El silencio de la sierra
El autor defiende en su art¨ªculo la necesidad de no abandonar la idea de convertir Guadarrama en un parque nacional para preservarlo de la gran ciudad.
En los a?os setenta del siglo XIX, escrib¨ªa ?lis¨¦e Reclus en su monumental Geograf¨ªa: "La sierra de Guadarrama proporciona a Madrid sus aguas, que son excelentes, y opone al bullicio de la ciudad el contraste de su naturaleza brav¨ªa". No cabe m¨¢s breve contraste ciudad-monta?a ni m¨¢s sint¨¦tica relaci¨®n entre ambas. A¨²n queda algo de todo ello. En Madrid, sin duda, bullicio, y en la sierra, tal vez la suficiente "naturaleza brav¨ªa" como para que estemos buscando todav¨ªa modos de protegerla.
Al echar un vistazo a unas revistas de la Sociedad de Alpinismo Pe?alara, encuentro en 1932 una nota de los cambios que ya llegaban al Guadarrama desde Madrid: "Dados la cantidad de p¨²blico que concurre a la sierra los d¨ªas festivos y los numerosos carruajes que all¨ª se congregan, se hac¨ªa necesaria una mayor vigilancia de aquellos lugares, por lo que, a ruego de la S. E. A. Pe?alara..., [se ha] tomado el acuerdo de intensificarla en relaci¨®n con la actual concurrencia". Es necesario hacer un esfuerzo para imaginar lo que para el redactor significaban aquellos coches api?ados, pero todo es relativo. En una p¨¢gina inmediata se a?ad¨ªa una lista expresiva de objetos perdidos en el Guadarrama: "Se encuentran depositados en Secretar¨ªa, a disposici¨®n de sus respectivos due?os: un llavero, un bolsillo con met¨¢lico, una boina roja, una bufanda, una banda noruega, un paquete con cera para esqu¨ªs, un collar de perlas (imitaci¨®n) y un vaso plegable".
El Guadarrama es anterior a las comunidades aut¨®nomas y deber¨¢ ser posterior a ellas
Parece, pues, que los fogosos esquiadores, turistas y excursionistas urbanos, algunos sin boina o collar (imitaci¨®n), o incluso con una pierna al aire, ya se estaban adue?ando entonces de determinadas alturas. Un anuncio de un libro de Eduardo Schmid, el alpinista que da nombre al c¨¦lebre sendero bajo Siete Picos, C¨®mo se aprende a esquiar al precio de dos pesetas, define ciertas tendencias que tendr¨ªan su apogeo hacia los a?os setenta. La sierra no permanece quieta y la gran ciudad pr¨®xima es cada vez m¨¢s influyente.
Hace no mucho tiempo escrib¨ªa yo en otra consideraci¨®n del Guadarrama que, en este proceso de cambios geogr¨¢ficos r¨¢pidos e intensos, si a Madrid es cada vez m¨¢s dif¨ªcil quitarle el ruido, tambi¨¦n a la sierra es m¨¢s f¨¢cil quitarle el silencio. Para evitar esto ¨²ltimo, donde corresponda mantenerlo, es preciso actuar, pues si no, la natural expansi¨®n creciente del ruido acabar¨¢ por que un d¨ªa nos percatemos de que ya se oye en todas partes: ese d¨ªa nos habremos quedado sin los reductos del sosiego. Para saber distinguir, para conocer primero y luego proceder en lo que concierne m¨¢s al silencio que al ruido, estamos trabajando un equipo de expertos en la ordenaci¨®n de los recursos naturales serranos. Un estudio de este tipo debe abordar las muchas perspectivas del paisaje, por lo que ha de ser pluridisciplinar y coordinado, por lo que ha de ser paciente y de fino tramado, necesariamente sin precipitaci¨®n ni vehemencia. Debe ser dialogante. Ello requiere capacitaci¨®n, m¨¦todo, trabajo, serenidad y tiempo.
El Guadarrama no s¨®lo provoca un elevado inter¨¦s en sus millones de vecinos y a¨²n m¨¢s en sus habitantes, sino que todos ellos, propios y ajenos, parten de que se trata de su sierra. Sentido fuertemente posesivo que es un buen ¨ªndice de actitud cultural en este entorno social y una exigente referencia para quien debe hacer propuestas. Claro est¨¢ que la sierra es m¨¢s que la "naturaleza brav¨ªa" de Reclus. Es un paisaje tambi¨¦n con rostro humano en el que se cruzan hechos y procesos naturales, culturales, econ¨®micos, sociales, territoriales y significativamente deportivos. S¨®lo con la restituci¨®n de esta encrucijada y su disposici¨®n mixta en los mapas se puede intentar orientar la ordenaci¨®n de unos u otros de los recursos de la monta?a, de esta monta?a vecina a tan fuerte aglomeraci¨®n urbana.
Cuando se estableci¨® este prop¨®sito de estudio, se public¨® en el Bolet¨ªn Oficial de la Comunidad de Madrid de 23 de septiembre de 2002, el ¨¢rea previa a cualquier decisi¨®n que debe atender el plan de ordenaci¨®n s¨®lo de los recursos naturales guadarrame?os, no otros ni todos. Es una superficie serrana amplia, para dentro de ella poder definir diversas unidades con posibles distintas funciones de tales recursos. Y, con el fin de evitar que entretanto se hicieran carreras entre distintos interesados que quisieran llegar a meta antes que las obligatoriamente m¨¢s lentas propuestas del PORN, la disposici¨®n segunda de esa orden dice con claridad: "Durante la tramitaci¨®n de este Plan de Ordenaci¨®n de los Recursos Naturales, y hasta que sea aprobado, no podr¨¢ otorgarse ninguna autorizaci¨®n, licencia o concesi¨®n que habilite para la realizaci¨®n de actos de transformaci¨®n de la realidad f¨ªsica y biol¨®gica, sin informe favorable de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente". Entonces, cuando el PORN est¨¦ maduro, habr¨¢ propuestas sopesadas. Demos, pues, tiempo al tiempo -que no ser¨¢ tanto para lo que se trata de sopesar-, y entretanto, con el ejemplo y el est¨ªmulo de la naturaleza serrana, sigamos tambi¨¦n nosotros trabajando en silencio.
La sierra tiene pendiente una vieja propuesta que cumple ya m¨¢s de ochenta a?os sin lograrse, ser parque nacional, y que la ponderaci¨®n de la viabilidad de esta figura en el Guadarrama es un objetivo expl¨ªcito del PORN. Tal figura tiene sus exigencias, sus m¨ªnimos, que est¨¢n en las normas vigentes, a las que tendr¨ªa que acoplarse el sector del ¨¢rea de estudio que se propusiera como tal tipo de parque. Pero tambi¨¦n nuestra ley de espacios protegidos contempla otras figuras para optar o para complementar en la zonificaci¨®n resultante, donde el cruce de informaciones lo pueda requerir y cuando lo contemplado tenga caracteres adecuados para pasar a ser protegible. Es evidente que no podr¨ªa forzarse la norma para introducir al Guadarrama en la categor¨ªa de parque nacional si no cupiese en ella, ni podr¨ªa forzarse a la realidad de la sierra para hacerla parque nacional contra su naturaleza.
Tambi¨¦n en 2002 se suscribi¨® un protocolo de acuerdo entre las Consejer¨ªas de Medio Ambiente de Castilla y Le¨®n y de Madrid para la mutua definici¨®n de este PORN del Guadarrama, puesto que la sierra, como naturaleza monta?osa ordenable y protegible, obviamente es terreno ¨²nico dividido por la historia en provincias y autonom¨ªas. El Guadarrama, quer¨¢moslo o no, es bastante anterior a las comunidades aut¨®nomas... y deber¨¢ ser posterior a ellas. Por tanto, sus cumbres cabalgan por ahora las l¨ªneas de sus l¨ªmites administrativos, y desde ¨¦stos se despliegan sus amplias laderas y valles. Raz¨®n tambi¨¦n que reclama la figura de protecci¨®n superior a las de una sola comunidad, es decir, la de parque nacional. La Comunidad de Madrid realiza su propio PORN, y la de Castilla y Le¨®n, el suyo, coordinados por el mencionado protocolo para la protecci¨®n conjunta de la sierra, para alcanzar unas propuestas coordinadas. Y all¨ª se dice: "El PORN propondr¨¢ las figuras de protecci¨®n m¨¢s adecuadas para su ¨¢mbito de aplicaci¨®n, pudi¨¦ndose plantear, entre las mismas, la figura de parque nacional como propuesta para aquellas ¨¢reas que por su valor y consonancia con el Plan Director de Parques Nacionales sean merecedoras de esta categor¨ªa". En esto estamos.
Se trata de otorgar una "categor¨ªa". Todo hecho territorial tiene, como las mu?ecas rusas, distintas entidades a diferentes escalas. El sentido de parque nacional, tambi¨¦n: lo posee a escala local, a la regional, a la nacional y a la internacional. Y todas ellas deben estimarse, no s¨®lo unas u otras. Porque act¨²an a la vez y rec¨ªprocamente. Hay una estimaci¨®n de los efectos y conveniencias del parque a la escala local, pero no s¨®lo a ella. La misma inserci¨®n en la "categor¨ªa" desborda esa escala y la pertenencia a una "red" nacional la inscribe entre los territorios "estrella" de un pa¨ªs. Entre los inevitables modelos de cambio, ¨¦ste es uno posible, sin ignorar que hay otros: es cuesti¨®n de elegir lo mejor.
Para el modelo de parque nacional hay un serio requisito previo: la altura de miras. Ello puede ser muy positivo para la naturaleza de la sierra y para los viejos guardianes del parque, los pueblos de su pie serrano, los herederos del paisaje. Tambi¨¦n para una geograf¨ªa f¨ªsica m¨¢s amplia, la coherencia y plenitud de la representaci¨®n de la naturaleza peninsular. Y para los beneficiarios innumerables que tendr¨¢n preservado noblemente un recinto de piedra, agua y bosques en el que gozar y aprender una refinada manifestaci¨®n combinada de naturaleza y civilizaci¨®n en el legado del silencio mantenido de la sierra.
Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n es catedr¨¢tico de Geograf¨ªa.
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