Volver a matar a Ernest Lluch
Las casualidades de la vida -o su tendencia innata al sarcasmo- me han llevado a estar de viaje en los dos momentos Carod que, de momento, hemos vivido en Catalu?a. En Puerto Rico dando unas conferencias, cuando se anunci¨® la visita, y en Costa Rica, cuando salta la noticia de la tregua trampa de ETA. Escribo estas l¨ªneas, pues, con un jet lag de caballo, la distorsi¨®n inevitable que comporta la distancia, y una cierta sensaci¨®n de tirarme al vac¨ªo, no en vano ni he le¨ªdo, ni he o¨ªdo, ni casi he hablado sobre el asunto. Como mucho, los noticiarios de Urdaci pasados por el cable costarricense, que me llegaban sin permiso a mi habitaci¨®n desesperada. Lo de TVE ya es grave de cerca, pero les aseguro que vista la distorsi¨®n informativa de lejos, a¨²n resulta m¨¢s inaguantable. En la lejan¨ªa se muestra de una evidencia hiriente... As¨ª pues, como ya me pas¨® con la primera bomba informativa, tambi¨¦n la segunda me llega con sobrepeso de declaraciones del PP, pero con poco conocimiento de las reacciones catalanas. Es decir, desde Costa Rica, servidora est¨¢ con la informaci¨®n como muchos ciudadanos de las Espa?as patrias: oyendo s¨®lo la contaminaci¨®n gubernamental. Ciertamente, en algunos sitios, hay que ser un librepensador casi suicida para poder pensar m¨¢s all¨¢ de tanto ruido, tanta consigna, tanto dogma demonizador.
Con jet lag, pues, y con distancia, distorsi¨®n y contaminaci¨®n informativa a las espaldas, me apresto a plantear tres elementos de reflexi¨®n. El primero tiene que ver con la confirmaci¨®n del error de Carod. Resultaba evidente que la excursi¨®n a Perpi?¨¢n nos iba a crear una grave desestabilizaci¨®n en la pol¨ªtica catalana, y que el da?o infligido a Zapatero, por un lado, y a la presidencia de Maragall, por otro, ser¨ªan serios. Que uno vaya a ver a ETA cuando le llaman, por muy buenas intenciones que tenga -el infierno est¨¢ lleno de buenas intenciones-, s¨®lo puede servir para que ETA le marque la agenda pol¨ªtica, el tiempo y hasta la forma como lo destroza. Carod puso en bandeja a ETA la capacidad de crear el noticiario pol¨ªtico, y as¨ª estamos, con una organizaci¨®n en horas bajas que, de golpe, consigue cambiarnos el ritmo y la l¨®gica de las cosas. No abundar¨¦ en lo obvio: que lo de ETA es un atentado a la moral, a la bondad, a la dignidad. Pero creo necesario repetir que Catalu?a ni necesita, ni merece, ni quiere los favores de una pandilla de totalitarios con chapela que ahora nos vienen a perdonar la vida. ?Qu¨¦ pasa? ?Que si sube el voto independentista ya no nos matar¨¢n? ?Y si no sube? ?La vida de Ernest Lluch se debi¨® a que ERC a¨²n no ten¨ªa suficientes votos? Si no fuera porque hablamos de vidas, de personas queridas asesinadas, de la paz y sus sepultureros, dir¨ªamos que estos de ETA son directamente imb¨¦ciles. Lo dir¨ªamos si no fuera porque hemos tenido que llorar y compartir el dolor por las v¨ªctimas. El error de Carod ha conseguido justamente esto: que la paz catalana parezca ahora la concesi¨®n graciosa de un grupo terrorista, y no el resultado de la sociedad madura y consciente que la ha mimado, querido y construido. Sin ninguna duda, el comunicado de ETA es un nuevo atentado contra Catalu?a. Como si nos mataran otra vez a los tantos que ya nos mataron.
El segundo tiene que ver con el ruido mesetario. Ciertamente, es dif¨ªcil pensar y, sobre todo, resolver una crisis con todos estos altavoces crispados grit¨¢ndonos al o¨ªdo. Lo que ha ocurrido ha nacido de un error catal¨¢n, y los catalanes somos gente suficientemente madura como para poder resolverlo solitos. Pero adem¨¢s, si hace falta, tendremos que recordarles a algunos que vociferan, que la contribuci¨®n de Catalu?a a la estabilidad y a la convivencia ha sido hist¨®ricamente ejemplar, de manera que no es de recibo que ahora se nos intente mostrar como una sociedad radicalizada e intolerante. Carod se ha equivocado y el consenso sobre su error es mayoritario, pero no ha pervertido el sentido pac¨ªfico de este pa¨ªs, cuyas pulsaciones est¨¢n muy por encima de los errores de sus l¨ªderes. Sin embargo, hay en algunos cen¨¢culos del nacionalismo espa?ol una voluntad militante de dar una imagen agresiva de Catalu?a, y lo de Carod les ha ido de perlas. No s¨®lo no ponen sordina al error, sino que intentan convertirlo en himno nacional. Carod nunca tendr¨ªa que haber ido a ver a ETA. Pero el PP nunca tendr¨ªa que utilizar perversamente el terrorismo.
El tercero, la necesidad de que la vida pol¨ªtica catalana recupere su propio pulso, m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s externo por alargar la crisis. Si nos quedamos colgados de la escandalera que nos montan en los micr¨®fonos madrile?os, no conseguiremos dar la vuelta a esta desgraciada situaci¨®n. Hay un inter¨¦s evidente por no cerrar las heridas del error, y precisamente por ello nosotros tendr¨ªamos que cerrarlas con m¨¢s celeridad, incluso a pesar de las bombas verbales de ETA. Catalu?a ya ha cumplido. Ha dimitido un conseller en cap, el segundo partido del Gobierno se ha quedado con su l¨ªder fuera del Ejecutivo, la pr¨¢ctica totalidad de la opini¨®n p¨²blica ha hecho la cr¨ªtica pertinente, y el pa¨ªs al completo ha rechazado la trampa mortal terrorista. ?Qu¨¦ m¨¢s hay que hacer? ?Colgar a Josep Llu¨ªs del palo mayor? Me da por creer que ni con tama?a imagen, algunos sedientos de sangre quedar¨ªan contentos. Creo que Carod Rovira ya ha padecido las consecuencias de su error; creo que es un pol¨ªtico muy relevante que superar¨¢ esta desgraciada situaci¨®n; creo que el Gobierno merece volver a recuperar el tim¨®n y que est¨¢ preparado para ello; y, sobre todo, creo que Catalu?a no tiene que arrodillarse ante los nuevos inquisidores que nos han crecido como hongos. No ser¨¢n algunos los que nos van a dar lecciones de pacifismo, ni desde los voceros del reino, ni desde los pasamonta?as siniestros que dicen perdonarnos la vida. ?Perdonarla? Lo que hacen es insultar nuevamente a nuestros muertos.
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