Humor, fantas¨ªa, soledades
Es probablemente un s¨ªntoma de salud de la producci¨®n literaria espa?ola el que superando prejuicios y desconfianzas entre p¨²blico y editores aumenten considerablemente el n¨²mero de libros de cuentos publicados. Las excelencias del g¨¦nero podemos comprobarlas en esta segunda entrega de cuentos a cargo de Manuel Moyano, un libro en que casi todas las piezas que lo componen rayan a gran altura, dirigido a los atentos lectores a los que se refiere indirectamente la cita de Chesterton que encabeza el volumen. Efectivamente, el lector es el ser desconocido al que se le cuentan las cosas que m¨¢s importan.
Las historias del libro son m¨¢s bien tristes y tr¨¢gicas, pero estas emociones est¨¢n compensadas por un humor causado por los contrastes o extravagancias inherentes a la propia historia o por las referencias ir¨®nicas a otros textos literarios o bien con temas generales de pol¨ªtica y cultura. Es probable que el motivo que presida el libro sea el de la soledad. El cuento m¨¢s emblem¨¢tico respecto a la cuesti¨®n es el que narra la historia de un astronauta que, por accidente, pasa m¨¢s de cien a?os en Marte rumiando su amor por la mujer que ha dejado en la Tierra. Pero tambi¨¦n est¨¢ presente en la historia del fil¨®logo que cree descubrir una obra ignorada de Arist¨®fanes ante la incredulidad de sus colegas y muere abandonado por todos o en la del t¨ªtere que conf¨ªa atribulado al lector que no congenia con los dem¨¢s de su especie porque ¨¦l est¨¢ destinado a m¨¢s altas empresas, representar obras de Shakespeare y no la bazofia a la que le obliga su due?o.
EL ORO CELESTE
Manuel Moyano
Xordica. Zaragoza, 2003
112 p¨¢ginas. 8 euros
Me referir¨¦ ahora a dos relatos que son, en mi opini¨®n, perfectos. Uno es el titulado El extra?o caso del se?or Valbuena, cuyo t¨ªtulo, evidentemente, remite a la inolvidable historia de Poe sobre el se?or Valdemar y cuyo desarrollo consiste en una recreaci¨®n, jocosa pero igualmente emocionante, del cuento de Hawthorne del que Borges dijo una vez que era el mejor del mundo, Wakefield. El otro es Un pintor de Viena, adjetivado como lo hac¨ªa Borges y cuyo tema tambi¨¦n debe mucho al maestro argentino. En ¨¦l, el autor supone que Hitler cuando era casi un pordiosero y aficionado a la pintura fue admitido en la Academia de Bellas Artes y se hizo pintor. Por tanto, no hubo ni Segunda Guerra Mundial ni exterminaci¨®n de los jud¨ªos, pero en su soledad Hitler sue?a en lo que pod¨ªa haber sido que es lo que en la realidad fue (ah¨ª ven a Borges), pero conteni¨¦ndose piensa razonablemente que "la realidad no admite sucesos tan atroces" y un inevitable escalofr¨ªo recorre la espina dorsal del lector. Y no faltan en el libro otros excelentes relatos como el que da t¨ªtulo al conjunto El oro celeste o Querida Sharon, un cuento pleno de humor en que un vampiro se plantea el problema de c¨®mo conocer su figura actual si no puede verse en los espejos. Ya ver¨¢n la soluci¨®n que encuentra. Un muy recomendable libro que se disfruta con placer.
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