Los rebeldes de Hait¨ª proclaman la lucha hasta la ca¨ªda del presidente Aristide
Las fuerzas del antiguo 'Ej¨¦rcito can¨ªbal' declaran Gonaives como zona liberada
La ciudad haitiana de Gonaives reuni¨® hace dos siglos a los caudillos mandingas que proclamaron la primera rep¨²blica negra de Am¨¦rica, tras derrotar a los colonos franceses y al Ejercito napole¨®nico, y, desde el 5 de febrero, es nuevamente zona liberada: la punta de lanza de una soldadesca cimarrona como sus ancestros esclavos, que no la desocupar¨¢ hasta la renuncia del presidente Jean Bertrand Aristide. "Doscientos a?os despu¨¦s, yo estoy haciendo historia porque peleo contra un dictador y por la democracia", dice Gilberto Drag¨®n, uno de los jefes de la revuelta contra el ex cura salesiano. Viste uniforme de camuflaje, pistola al cinto y tiene ganas de bronca.
La primera localidad tomada por el frente antigubernamental se autoproclam¨® independiente y cerr¨® sus accesos con contenedores y barricadas, que vigilan milicianos de fusil o pistola. Las desvencijadas calles, los veh¨ªculos calcinados, los cascotes y la anarqu¨ªa rememoran espantos recientes. El 5 de febrero arranc¨® aqu¨ª una sublevaci¨®n contra Aristide que fue feroz y ha prendido en el norte y en aldeas lim¨ªtrofes con Rep¨²blica Dominicana. El denominado Frente de Resistencia de la Arbonite de Buteur Metanyer, antiguo Ej¨¦rcito Can¨ªbal, progubernamental, destrip¨® la comisar¨ªa del t¨®rrido enclave antillano de 200.000 habitantes y ahuyent¨® a machetazos a la dotaci¨®n policial que la ocupaba y a sus seguidores civiles.
Los coches calcinados, los cascotes, la anarqu¨ªa, rememoran espantos recientes
"Pens¨¦ morir y me escond¨ª", recuerda una se?ora que sazona un perol de ingredientes raros. La traves¨ªa hacia esta urbe achatada y pobre obliga a cruzar Saint Marc, donde la polic¨ªa de Aristide cruz¨® la ruta con contenedores para evitar el eventual avance de los insurrectos hacia Puerto Pr¨ªncipe. Cactus albardados de polvo, picachos pelados, arrozales y recuas jalonan al recorrido de tres horas desde la capital hacia la urbe portuaria, donde la resistencia mont¨® su cuartel general y cuyos habitantes dicen aborrecer a Aristide, al menos en sus declaraciones al periodista extranjero. Echan las muelas contra el presidente. "Ni los perros lo quieren", resume una abuela.
La mayor¨ªa vive del comercio ambulante y de las triper¨ªas, mientras hordas de motociclistas de baja cilindrada asaltan al forastero para ofrecerle un viaje hacia el centro, imposible de otro modo. "La comunidad internacional hizo o¨ªdos sordos a las demandas del pueblo contra Aristide", lamenta en un domicilio de Gonaives el ex comisario Guy Philippe, ex jefe de polic¨ªa de Cabo Haitiano, a quien el ex cura salesiano acus¨® de promover un golpe en su contra. Huy¨® del pa¨ªs en el a?o 2000 y ahora acaudilla la coalici¨®n de las dos falanges en armas. Es taxativo: "El pueblo quiere que se vaya Aristide. Est¨¢ totalmente loco". Su lugarteniente Gilberto Drag¨®n, que le acompa?¨® en el exilio dominicano, exhibe arreos y arengas de combate. ?Y si Aristide vuelve con la polic¨ªa gubernamental? "?Qu¨¦ vengan, los derrotaremos por tercera vez! Pero que vengan bien armados porque necesitamos armas". ?Cu¨¢ntos son ustedes? "Eso es un secreto". Algunos vecinos calculan que menos de 200 milicianos j¨®venes con fusiles de postas, de asalto, carabinas de cerrojo o pistolas. Apenas se les ve.
No hay descargas de fusiler¨ªa en Gonaives, ni cajas militares, ni triunfante tremolar de gallardetes, y las patrullas a pie o en todo terreno son discretas y silenciosas porque el mando rebelde quiere ganarse a la poblaci¨®n y demostrar que su catadura no es la de la polic¨ªa desalojada a tiros. "Eran unos bandidos", dice Marcel Daniel, ex sargento del ej¨¦rcito, pelado al rape, cuyo nombre de guerra es Mois¨¦s. "Robaban a la gente, se enteraban de qui¨¦n recib¨ªa dinero de su familia en el extranjero para presionarles y quit¨¢rselo, y sus abusos eran constantes: a veces caminaban sobre el pecho de chavales de 15 a?os detenidos".
Louis Jodel Chamblain, acusado de integrar los escuadrones de la muerte durante la satrap¨ªa de Jean Claude Duvalier (1957-86) tambi¨¦n viaj¨® hacia la ensenada, frecuentada antes por bucaneros y corsarios, pero sin mando visible. "Quienes tienen mala imagen no lo tienen", precisa Etienne Zinder, uno de los portavoces de las milicias. La nueva vanguardia se denomina Frente de Liberaci¨®n y Reconstrucci¨®n Nacional, hasta hace d¨ªas Frente de Resistencia contra Aristide, que se fundi¨® con el Frente de Resistencia Nacional para la Liberaci¨®n de Hait¨ª (FRNLH) del comandante Guy Philippe.
"Estamos determinados con una estrategia ¨²nica para liberar todas las ciudades de todos los departamentos", sostiene Etienne, que dijo contar con la ayuda de unos 300 ex militares. Los rebeldes consolidaron sus posiciones en varias ¨¢reas del este y el norte del pa¨ªs, y en la ciudad norte?a de Dondon tambi¨¦n hubo caos y desordenes, quema de casas y persecuci¨®n de gente progubernamental.
Hambrientas las localidades aisladas por los combates, los insurgentes de Gonaives debieron disparar al aire para evitar que una turba asaltara los camiones de lentejas y mijo despachados por el organismo internacional de ayuda CARE. Los vecinos de arremolinan sobre los visitantes blancos en Gonaives y se suceden las imprecaciones y leyendas sobre Jean Bertrand Aristide. "Sabemos como matarle", dice un chaval. Sin derecho a replica, otro agrega que en la dieta del antiguo cl¨¦rigo figuran ni?os tiernos, de dos a?os. "Es un demonio".
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