el Instituto Caba?as para ver documentos que, tratando de la fundaci¨®n de su propia ciudad, se encuentran, sin embargo, a miles de kil¨®metros de distancia.
En ella ya puede observarse c¨®mo en el siglo XVI exist¨ªan muchas relaciones en diversos terrenos pero es en las manifestaciones populares -las que llevan hasta el p¨²blico los corridos, el bolero o el flamenco- donde resalta m¨¢s el paralelismo entre esta parte central de M¨¦xico y Andaluc¨ªa. Porque en M¨¦xico no desembarca una Espa?a "pura" sino una Espa?a mud¨¦jar. Arriban el castellano que se hablaba en Andaluc¨ªa junto con arquitectura, artesan¨ªas, costumbres, ritos religiosos, poes¨ªa, m¨²sica... de Andaluc¨ªa. A lo largo de los siglos XVI y XVII, en una y otra parte se dar¨¢n parecidas adaptaciones de costumbres y de alimentos, el mismo culto al honor, al caballo y al toro, las mismas apariciones de im¨¢genes "enterradas", santos que se introducen en el coraz¨®n de la gente por su parecido con divinidades del lugar, fundaci¨®n de hermandades y cofrad¨ªas, utilizaci¨®n de instrumentos musicales aut¨®ctonos para los cantos castellanos...
En el siglo XVIII comenzamos a encontrarnos en los dos territorios con descripciones del traje que, en el siglo XIX, se configurar¨ªa definitivamente como "traje andaluz" y "traje mexicano"; es tambi¨¦n entonces cuando aparece en los dos pa¨ªses la corrida de a pie con la que ascienden a la fama aqu¨ª y all¨ª personajes masculinos de los estratos populares inferiores. Y sucede lo mismo con distintos tipos de cantos y bailes al margen de las modas oficiales cuyas int¨¦rpretes, de extracci¨®n humilde, adquieren nombre y prestigio.
El paso de la poes¨ªa y del baile de un lado a otro y su contexto social lo resumen una palabra: fandango. El vocablo fandango, nadando entre significar canto y danza folcl¨®ricos, palo flamenco, fiesta tumultuosa o, incluso, combate b¨¦lico, algo al margen de lo ordenado, en suma, sigue el mismo camino en los sainetes del gaditano Gonz¨¢lez del Castillo que en los documentos mexicanos.
Por eso, incluso despu¨¦s de que M¨¦xico se hubiera independizado, las influencias mutuas en el terreno del folclore siguieron d¨¢ndose: autores, como el maestro Iradier, componen piezas mexicanas: La Paloma es la m¨¢s conocida; se hace popular esa otra canci¨®n que, hasta la fecha, nadie ha podido dilucidar si es de aqu¨ª o de all¨ª: Cielito lindo, pero en el plano de lo popular resaltar¨ªan, sobre todo aquellas que promover¨ªa el bolero con la voz del cubano Antonio Mach¨ªn cantando Solamente una vez, de Agust¨ªn Lara.
El modernismo hab¨ªa abierto nuevos horizontes en las artes y el bolero era una de sus expresiones. Los personajes de Romero de Torres son los mismos de los boleros de Agust¨ªn Lara: todos aquellos rechazados por la gente biempensante o por la est¨¦tica de una Ilustraci¨®n trasnochada. Viniendo desde Cuba y M¨¦xico, el bolero inundar¨¢ el mundo (recordemos a Nat King Cole, por ejemplo) y crear¨¢ una nueva fusi¨®n musical en la que Andaluc¨ªa har¨¢ de receptora y de difusora por medio de la canci¨®n andaluza.
M¨¦xico entra en la entra?a de la cultura tradicional andaluza por tres caminos: llega hasta la nuez de la Semana Santa -que en esos momentos se reconvierte- con una marcha que todav¨ªa sigue siendo de las m¨¢s escuchadas en esos d¨ªas, la que tiene por nombre Roc¨ªo, compuesta por el simple m¨¦todo de unir el bolero Peregrina, de Ricardo Palmer¨ªn con movimientos de una sinfon¨ªa de Joaqu¨ªn Turina.
Y en el mundo de los toros se da una relaci¨®n profunda con Arruza y Gaona como figuras que renuevan y reinterpretan el primer tercio, el de capote, minusvalorado desde el retiro de Belmonte (casado por cierto con una mexicana).
Lo que resalta en estos d¨ªas en los eventos con que Sevilla y Guadalajara ponen de manifiesto sus similitudes en el centro y en los barrios de la capital de Jalisco es que no s¨®lo en la antig¨¹edad sino tambi¨¦n en nuestro tiempo pueden existir vidas paralelas.
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