'Bienvenido Mr. Marshall', de Luis Garc¨ªa Berlanga
Una contundente y tierna s¨¢tira sobre la Espa?a del subdesarrollo y la pandereta
Jean Cocteau, declar¨®: "?C¨®mo no vamos a amar a Espa?a despu¨¦s de ver esta pel¨ªcula!"
Hoy es una pel¨ªcula indiscutida, pero en el momento de su estreno, en 1953, la cr¨ªtica oficial espa?ola fue parca en elogios, especialmente la de Abc, que sorprendentemente le reproch¨® la ausencia de una historia de amor, opini¨®n igualmente mantenida por Arriba, que tambi¨¦n la acusaba de carecer de "conclusiones sociales". Esta ceguera fue r¨¢pidamente compensada con la publicaci¨®n de opiniones favorables de Antonio Buero Vallejo, Edgar Neville, Carlos Fern¨¢ndez Cuenca y otros, pero especialmente con el triunfo de la pel¨ªcula en el Festival de Cannes, donde se la premi¨® como mejor comedia; tambi¨¦n recibi¨® el premio al mejor gui¨®n, mientras la cr¨ªtica internacional le daba una menci¨®n especial. Esta presentaci¨®n de Bienvenido... en el Festival de Cannes constituy¨® un acontecimiento, aplaudido p¨²blicamente por Olivia de Havilland, Vittorio de Sica, Ren¨¦ Clair, George Sanders, Robert Siodmak, Jacques Tati y, por supuesto, por Jean Cocteau, presidente del jurado, que no tuvo reparos en declarar: "?C¨®mo no vamos a amar a Espa?a despu¨¦s de ver esta pel¨ªcula!".
Sin embargo, no todo fueron parabienes: otro miembro del jurado, el norteamericano Edward G. Robinson, consider¨® que se ofend¨ªa a su pa¨ªs, especialmente en el momento casi final en que su banderita flota hacia un sumidero, y exigi¨® que se cortaran esas im¨¢genes. Previamente hab¨ªa habido otras protestas, como la del nuevo embajador norteamericano en Espa?a, que lleg¨® a Madrid en el momento en que enormes carteleras atravesando la Gran V¨ªa saludaban jocosas con un "?Bienvenido, M¨ªster Marshall!". O incidentes policiales, como el de la detenci¨®n de Berlanga en Cannes como falsificador de moneda debido a la idea de la productora de imprimir billetes de d¨®lar con la efigie de Lolita Sevilla, Jos¨¦ Isbert y Manolo Mor¨¢n en lugar de las de Washington o Franklin. Situaciones berlanguianas en definitiva, que fomentaron el inter¨¦s de los espectadores, y que convirtieron la pel¨ªcula en un rotundo ¨¦xito de taquilla.
Los habitantes del pueblecito madrile?o de Guadalix de la Sierra, donde se rod¨® la pel¨ªcula, recibieron al equipo de filmaci¨®n con entusiasmo; no en vano cobraban de tres a siete duros diarios si actuaban como figurantes, aunque tuvieran que hacerlo vestidos de faralaes o con sombrero cordob¨¦s. Berlanga les recuerda con m¨¢s cari?o que al operador Manuel Berenguer, "el n¨²mero uno de entonces", que, en su opini¨®n, organiz¨® un compl¨® contra su inexperiencia de joven director tom¨¢ndole el pelo con frecuencia. Incluso sospech¨® que el actor Manolo Mor¨¢n estaba tambi¨¦n en su contra. Lo contrario del resto del reparto, un grupo de avezados profesionales, que dieron lo mejor de s¨ª mismos: Alberto Romea, Elvira Quintill¨¢, F¨¦lix Fern¨¢ndez, Joaqu¨ªn Roa, Nicol¨¢s Perchicot, ?ngel ?lvarez, Manuel Alexandre, la voz de Fernando Rey, y especialmente el gran Jos¨¦ Isbert, inolvidable alcalde sordo de este pueblecito, espejo de aquella Espa?a.
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