Verg¨¹enza
El principal problema de la izquierda es que se averg¨¹enza de su propio pensamiento, o sea, que da por perdida la batalla de su debate ideol¨®gico. Parece como si fuese irremediable que los valores de la solidaridad y del amparo social estuvieran condenados a sobrevivir de mala manera en el rinc¨®n del sentimentalismo ingenuo, de los enga?os o los imposibles. Hemos dejado que el sentido com¨²n considere la realidad como un conjunto de leyes econ¨®micas inevitables. Las medidas sociales s¨®lo sirven as¨ª para entorpecer el funcionamiento matem¨¢tico de los engranajes. El prestigio que tienen las privatizaciones, la congelaci¨®n salarial y el d¨¦ficit 0 contrasta con la mala imagen de las inversiones p¨²blicas, los gastos sociales y los impuestos. Los empresarios desprecian la gesti¨®n p¨²blica mientras el Estado duda de s¨ª mismo y conf¨ªa su tarea a los intereses privados de los empresarios. Y lo m¨¢s llamativo es que los datos de la realidad no confirman el prestigio inevitable de las soluciones neoliberales. No creo que pueda ponerse un ejemplo de privatizaci¨®n que haya contribuido a rebajar los precios y a mejorar la vida cotidiana de los consumidores. Lo que s¨ª ocurre es la inmediata degradaci¨®n de las condiciones laborales. En Granada vivimos estos d¨ªas la huelga de las trabajadoras de la limpieza en los hospitales p¨²blicos y la protesta de las asistentes sociales del Centro de acogida de mujeres maltratadas. El espacio p¨²blico abandon¨® a la gesti¨®n privada estos servicios, y la ¨²nica consecuencia inmediata ha sido la p¨¦rdida de derechos de las trabajadoras. Es sintom¨¢tico que en estos momentos, cuando la barbarie de los malos tratos arrasa la vida moral de Espa?a, tengamos que ver a las mujeres del Centro de acogida, en medio de las calles de Granada, pidiendo apoyos y firmas para dignificar su puesto de trabajo. S¨®lo con los millones que el Estado regal¨® a algunas de sus grandes empresas privatizadas habr¨ªamos podido conseguir el pleno empleo, reforzando las posibilidades laborales de la asistencia social. Pero a la izquierda mayoritaria de Espa?a y de Andaluc¨ªa le da verg¨¹enza ser de izquierdas, y no protesta, porque en vez de defender su mundo propio parece que busca el prestigio en demostrar que puede ser m¨¢s liberal que sus enemigos y que desconf¨ªa de los espacios p¨²blicos tanto como un ejecutivo de la Telef¨®nica.
La izquierda ha dejado de ser un punto de referencia social porque lleva a?os peleando por quedar bien en una batalla que no es la suya. Y ni los n¨²meros ni la realidad son una raz¨®n objetiva. Si admitimos como horizonte la versi¨®n neoliberal de la sociedad, es dif¨ªcil competir ideol¨®gica y electoralmente con la derecha. Desde luego la derecha es m¨¢s de derechas que la izquierda, obligada as¨ª a vivir en una perpetua crisis de legitimaci¨®n. Se trata de un fen¨®meno que afecta tambi¨¦n a la concepci¨®n del Estado y a la necesidad de demostrar una y otra vez la voluntad espa?olista (a la manera del espa?olismo de derechas). A la vista de los resultados, ?fue l¨®gico que el PSOE firmara con el PP un pacto antiterrorista que dejaba fuera a todas las dem¨¢s fuerzas de izquierdas y al nacionalismo democr¨¢tico? No se trata de ser m¨¢s papistas que el Papa, sino de atreverse a defender una versi¨®n propia de la realidad y del Estado.
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